A veces, en algún colegio o colectivo de mayores, me han preguntado que desde cuando escribía. Hablando del tema, una profesora de escritura nos dio una respuesta interesante: ─Los escritores siempre están escribiendo, o enredados en lo que van a escribir.

Podemos estar aquí o allá, delante o atrás, arriba o abajo pero nuestras cabezas siempre están arreglando situaciones, mejorando nuestros cuentos o evadiendo sus tragedias. Es nuestra gracia y nuestra desgracia: la habilidad para despegarnos del suelo y conformar una realidad más acorde con nuestra capacidad de entendimiento. La que sea.

Desde pequeña, cuando mi vecina y yo leíamos los cuentos de El Capitán Trueno, soñábamos con sus personajes. Ella pedía ser El Capitán y yo Sigrid, su compañera. Las dos nos entusiasmábamos con sus aventuras peligrosas y cambiantes según avanzaban los capítulos. El tesoro de la lectura nos transformaba.

En algún momento, sustituimos esos libros por otros, con otro tipo de personajes, casi siempre femeninos. Aparecieron Juana de Arco, alguna científica, pocas escritoras y demasiadas santas.

Lo cierto es que cada sábado leíamos cuentos alquilados y el resto de la semana vivíamos de ellos. Nos llamaban aburridas porque no jugábamos… Jamás nos ocurría eso.

Sentadas en aquella escalera de piedra, gastada por el paso de los años de la calle Larga, mi amiga y yo encontramos la mejor manera de pasar un buen rato cada tarde. La lectura nos abrió un abanico de posibilidades. Poco a poco la narración se transformaba en interpretación. Ojalá que nada nos quite el recuerdo de esas aventuras que disfrutábamos al leer, ni la capacidad de cambiar sus escenas, ni la importancia de poner nombre a las narraciones o su escritura en papel.

Fue inevitable que se perdieran esos papeles. Que ya no estén esos cuentos, ni continúe Librería-Papelería Cortés que los alquilaba. Sin embargo, les agradezco mi afición por un buen libro y el seguir aprendiendo.

Cuántos vínculos con aquella escalera que, en sueños, aun me deja sentarme en su penúltimo escalón. Que me ayuda a pensar de qué puedo escribir en este día, que apenas ha empezado. En esta semana tan importante para los escritores.

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