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literatura juvenil

'El síndrome de Bergerac' o la labor del teatro como salvavidas adolescente

  • El escritor Pablo Gutiérrez habló, junto a la actriz Silvana Navas, de la novela ganadora del Premio Edebé de Literatura Juvenil

Pablo Gutiérrez ha ganado el Premio Edebé 2021 con 'El síndrome de Bergerac'.

Pablo Gutiérrez ha ganado el Premio Edebé 2021 con 'El síndrome de Bergerac'. / Txetxo Photo

En un mundo perimetrado, el canal de Instagram de Grupo Edebé sirvió para hacer la primera presentación de El síndrome de Bergerac, el título que le ha valido al escritor Pablo Gutiérrez la última edición del galardón con la que el sello reconoce las creaciones de literatura juvenil. Gutiérrez, profesor de bachillerato también en Sanlúcar, se ha inspirado en su experiencia en el aula de teatro de su centro para desarrollar esta historia que tiene en el propio Cyrano de Bergerac un buen espejo para el ímpetu, la inseguridad y el romanticimos adolescentes.

En la presentación, el autor estuvo acompañado por la actriz Silvana Navas, ex alumna que actualmente participa en los montajes del Teatro de la Comedia, en Madrid, representado textos clásicos. “La verdad es que de adolescente no tuve mucha relación con la interpretación en sí: fui muy torpe, lo confieso, y no me apunté a teatro”, confiesa Navas, subrayando, también, su timidez en la época y cómo el gusto por las historias la terminó llevando al escenario.

Así, en la presentación de El síndrome de Bergerac se habló de lo mucho que tiene de catárquico la experiencia teatral, de cómo “uno sube de una manera al escenario y sale de otra”, apuntó Gutiérrez; o de cómo el pánico escénico puede agarrotarte con 14 años pero, también, después de decenas de obras salvadas; o del gran aprendizaje que es comprender que nunca se está exento de cometer errores, solventables además en muchos casos: “Me gusta mucho, de hecho, cuando en una función ocurre cualquier error y se termina utilizando a favor de la obra, como en el arte de la guerra –comenta el autor –. Y eso es pura improvisación, porque en los ensayos no pasa nada, lo corriges”. “Porque al final, de hecho, lo que se premia es cómo se han solucionado los errores –apunta Navas–. No hay que tener miedo al caos, para que salga bien, la mayor parte de las veces hay que equivocarse”.

La intérprete también destacó el inevitable sentido de cooperación que, como se ve en la obra y como sucede en la vida real, tiene el teatro, “ya que tu talento no vale de nada si no eres capaz de sacarle lo máximo a tu colega”.

Y se habló, también, de la vindicación de los clásicos más allá de su papel literario, sino como muestra de “lo eterno humano”: “Yo interpreto textos de Lope y Calderón pero nunca me hubiera sentado a leer a Lope por gusto –comenta la actriz–. Es curioso ver cómo mucho público joven se siente identificado con las cosas que ve: de alguna forma, si te reconoces en algo que otra persona escribió hace 500 años, no te sientes tan raro. Pueden sentirse reflejados en personajes de La dama boba porque, al fin y al cabo, te habla de cosas que no han cambiado tanto: me enamoro del que no es, mi padre no me deja salir, etc, pero todo sublimado, elevado a poesía. Aun así, pienso que todo depende de cómo te presenten estas obras –continúa–, creo que es un error enseñarlas como su fuera ‘literatura dura’, porque se habla raro, en un castellano que no es el de ahora y en unos códigos que cuesta mucho entender de primera si no te los explican”.

En el caso de Cyrano de Bergerac, que es una obra exigente, la “bravuconería del personaje me servía estupendamente –indica Pablo Gutiérrez–, para hablar de cómo nos sentimos a los quince años, cuando nos creemos, o nos queremos creer, los mejores. Los personajes de El síndrome de Bergerac son ficticios y la trama, novelesca, pero todo está basado en lo que he vivido con mis alumnos, que pensaba que daba para una novela, y así ha sido. Ojalá que se contagie la energía para que, cuando acabe todo esto, profesores y alumnos se animan a montar algo parecido”.

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