Odia a tu enemigo

Estamos equivocados, por consiguiente: nuestros enemigos son nuestros 'desgobernantes'

Descubrí a Kiko Amat por casualidad y disfruté "bastante" (él odia esto) de "Revancha", su última novela, que trata de las andanzas de un ultra neonazi del Barça que oculta como puede su homosexualidad. Este resumen es pacato, para no desvelar mucho de la trama, pero se la recomiendo vivamente porque entremezcla párrafos de un lirismo superior a la media con otros arrojados con un trazo más grueso y quinqui (bella palabra que nos llegó como derivación de The Kinks). Casualmente, tras realizar una compra de libros me regalaron "Los enemigos", que resulta ser un ensayo quinqui sobre el odio, la enemistad y sus cuitas; más bien un interesantísimo autoanálisis vomitado por el autor sobre demonios propios y ajenos, que bebe de la cultura popular, el cine, Nietzsche, Plutarco y John Constantine.

El estilo ácido y desenfadado de Amat hace que uno imagine o visualice a todos esos enemigos que ha venido dejando atrás o que le vienen siguiendo la rueda desde hace, hoy, 45 años. Recurramos a las frases hechas, por qué no: "Ten cerca a tus amigos y más cerca aún a tus enemigos". Gran verdad, especialmente si has de agacharte porque disparan los tuyos. En este primer cuarto del siglo XXI los enemigos se nos multiplican, si lo pensamos bien. Sanidad ha notificado 179.000 contagios nuevos en el día de ayer y puede que alguno de ellos sea enemigo de la vacunación.

Por otro lado, no conozco un solo político que no presuma de sus enemigos, algo que es realmente sencillo de concebir porque un político sólo tiene enemigos: presentes, futuros y pasados. Incluso prestados. Y digo esto porque no hay peor enemigo para un diputado, un concejal, un ministro o una vicepresidenta del Gobierno que sí mismo. Imagino que Amat recurrirá en algún momento a Freud en su ensayo -aún no lo he acabado- y digo esto porque muchas veces es ese subconsciente que nos juega una mala pasada el que nos causa un triste perjuicio. Es como esta gilipollez de pelea intergubernamental referida a las macrogranjas, los chuletones de retinto en las bodas y la bondad -nula o máxima- del bestiario patrio. Por cierto, de nuestros cochinos saldrían grandes donantes de corazón, por lo visto. Qué mejor bombeador de sangre que el cerdo ibérico (sea o no político), aunque carezca de DNI como los perretes.

Y al tiempo que todos asentimos unánimes considerando al Covid y sus sucesivas variantes como el enemigo por antonomasia, nuestro Sadam, los que tienen que procurar su exterminio pierden el tiempo en estas naderías, mientras los infectados han de hacerse a sí mismos los tests, se automedican para evitar saturar los centros médicos, no consiguen tramitar sus bajas laborales porque nadie les coge el teléfono, y pagan la luz a precio de caviar de beluga y los antígenos al de ginebra premium. Estamos equivocados, por consiguiente: nuestros enemigos son nuestros desgobernantes.

En definitiva, para cerrar este artículo de un modo intelectualoide voy a plasmar aquí una cita del ensayo de Kiko Amat, una que defina el malévolo espíritu de esta columna cumpleañera. Abro una página del libro al azar. Ya la he encontrado. Ahí la llevan: "Ningún odio justo debería marchitarse". Touché.

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