Análisis

Rafael Lara

Día contra el racismo: Que no te confundan

El discurso del odio no se limita a esas nuevas fuerzas de la derecha más extrema

Quiero creer que la sociedad española, y por supuesto la gaditana, es una sociedad esencialmente acogedora, abierta e inclusiva. Muchos datos corroboran esta esperanza. No sólo las encuestas sino los datos objetivos.

En 1996 el número de extranjeros en España significaba el 1% de la población. Hoy alcanzamos el 11%. Y este incremento de millones de personas en un par de décadas no ha generado conflictos ni enfrentamientos de gran alcance. Por el contrario, ha sido encajado de forma admirable por nuestra sociedad. Quizás con la excepción notable de la explosión racista que se produjo en El Ejido en el año 2000, donde "casualmente" Vox obtiene sus mejores resultados electorales.

También es un dato objetivo la movilización de la sociedad civil para acoger y atender a los miles de migrantes que han llegado a las costas de Cádiz y otras provincias andaluzas, ante la desidia y el abandono por parte de la administración.

Sin embargo, parece como si acabara el mundo. Irrumpen los mensajes tremendistas, las mentiras más descaradas en torno a la inmigración y la generación interesada de alarma social que alimentan un discurso cada vez más exacerbado contra los migrantes. Un discurso del odio que fomenta el racismo, la xenofobia y la crispación social. Todo ello nos está llevando a la radicalización más extrema y a la aparición de fuerzas políticas cuyas señas de identidad más representativas están en la difusión del miedo al otro, al diferente, el miedo a los que supuestamente no son como nosotros y nosotras.

Lamentablemente el discurso del odio no se limita a esas nuevas fuerzas de la derecha más extrema, sino que ha empapado también el parlamento de buena parte de la derecha más clásica, en una competencia sin cuartel para ver quien dice la burrada más sonada. El discurso de la ultraderecha neofranquista está marcando sin duda la agenda política. Pero estos partidos no tienen nada que ofrecer a la gente más necesitada, sólo un enemigo a quien odiar.

Con el recurso masivo a las redes sociales, difunden mensajes simples y sin matices, afirmaciones categóricas (nos invaden, nos quitan el trabajo, saturan los servicios públicos, les dan una vivienda…) que por más que sean falsos, calan como lluvia fina en algunos sectores sociales predispuestos. Discurso del odio, discurso del miedo. Que intenta extraer sin pudor el máximo rédito electoral de la angustia y el miedo al futuro que tiene mucha gente en estos tiempos de crisis e incertidumbre. Mucha gente temerosa de perder lo poco que tiene de lo que responsabiliza no a quienes le roban el futuro (ese 1% de la sociedad rico y poderoso) sino a los más débiles y frágiles que consideran una amenaza por el bombardeo diario de mensajes falsos pero simples y eficaces.

No basta llegado el Día contra el Racismo difundir mensajes de convivencia e integración. Los mensajes se los lleva el viento. Difícilmente son creíbles esos mensajes por parte de un Gobierno que maltrata a los inmigrantes en las fronteras y limita la acción de socorro de Salvamento Marítimo en una acción que, esa sí, alienta el discurso racista.

Nos preocupa particularmente también la acción de la Junta de Andalucía, entrampada en el pacto de gobierno con la ultraderecha, que continúe y agrave las políticas de los últimos años, que discriminan a los migrantes, que los mantiene en guetos, que deja de considerar a los niños y niñas como sujetos de protección… Esas políticas son el mejor caldo de cultivo para los mensajes falsos del discurso del odio que se difunden con cada vez mayor virulencia.

Desmontar esos mensajes para evitar que confundan a buena parte de la ciudadanía es tarea prioritaria para cuantos creemos en los derechos humanos, en la convivencia y en la democracia.

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