Los portuenses aprovechamos estos días para disfrutar y elegir entre tantas actividades propuestas. Sabemos que, sin duda, muestran una buena cara, una buena imagen de la ciudad. La oferta cultural se multiplica hasta el punto que nos preguntamos por qué no se dosificarán con esas semanas que no hay nada.

El desborde llega en torno al Día del Libro. Coinciden demasiadas presentaciones. Y yo que sé la ilusión que hace contar con la presencia de los amigos y conocidos en estos partos literarios, tengo que elegir. Y al hacerlo, me siento un poco mal si las dos parecen interesantes y, sobre todo, porque lo hecho con esfuerzo merece buen fin.

A esto añadimos la Fiesta de Los Patios. ¿Cómo desaprovecharla? ¿Cómo no implicarnos? Hay que saber agradecer la generosidad de sus dueños al consentir que los visitemos. Disfrutar con la Ruta de la Tapa, intentando recuperar esa cocina de antes. Acudir a la Feria del Libro, en la que nuestros libreros nos acercarán interesantes publicaciones. Participar en la lectura del Quijote que, con tanto acierto, prepara cada año la Academia de Bellas Artes. Visitar la exposición de sketchers, con temática de patios, y de bonsáis que se pueden visitar en El Hospitalito, o las últimas exposiciones de pintura. En fin, que oferta hay para entretenerse.

Y entre las conversaciones aparece la cruz: …pero, qué pena cómo está el Centro, con tanto cerrado.

¿A quién acusar? ¿Dónde compramos? ¿Qué hacer? Lo primero sería dejar de culpar a los políticos de turno e implicarnos en la mejora de la Ciudad. Preguntarnos cómo podemos actuar, cada uno, para recuperar su antiguo señorío.

Pongo un ejemplo reciente: Cerca de casa el viento tiró un árbol. Las raíces estaban absolutamente secas. Ningún vecino, ni siquiera yo misma que lo pensaba al pasar, le arrimamos un humilde cubo de agua. ¿Tan simples somos que debatimos entre dejar vivir a un árbol o creer que no es nuestra responsabilidad? Hay otros, junto a él, secándose también.

Doy mi enhorabuena a los propietarios de la calle Caldevilla, cerca de San Joaquín, por ser pioneros en intentar recuperar el bellísimo y sencillo Puerto de antaño.

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