Cultura

La princesa está triste

Biopic/drama, Francia, El Reino Unido, Bélgica, 2013, 113 min. Dirección: Oliver Hirschbiegel. Guión: Stephen Jeffreys. Fotografía: Rainer Klausmann. Intérpretes: Naomi Watts, Naveen Andrews, Douglas Hodge. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, San Fernando Plaza, Al Andalus, Yelmo, Ábaco, Cinesa Los Barrios.

El hundimiento es uno de los más hondos, desgarrados, dramáticos y complejos retratos históricos que haya realizado el cine. El tono claustrofóbico del búnker, la exactitud de la puesta en escena y la portentosa interpretación de Bruno Ganz la convirtieron en una obra de referencia. ¿Una isla en una filmografía mediocre? Antes de El hundimiento Oliver Hirschbiegel había dirigido algunos de los muy amables y entretenidos episodios de la serie televisiva Rex, el perro policía al que posteriormente dirigió en un largometraje, y la curiosa El experimento que, de alguna manera, parecía anunciar la angustia claustrofóbica y el análisis de los comportamientos perversos de El hundimiento. Tras su obra maestra no acertó ni en la ciencia ficción (Invasión) ni en recreación de un hecho histórico ligado al terrorismo irlandés (Cinco minutos de gloria).

Cuatro años después vuelve al cine, tras estos tropiezos, con la historia de los últimos años de vida de la errática Diana de Gales -trágica Cenicienta cuyo zapato de cristal se convirtió en un mortal amasijo de hierros en un túnel parisino- y sus amores de acusada tendencia islámica. El personaje no da para mucho. Una mujer desdichada y parece que no muy inteligente, nombrada princesa del pueblo por la prensa sensacionalista y rosa a la que ofreció poses e historias irresistibles, una esposa engañada, una princesa desengañada, una amante con parejas excesivamente locuaces... Una Cenicienta trágica, como he dicho, a la que nadie le explicó que su matrimonio era asunto de Estado y no de amor. Se creyó el cuento que la prensa del corazón contó sobre ella y la televisión mostró a todo el mundo. Y después se despertó. O se contó a sí misma otro cuento: el de la pobre niña multimillonaria que reparte su incomprendido y herido corazón la caridad y el amor.

Incomprensiblemente Oliver Hirschbiegel, ignorando el precedente de excelentes películas sobre la familia real inglesa como The Queen o El discurso del rey, ha escogido un tono superficial y blando de teleserie. La falta de interés del tratamiento, unido a la falta de interés del personaje, hace que todo derive hacia lo rosa. Parece que El hundimiento fue fruto de un talento que se agotó en ella.

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