Un día eres joven y al otro te sorprendes diciendo: "Los estudiantes lo que tienen que hacer es estudiar".

Sí, hay un momento en la vida de gente que se tiene por actual, y mentalmente activa, que dice cosas así. "En Cádiz se ha perdido el porte y la dis-tinción. Igualito que antes, esa calle Ancha, ellas arregladas y ellos con sus trajes oscuros de Juanma Loharía… y no ahora que van hechos unos mamarrachos. ¡Hasta con chancletas!".

Un día eres joven y al otro dices: "Nosotros sí que sabíamos lo que era el respeto y la disciplina". Aro, aro. "Guerras, las de mis tiempos y no el mamarracho de ahora", le dijo cierto día el padre del Cid Campeador a su hijo.

Envejecer es una batalla en la que muchos pierden. Es una lucha, pues hay que permanecer en estado de alerta, sin descansos ni tiempos muertos, para no oler a viejo, para no mirar el mundo con ojos de viejo, para no añadir más manías a las que ya tienes, para evitar que te sorprendan hablando solo.

Una dura tarea por mantenerse en pie, para que no te ablanden las pedradas que tira la vida (algunas dan de lleno), para no perder las ilusiones antes que el pelo, para no sentirte un estorbo, para que no se te olvide el nombre de las cosas. Por ofrecer resistencia para no rendirse antes de discutir. Y resistir a la tentación de hablar siempre de un pasado de guateques, de pelotas de trapo y de la mili. Momificaciones bíblicas. Carta del Abuelo Cebolleta a los millenials.

Hay pocas plagas peores que el cebolletismo: la música de mis tiempos sí que era música, no ese mamarracho de ahora.

Evitar el cebolletismo, con un animoso rechazo de la resignación, es ganar una importante baza a la vejez. Pero esto hay que currárselo día a día. Y mostrar que tú, tú mismo, sigues aquí.

Ya los millenials tendrán sus momificaciones -es una ley inexorable- y sus propios cebolletistas que reprocharán a sus hijos, la Generación Z, lo mamarrachos que son y que como en sus tiempos, nada.

Por mi parte, intento envejecer con dignidad, evitando el cebolletismo. Y cuando haya que irse, se va uno. Pero sin dar la lata.

Que todo tiempo pasado, fue anterior. Sólo anterior.

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