El uso partidista de las administraciones públicas parece que no tiene límite. La presidenta de la Diputación acaba de recolocar a varios correligionarios suyos con sueldos que más quisieran la mayoría de los funcionarios por oposición. Hasta 20 cargos de confianza tiene la Diputación provincial, designados a dedazo por su presidenta.

Todos los partidos políticos han intentado acabar con una independencia de los funcionarios que les incomoda. Los funcionarios no deben lealtad a los políticos, sino a los ciudadanos y a la legalidad. Su estabilidad laboral, ganada en oposiciones, les garantiza esa independencia, clave en democracia. Para acceder a la función pública hay dos vías: las oposiciones y las elecciones.

Los partidos políticos se han inventado diversas artimañas para limitar, neutralizar o acabar con la independencia y profesionalidad del funcionariado: convocatoria de plazas con perfiles a la carta, tribunales controlados, abuso de los puestos de libre disposición para remover funcionarios molestos y colocar a adeptos, y la instauración de un sistema de cargos de confianza que usurpa el papel del funcionariado, creando una casta clientelar al margen de los procesos legales de acceso a la función pública. En la Diputación son expertos en todas ellas, y por parte de todos los partidos políticos.

Ahora es el PSOE, pero el PP hizo lo mismo. Cuando un alcalde del PP de El Puerto fue descabalgado por su partido, lo recolocaron en la Diputación, con el mismo sueldo, y sin hacer nada. En la secretaría de grupos políticos hay cargos orgánicos o familiares de dirigentes de sus partidos. Otros, como hizo IP, sólo van a la Diputación para financiar su chiringuito, en ese caso con el apoyo del PSOE de Cabañas. ¡La presidencia bien vale un corrupto en casa!

Nunca he entendido eso de “empleados de confianza” de los políticos en las administraciones públicas. ¿Se imaginan a un director de instituto o de hospital designando profesores o médicos “de confianza”? El acceso al funcionariado se basa en los principios de mérito, capacidad, imparcialidad e igualdad. Los cargos de confianza puede que sean personas capaces, pero no lo han demostrado en unas oposiciones. Con el carnet del partido, y la confianza del jefe o jefa de fila, les basta.