Se han enojado al saber que el Gobierno estudia implantar un IVA del 21% para la enseñanza privada. Y han salido en tromba con razones de lo más variopinto. Unos dicen que supone atentar a la libertad. Ya ves. Cuando estos hablan de libertad -que ya tienen- se refieren en realidad al dinero. Otros, más ocurrentes, rechazan la medida, pues ese encarecimiento derivaría al alumnado a centros públicos, que se colapsarían. Ajajá, la empresa privada preocupada por lo público. Qué considerados.

Que se sepa, cobrar por la prestación de un servicio se llama negocio. Y ahora las empresas del negocio de la enseñanza privada llaman a la guerra santa porque les van a subir el IVA. Una medida económica que será perfectamente legal. Porque el Gobierno, aunque no quieran admitirlo, es un gobierno legal y legítimo, nacido de la voluntad popular expresada a través de las urnas.

Pero esto no va a pasar. No. Estos tienen amigos poderosísimos que se pasan por las tumbas etruscas la tontería esa de la legitimidad del Gobierno. "Esto te lo afina la Fiscalía", decía el ministro de la policía patriótica. Anda que no. Y si no algún juez, digamos proclive al clan opusdeístico, y tal vez educado en uno de sus colegios tan finos, "te lo arregla". Es la Providencia divina, dicen. Una Providencia que es como un árbitro casero, siempre barre para casa.

Los asaltos al poder ya no se dan con tanques en la calle, que lo dejan todo perdido de sangre y son muy ruidosos. Ahora se lleva lo soft, una cosa suavita en las severas salas de los tribunales. Demostrando que la justicia es igual para todos; otra cosa son las sentencias. ¡Qué barato les sigue saliendo todo!

Mientras sus fervorosos palmeros aplauden esas verdades a medias, apoyan la deslealtad institucional y aclaman lo que no es más que la defensa de un interés privado envuelto, eso sí, en el caramelo del patriotismo. Una cháchara indigesta que incluso aquí, en esta ciudad donde crece un tóxico clima de sigilo, de temor a hablar claro por miedo a la querella del poderoso y a perder el curro o la subvención, reduce la crítica a cenizas. Y eso nos hace cada día más cobardes y resignados.

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