Para no pensar en la lejanía de los que quiero y ocupar el tiempo me pongo a ordenar. Llegó el turno de los libros. Tenía pendiente catalogarlos y ubicarlos con algún criterio. Algunos acercan a mi memoria los momentos de su compra o el recuerdo que quien nos lo regaló. Cuánto respeto me dieron siempre. Detrás de cada auto hay un trabajo duro, un sueño y, a veces, algún reconocimiento.

Son el testigo de las modas de su época, de las maneras de narrar, de describir, de la abundancia o carencia de recursos. Al leerlos, compruebas la presencia impositiva del autor o su alejamiento para potenciar a los personajes. Reconoces los tipos de fraseos, las tantas historias, los recursos usados. Me apasionan cómo juegan con los tiempos verbales…

Me sorprendo ante algunos que ya no me dicen tanto y busco, en cambio, a otros autores que leí por encima cuando era joven y que ahora, me resultan maravillosos.

Los libros. Papeles enjaulados que tienen necesidad de cierto revuelo. De volver a ser objetivo de miradas.

Empecé con los de filosofía. Los ojeaba uno a uno, sin prisas. Aparecieron frases subrayadas, inquietantes, planteando las eternas preguntas sin respuestas. Algunos textos fueron escritos antes del cristianismo… Y un escalofrío me vuelve a recorrer la espalda por la sinceridad de sus autores y su posible aplicación a la actualidad. Interrogan sobre si la actitud de la humanidad ante lo adverso ha cambiado tanto.

Cuando consideré, volví a encerrarlos en la vitrina de siempre.

Tomo otros ejemplares de autores importantes y los acerco al ordenador. Otra vez abro al azar y resaltan frases prodigiosas. Va de antigua la costumbre de señalar con lápiz suave, lo que en un momento llamó mi atención.

Ahora lamentamos la muerte de Carlos Ruiz Zafón. Corro hacia su libro. En el prólogo de 'La Trilogía de la niebla' aparece subrayado:

“Hace unos años empecé a escribir un relato sobre un novelista que un buen día desaparecía de la faz del mundo sin dejar rastro…”

Los libros nos hablan. Nos reconocen, como si no hubiera pasado el tiempo.

Algunos autores no desaparecerán de la faz del mundo.

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