El otro día me tiré en parapente desde la colina de los molinos de Vejer, frente a la Muela. Son las cosas de mi hijo, que me regala oportunidades de maternidad extrema. Hemos subido al Veleta con raquetas de nieve: al subir pensé que me moría; al bajar, pensé que me mataba (mi hijo es un coach excelente, pacientísimo). A la vuelta nevó y vi que hay copos redondos y chiquititos igual que la nieve falsa de porexpán. Con mis hijos he bajado en bici por los Andes pasando por encima de torrenteras, hemos hecho rafting en las aguas turbulentas del Urubamba, nos hemos lanzado en tirolina a más de 300 metros de altura y subido al Huayna Picchu mascando coca (de lo contrario te revienta el pulmón). También estuvimos en la selva amazónica -lo más impresionante que se pueda imaginar- en un logde donde no había luz por la noche y con la linterna de cabeza podías ver los ojos de los bichos fosforesciendo en la oscuridad. Volviendo al parapente, cuando, aún en tierra, esperas a ver si el viento es o se pone propicio, reparas en que el artilugio en sí es lo mínimo que se despacha en estructura: la tela es ligerísima, las cuerdas son muy finas. En fin, que te lo piensas. Pero está claro que si Guillermo y Óscar, los de Parapente Vejer-Happy People Makers, se ganan la vida así, es que se puede. Y una vez en el aire, aparentemente inmóviles entre las corrientes, aquello es ser gaviota. Suspendidos en el azul perdimos totalmente la noción del tiempo. En el horizonte, entre la bruma, no se veía el mar, pero sí su fulgor metálico. La tierra tiene poros, es una piel que respira: son las corrientes térmicas. Toda la ladera era una alfombra verde, anuncio de primavera. "Cima de la delicia. Todo en el aire es pájaro", cantaba Jorge Guillén. "Qué alacridad de mozo en el espacio airoso henchido de presencia". Deslumbramiento y éxtasis: salir de una misma hacia el sol. ¿Por qué hago estas cosas? De niña yo soñaba con trepidantes aventuras en medio de la jungla. Pasó la niñez y atrás quedaron sus sueños. Pero ahora que puedo, no me resigno a la melancolía de Machado ("juventud nunca vivida, quién te volviera a soñar"). Y al cabo de mucho, mucho tiempo, puedo volver a querer ser al fin una mujer pájaro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios