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Puente de Ureña

Acerca de estas fiestas

Vivimos tiempos extraños. Tiempos que desacreditan la fe, tiempos sin nobleza, tiempos de corrupción, atentados, hipermaquiavélicos

El tiempo, ese que quema los relojes y la vida, es tan raudo que apenas logra hacer de nosotros una configuración fugitiva de acontecimientos efímeros. Pequeños destellos del algoritmo del ego, que entra sobredimensionado en un tiempo que no es sino una ilusión individual e imperfecta. Un yo que magnifica o simplifica la importancia de las cosas, siempre subjetivamente. Atendiendo a este efecto de refracción según se tengan más o menos luces, ni la poesía es la poesía ni la historia es la historia.

Se va a repetir la navidad, la encarnación del hijo de Dios y su nacimiento, y su historia hasta los presuntos treinta y tres años, con los que fue crucificado, muerto y sepultado. Entonces, es cuando el pensamiento, atendiendo a las realidades observadas, con las calidades y descalidades de gentes y personas, piensa en Judas. El discípulo más odiado de la religión católica. El que entregó a Jesús con un beso, porque decían que tenía el don de cambiar de apariencia. El apóstol que hizo bueno el dicho de Virgilio -Timeo Danaos est dona ferentes- temo a los Danaos hasta cuando ofrecen regalos, -el beso-.

¿Cuándo nació, dónde, qué edad tenía? Se desconoce la edad, se le supone de Keriot, en Judea, de donde Iscariote, aunque le adjudican también la etimología de sicario, asesinos, que usaban la daga o sica, para ejecutar a las víctimas. ¿Nos estamos apartando del tema? Pienso que la maldad es intrínseca al ser humano. Las religiones intentan extraer lo mejor del mismo, pero el odi et amo, dualidad virgiliana, nos atañe a todos. Si no hubiese sido Judas hubiera sido otro. El Cristo despertaba pasiones, todas, de amor, sus seguidores, y de odio, prueba de que el Sanedrín y Pilatos lo condenaron a muerte.

Vivimos tiempos extraños. Tiempos que desacreditan la fe, tiempos sin nobleza, tiempos de corrupción, atentados, hipermaquiavélicos, Jesús muere siempre. Siempre. Hasta cuando no es nuestro Jesús. Flavio Josefo, escribe que llegó a Jerusalén, cuatro años antes de la Guerra judía, un tal Jesús, hijo de Ananos, una persona no ilustrada, que comenzó a gritar en la explanada del templo: Pobre de Jerusalén y del Santuario, pobre de todo el pueblo. Anduvo gritando todo el día y toda la noche por las calles de la ciudad. Algunos ciudadanos nobles lo persiguieron y le pegaron una paliza tremenda. Pero sólo gritaba. No acusaba a nadie de ladrón, ni al templo, ni a los sacerdotes. Conducido ante el estaroste, fue flagelado y condenado a salir de la ciudad por loco. Durante el sitio de Jerusalén por los romanos, Volvió y gritaba, pobre de mí, pobre de mí, y entonces una piedra lanzada por una máquina de guerra lo alcanzó y lo mató.

No se abrió el cielo, ni la tierra, ni Judas, el pelirrojo, lo entregó. La historia es espantosa. La mente humana, también.

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