En alguna parte leí algo atribuido a sor Juana: “Callamos, no porque no tengamos nada que decir, sino porque no sabemos cómo decir todo lo que quisiéramos decir”. Estas mujeres sabias siempre se me adelantan. Hoy me cuesta escribir porque no sé cómo decir todo cuanto quisiera, sin patinar entre palabras vacías.

Junio es un mes de celebraciones. Lo dicen sin palabras los restaurantes, llenos de grupos heterogéneos, celebrando el tiempo en el que se han estado compartiendo distintas actividades. Es una manera de vincularse antes de la separación. De limar, si hubo, alguna pequeña rencilla. De ver otras facetas de las personas que comparten nuestras aficiones. Y se reúnen las academias de pintura o las de baile. Los compañeros de los centros escolares y los institutos. Los que comparten literatura, escritura o lecturas. Los antiguos compañeros de promociones. Después, en casa, contemplaremos la foto enlazadora, que nos recordará en el futuro, que fuimos relativamente felices con lo que hicimos o hacemos. Sin embargo, quedan demasiadas soledades.

“Cómo decir…”, sin pretender ofender o dar lecciones, que si no nos vinculamos a nada ni a nadie, seremos cangrejos ermitaños, caminando hacia atrás. Que esa vinculación exige un esfuerzo. Un desnudar la cabeza de tanta tele informando cómo tienes que pensar, vestir o moverte en sociedad… No es esa la sociedad que yo pretendo.

Voy a confesarles un secreto: me salvo cada día porque busco relacionarme con los mejores. Lo hice desde niña, por puro instinto. Mis amigas eran mucho mejores que yo, más estudiosas, más aplicadas… No me importaba ser la última. Cola de león. Si alguna habilidad desarrollé con el paso de los años fue esa. Y continúo. Tratar de alcanzar eso que creemos tan difícil es cuestión de persistir. De ser constante. Supone una cura de humildad. Mirar hacia adelante, sin comparaciones ni envidias que entorpezcan el disfrute. Lo que nos cueste será cosa de cada uno.

Recuerde, nadie es un negado para todo. Si busca, encontrará actividades que le gusten y le hagan más feliz. Será cuestión de compartirá vivencias y, cuando llegue el momento, celebrarlas.

Vivir es un regalo. Merece la pena.

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