Se resolvió el debate con el resultado que todos conocemos, pero jamás olvidaremos ni la legislatura pasada, ni su ultima campaña. Nos acostumbramos a plenos cargados de tensión, cosa normal, llenos de faltas de educación, con cinismo y boicots, con sanciones y provocaciones, con amenazas y salidas de tono o expulsiones. Un nivel que finalmente dió su fruto en plena campaña.

Conforme llegaba el final de la legislatura, perfiles falsos, con falsas acusaciones  cargadas de odio, en donde ni se tomaban la molestia de informar, dejaron un mal sabor de boca. Ahora, los perfiles falsos comienzan a tratar de borrar el rastro, Las cloacas, fruto de un anónimo por todos conocido, pero que negará cualquier vinculación, y que como su nombre indica volverá a un lugar oscuro y húmedo, desaparece ( aunque no todo desaparece, porque siempre queda la nube informática que en cualquier momento puede ser localizada).

Ahora llega el momento de buscar justificaciones al por qué, siempre por elementos extraños y estrambóticos. Llega el momento del abrazo de Vergara, del beso de Judas, del llamar a las malas acciones juego electoral sin mala intención. Pero queda el recuerdo, queda el daño, y quedan los votos que han demostrado que la gente (insultada llamándolos imbéciles que solo votan al pan, al circo y al caciquismo, porque al final, nada han aprendido, y no me refiero al sufragio activo, sino el pasivo) piensa, reflexiona y vota.

Ha quedado demostrado que no todo vale, que hay límite, que, gracias a Dios, no todo el mundo piensa que el ser figura pública va ligado a convertirse en diana del daño. Ha quedado demostrado que al final, esa minoría ruidosa puede ser acallada cuando sobrepasa los límites. Pasará el tiempo y muy posiblemente muchos cambiarán de opinión sobre lo que hoy prefieren, y girarán su voto hacia otras formas de pensar.

Nada es eterno, pero las prisas, las malas artes y el daño gratuito, por suerte, pasan factura. De momento enhorabuena a quienes lo intentaron y lo consiguieron; a quienes dieron un paso adelante, sacaron pecho o tuvieron pundonor y nada consiguieron; a quienes subieron el peldaño que recompensa el esfuerzo; y a quienes recibieron lo que cosecharon, porque, al fin y al cabo, los mismos que un día los encumbraron descubrieron que cada uno llama a las cosas con el nombre que deciden, y es que nunca se debe olvidar que la política puede ser el arte de convencer pero jamás el de insultar.

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