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Abrázame otra vez

Dar abrazos es de gente impetuosa, necesitada de impartir cariños varios

Lo vi el otro día en el telediario, luego ha de ser verdad. Están triunfando en el mercado aplicaciones para móvil que reflejan la decadencia de nuestra sociedad. La primera de ella es una app que permite encontrar amigos en las zonas cercanas a donde te encuentres. O sea, te mudas a una nueva barriada y te conectas a esa herramienta y descubres gente que, como tú, no conoce a nadie y, sin embargo, quiere hacerlo. Imagino a Santiago Abascal descargándosela en su móvil de carcasa rojigualda, temiendo que sólo le aparezca cerquita Monedero y descubriendo por sorpresa que hay más amigos en potencia de los esperados.

La información hablaba también de otro tipo de aplicaciones peculiares (y de extraños comportamientos de los usuarios de las nuevas tecnologías): una chica se alquilaba para dar abrazos por un módico precio; y es que cuando uno está de bajón a lo Pablo Iglesias antes de unas nuevas elecciones lo que necesita es que le planten un buen abrazaco de oso polar. Dar abrazos es de gente impetuosa, necesitada de impartir cariños varios por el mundo, como mi amigo Antonio Rojas, aunque también de cuñados. Sí, dar abrazos es de cuñado en nochevieja previa deglución de docena de uvas. Pienso en Albert Rivera abrazando a Pablo Casado pero solo porque me parece un tipo amigable, conste.

También había otra app que te permite encontrar a alguien con quien pasear. Es una especie de Blablacar pero sin contaminar el medio ambiente. Imaginé así a Pedro Sánchez arrendando a Rajoy -por decir alguien que le siguiera o superara el ritmo- y recorriendo con él los bellos paisajes de la residencia estival de Doñana. Es pensar en esa conversación, en la complicidad que podría haber entre los dos últimos presidentes del gobierno español, y se me ponen los vellos de punta. Desgraciadamente, nadie ha inventado la aplicación de Uber para el Falcon de Sánchez, que sería cojonuda para asistir a conciertos en grupo.

Luego comentaron sobre otro programa que me llamó especialmente la atención. Si necesitas a alguien que pose contigo en una fotografía en Instagram, descárgatelo. No se puede ser más fantoche y posturitas, la verdad. Posiblemente sea miedo a la soledad, a que recaiga sobre los hombros de uno mismo todo el peso de la foto individual, pero lo cierto es que da peor yuyu que el retrato de equipo de gobierno que nos regaló Díaz Ayuso, vestal romana, rodeada de su guardia de corps, como una Diana triunfante en "V".

A ver si alguien consigue unificar todas esas apps de cara al retorno laboral post-vacacional: sería ideal tener una que haga que tus compañeros de trabajo se conviertan en tus amigos, que el jefe te dé buen abrazo cuando te vea, que esté tan cerca la sede de tu empresa que los empleados podáis ir andando y que, una vez en el curro, te dejen hacerte fotos y subirlas a Instagram haciendo como que trabajas, igual que si fueras Gabriel Rufián.

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