La CuLa madrugada del pasado martes 27 de septiembre será difícil de olvidar por los cubanos, sobre todo por aquellos que vivimos en la parte más occidental de la Isla, en la provincia de Pinar del Río.

A las 3,30 de la madrugada, Ian un huracán de fuerza 3 llegaba a la costa sur de Cuba entrando en la Isla por la pequeña población de La Coloma. Hasta las nueve de la mañana en que abandonó el territorio pinareño y salió al mar, el huracán causó inmensos daños con fuertes lluvias y, sobre todo, vientos que alcanzaron los 208 kilómetros por hora. Uno más, 209, hubiera supuesto que Ian fuera clasificado como huracán de grado 4, en una escala en la que 5 es el nivel más alto. Según datos oficiales, un total de 63.133 viviendas fueron afectadas, además de otras 7107 que sufrieron un derrumbe total.

En la capital provincial, múltiples edificios perdieron sus techos, y decenas de postes de teléfono y de electricidad se desplomaron sobre las calles y carreteras y, a veces, sobre los mismos edificios. Entre la población nadie recordaba nada igual. Ciclones y huracanes anteriores causaron daños, pero ninguno como Ian. "El mayor desastre natural en la historia de la Provincia", he oído decir. Protección Civil evacuó a casi cinco mil personas que vivían en zonas de alto riesgo, lo que hizo solo dos personas perdieran la vida.

A los problemas que está viviendo la Isla en temas como alimentación, agua, medicamentos, etc. hay que unir ahora esta catástrofe. A muchos hubo que decirles que el huracán no fue un castigo de Dios, y que es a nosotros a quienes nos corresponde ver si se tomaron todas las precauciones antes del paso de Ian. Ahora toca reconstruir lo dañado. Poco a poco vamos viendo cómo un nuevo huracán, el de la solidaridad, va haciendo su aparición. Cubanos procedentes de otras provincias viene a Pinar a reparar los tendidos eléctricos y la telefonía. Países cercanos y la Unión Europea han comenzado a enviar ayuda. Con el esfuerzo de todos, saldremos adelante.