Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

San Fernando está de moda, fluctuante y meliflua, es una ciudad agridulce. Mi amigo David Luna decía que le gustaba mucho hasta que paseó por Cádiz. Claro está, David es toledano y escribe ciencia ficción, así que tampoco hay que tomarse muy en serio su opinión. Aunque lleve la razón. Tras la Semana del Libro -o durante- se produjo la inauguración del Museo de Camarón. Los menesterosos de la pulla aludieron a que faltaba el "de la Isla" en el logo. Es cuestión de marcas, pienso yo, aunque llevan razón pese a no ser de Toledo. La jet-set política andaluza se dejó ver por el Museo, junto con la Chispa, veinte familiares de la Chispa, Tomatito, Paco Cepero, y otros artistas de más nivel. Muchos se quedaron sin entrar aunque las entradas gratuitas han empezado a venderse ayer. Abro interrogación. ¿Se puede vender algo que es gratuito? Cierro interrogación. Bien está lo que bien acaba, qué alegría que abra ese centro que tanto necesitaba el centro de la Isla, a la vera de la Venta de Vargas, justo ahora que el tranvía sube y baja la calle Real con periodicidad (algún día acabarán las pruebas, digo yo). Lo que decía, habrá que esperar un tiempo para comprobar la influencia del museo Camarón en nuestra economía local. El sucio parné. Muera la inteligencia. O si no muere, que se vaya a la playa acotada de Camposoto, en la que las gaviotas bombardean incansables el nuevo mobiliario pintado en verde agua. Muy chic, aunque de poca altura. ¿Son quizá las gaviotas las nuevas palomas? Algo más cruentas, un poco más violentas. Las veo capaces de publicar una nota de prensa que denuncie dónde tiene su despacho el presidente del consejo de administración del club de tiro al pichón. Gaviotas populistas en Camposoto, a la que le quisieron cambiar el nombre por el de la playa del Castillo, aunque hay una buena caminata desde la primera pista a la punta del Boquerón. Nombres… Hay nombres que se cambian con facilidad al albur de la bandera azul inflada por el tiempo, mientras que otros son inamovibles pese a su absurdez o inutilidad. Calle Vicario, la antigua calle Requetés de España, por ejemplo. La calle de mi abuela, como la llamamos en casa. ¿Quién era el vicario ese? ¿Será hijo predilecto de la Real Isla de León, acaso una broma macabra ideada por algún indigente intelectual? Uno de esos sin mierda en las tripas, que decía Montero Glez en un relato. La idea de la mierda ausente me conquistó, lo lamento. Espero que el vicario me disculpe desde el búnker del Boquerón. Leo ahora en el Diario que hay un plan programático, estructural y logístico para potenciar el Castillo de Sancti Petri -ese que robó el nombre a la playa de Camposoto- y las empresas auxiliares que lo soportan. Los alcaldes de la Isla y Chiclana acudieron a la presentación de ese plan, como buenos hermanos, y yo me planteo si tendré que ir a Chiclana para poder cenar a la luz de las velas, abajo del castillo, en San Fernando. Menos mal que la meliflua Isla recibió a Omar Montes y la gente puebla los bares. Todo en regla. Pero no se tomen muy en serio mi opinión; adoro Toledo.

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