Prioridades de Alonso Quijano

Parece que la economía está siendo menos rentable que los ‘voxes’ ‘sumares’ y ‘bilduses’

Mi primer contacto con los términos “empírico” y “empirismo” lo tuve, quizá como usted, al estudiar Filosofía en Bachillerato y, en concreto, con una dupla británica de pensadores que para mí ya siempre fueron un todo único, como Tip y Coll o la recién finada Maricarmen y sus muñecos. Locke y Hume, aunque el segundo es escocés, son muy ingleses en su forma de analizar la realidad. Para conocerla e interpretarla, lo que importa es la experiencia. El pragmatismo por bandera, junto a la de la Union Jack (que mezcla las cruces de los santos Jorge, inglés; Andrés, escocés, y Patricio, irlandés), o a la de corsarios como Francis Drake, que es multicolor en vez de llevar tibias y calavera. El alma utilitaria propia de los artífices del capitalismo industrial. Y se nombra Sir y apoderado comercial a un pirata sin mayores apuros. Eso es empírico: vamos a lo que vamos, y a lo que vemos. Así se domina al mundo. Alrededor, dando lustre al negocio, The Crown: pompa y circunstancia que nos embelesa a los de conejera y secarral.

Pero el electorado no es empírico, o al menos no lo es en lo tocante a la importancia relativa de la economía a la hora de ponderar el voto: no somos economicistas ni ingleses; no seguimos el exabrupto de aquel asesor de Clinton que reclamaba, anglo a la postre, “¡Es la economía, estúpidos!”. Aquí no. Pedro Sánchez ha sido castigado en las urnas por hechos que, de acuerdo, son objetivos. Sobre todo, por su capacidad digodiego’, nivel maestro, mediante la cual pone tanto énfasis en prometer algo como falta de empacho al hacer lo contrario cuando la aritmética del poder lo exige: es cuestión de principios, unos u otros. Que, además y a la par, los aliados fueran aquellos con quienes nunca se iría “a dormir” y los enemigos técnicos del Estado, esto es, los independentistas. Dos asuntos de palabra cuyas tragaderas han llevado a muchísima gente a no votar en las elecciones locales y regionales a su partido, el PSOE, y a otros muchísimos ciudadanos a votar a su principal rival, el PP. Son hechos, datos, empiria.

Pero también son hechos objetivos, aunque de carácter económico, que no le hayan agradecido nada a Sánchez los miembros de pobladísimos caladeros de votos. Como los millones de perceptores del Salario Mínimo, incrementado por este Gobierno como nunca (¡un 47% en los últimos 5 años!); junto con los pensionistas, también más que mejorados por Sánchez en esta legislatura (¡un 8,5% este año!). No es la economía, estúpidos. Al menos con Sánchez, no lo es, a pesar de tener a una mujer con solvencia técnica y sin sectarismo en el cargo al efecto, Nadia Calviño, quizá su delfín (no existe el apelativo Delfina, salvo para la hija del rey de Francia). Que los logros económicos no coticen ni se discuta, salvo secundariamente, el empleo juvenil y la precariedad y los infrasalarios, ni el PIB, la deuda, la sostenibilidad del sistema de pensiones u otras cosas verdaderamente fundamentales es lo que caracteriza al voto medio Made in Spain, no poco quijotesco. De ahí nuestra oferta electoral de facto y sus mensajes: aquí lo que priva es el miedo a la ultraderecha, la extrema izquierda, los independentistas ricos con sus corifeos de clase. Y oiga, que casi mejor para el PP, porque Núñez Feijóo, de economía, corto y con agua, como de inglés... o de latín: el otro día dijo, con orgullo, que él había servido a los gallegos “desde el paritorio hasta el exitus”. No se explicaba, aclaró en mala hora, “qué habría de éxito en que tu corazón deje de latir”. Hasta los ingleses, tan pragmáticos, llaman “Exit” a la “salida”; como la de la vida, que de ahí viene la cosa, del latín. Pues eso, en fin: la economía puede esperar, habiendo voxes, sumares y bilduses y otros desafectos. Puro empirismo: es lo que hay. Se nota, se siente, la economía está ausente.

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