Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Hace ya la tira de tiempo, cuando el confinamiento que resultó ilegal, en la cantina de la plaza celebrábamos tertulias muy tempranas. En torno a un café. Había que ponerle sal a la vida, esa que hoy no vale nada. El miedo, ese invento del hombre para someter al hombre, triunfa sobre nosotros. El miedo esposa el centro del alma maniatándolo, donde también existe el dolor. Donde la realidad se sueña y no se evoca.

¿Por qué escribo esto? Porque me acabo de enterar de la muerte de Rodríguez Claros, una persona que no tenía derecho a necrológica, ni casi a figurar en estas páginas, que se quejaba, y que cuidaba de su hermana discapacitada. Y de los animales, sus perros y sus pájaros. Rodríguez Pájaro, le llamábamos. Cerca de ochenta aves tenía.

Él protestaba por todo, pero era generoso. Dejo un fragmento de esa generosidad: "Entonces, oh manes, apareció con mascarilla obligatoria y no a barba alzada, como antaño, el gran Rodríguez Pájaro. Recuerden, el que tiene el libro, único, donde lo que no viene, no existe. Y dice que en el libro viene Don Juan García Cubillana y que está de acuerdo en que le pongan una Calle. Yo le afirmo que Maitinalia también la solicita".

Pues de pronto, ha muerto. Difuminado del sol de la vida. Cómo una burbuja o un globo. Dejando muerto su corazón para su pobre hermana. No todo el mundo es famoso. No todo el mundo escribe o describe, ni pinta, ni sabe ciencias, ni… Él era peculiar. Muy peculiar. Pero lo querían las gentes del barrio. Esa gente que va cayendo sin que las echemos de menos, que tenían su mundo, sus sentimientos, sus miedos, siempre hay miedos, y quehaceres.

Decía que era luterano, le llevaba la contraria a casi todo, protestaba más que cualquiera. Pero cuando su madre vivía, le grababa placas, con versos míos de amor para demostrarle su amor de hijo verdadero. Y devoto de Santa Librada o Wilgefortis, la crucificada barbuda, en cuya devoción decía que se había dejado la barba cerril.

Coleccionaba libros, mecheros, qué se yo. Y, a mí me encantaba, decía poseer un libro verde en el que venía todo y lo que no venía no existía. Su "lo pone el libro" era decisivo y categórico. Otro fragmento de recuerdo:

"A un metro y medio de distancia, afirma que él sigue leyendo el libro, y me enseña una foto donde se lee, recuerden que él es calvinista a su manera: Mira, mira lo que pone. No te puedes fiar de nadie. En foto enseña y recita: Martín Lutero acusado de latrocinio en Mezt, sodomita en Basilea, concusionario en Augsburgo e hipocondriaco en Ginebra. ¿Pero qué dices? . Que no te puedes fiar de nadie. Pero si la hipocondría no es delito. Qué sabrás tú. Lo pone en el libro".

Pues bien, hoy apareces en Diario de Cádiz, por tu obituario, por llenar tantos ratos maitineros, por sus maneras de expresarte, por acercarte a algún modo a otra cultura, porque no podías faltar en los círculos de tu barrio.

Pepe. Han quitado a Varela, han cortado que se cuántos árboles, no funciona el tranvía, ni funcionará, como decías. Tú sabías que la gente de la Isla es encarcavinatoria, cinemocordia y glotónima… La mayoría tiene cola de mono en el abstracto del alma y no concibe vida mejor que su vida. Nadie sabe por qué es así ni cuando dejará de serlo. La guerra que hay te horrorizaba, la violencia también. Descansa en paz. En el libro, ya no te discuto, lo pone todo. Todo. Manolito Correos, esta mañana, te echaba de menos, también, y lloraba.

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