Una pareja con clase

Alicia Giménez-Bartlett y Daniel Sánchez Arévalo hablan de sus novelas La primera trata la lucha de clases, la segunda la superación personal

Alicia Giménez-Bartlett y Daniel Sánchez Arévalo posan ayer en Barcelona
Alicia Giménez-Bartlett y Daniel Sánchez Arévalo posan ayer en Barcelona
Tamara García Barcelona / Enviada Especial

17 de octubre 2015 - 05:00

Alica Giménez-Bartlett se defiende con humor e ironía. Daniel Sánchez Arévalo deja entrever sus obsesiones, casi, su fragilidad. La escritora manchega lleva la palabra Merde bien grande en el pecho cuando recoge el galardón en sudadera de brillo, tira de anecdotario-ficción para congratularse por un secador de pelo que le ha tocado en el súper y se atreve a dar un trago a morro de la botella de agua en su encuentro, minutos después con la prensa. El madrileño titubea y se emociona en la reunión mediática al identificarse con la huida hacia delante de Alice, la protagonista de su novela, y de la cualidad mágica de la escritura que la hace volar, escapar de una realidad demasiado agresiva, como también recuerda en la nueva cita con los medios al día siguiente de ser proclamado finalista del Premio Planeta. Giménez-Bartlett y Sánchez Arévalo, la ganadora con la melena a la mejilla de corte perfecto, el finalista con el cabello revuelto, funcionan como pareja vencedora. Hasta el jurado del certamen se muestra más que visiblemente satisfecho. Son atractivos, cada uno a su manera, y hablan de sus novelas, a priori, también atractivas (el 3 de noviembre se confirmarán o se desmetirán las impresiones). Es una pareja con clase que se atreve, cada uno en su propio relato, con dos historias de clases. Una reflexión sobre la facilidad de saltar de una a otra en la cambiante y extrema realidad en crisis que estamos viviendo en Hombres desnudos; y una inmersión en las capas más profundas, y más feas, de la aparente perfecta sociedad media-alta americana en La isla de Alice.

"¿Qué tiene que ir antes, la lucha feminista o lo clasista? No sé, creo que no se puede saber pero, en el fondo, siempre pienso que lo que palpita en nuestro mundo es una lucha de clases". "Esta novela es una novela comprometida con la realidad y con el momento en que vivimos pero no alza el puño, no es una novela militante, pues eso ya lo hemos superado, pero creo que en ella se ven con claridad las injusticias". Más acelerada el día de su proclamación como ganadora del Premio Planeta, más reposada en la jornada siguiente, la gran dama española de la novela negra habla de "la realidad inmediata" a la que mira en Hombres desnudos. Una historia sobre el encuentro explosivo entre un joven profesor de literatura en paro que sobrevive del streptease y la prostitución y una mujer madura de éxito que acaba de romper su matrimonio. Una narración que se sitúa "en una ciudad indeterminada de España donde la crisis ha acarreado cambios sociales tan bruscos que puede llevar a una persona de una clase social a otra y verse envuelta en un mundo que no es el suyo", adelanta la literata que aclara, con guasa, que "no es una obra autobiográfica".

"Esto está ocurriendo, no me lo invento", dice tajante Giménez-Bartlett que se lamenta por "una juventud a la que se le ha robado su potencial" y que se congratula por la "ascensión" de un tipo de mujer "madura, triunfadora" que han logrado "romper con los prejuicios y tabúes" porque, como apunta la creadora de Petra Delicado, "las mujeres han cambiado mucho y eso también cambia el tejido social de un país".

Otro tipo de retrato social, el de una clase que se caracteriza por estar bañada con una engañosa pátina de orden, se encarga de arañar y descalcificar el cineasta, guionista y escritor Daniel Sánchez Arévalo. El finalista del Planeta conoce bien la materia prima con la que trabaja, ha vivido, recuerda, en Estados Unidos varios años y ha tenido la oportunidad de observar de cerca a esa clase americana media-alta de apariencia perfecta tan hipócrita, en realidad, que provoca que esta historia "sólo podría ocurrir en Estados Unidos porque aquí, al final, nos decimos las cosas a la cara y somos más arrebatados", argumenta el autor que se traviste en Alice Williams. La protagonista de su novela es madre de una niña de 6 años, Olivia, y de Ruby, que está en camino, que de la noche a la mañana ve "resquebrajada su burbuja" cuando la muerte de su marido le acarrea, además de la pérdida, un misterio que se empeñará en resolver y que la llevará, acompañada de ese gineceo que es ahora su familia, a una pequeña isla de 500 habitantes con el objetivo de averiguar el por qué su marido murió allí.

Con esta Alice empecinada en huir adelante para superar el luto, un empeño que roza lo obsesivo, se identifica Sánchez Arévalo que confiesa en sus primeros momentos como finalista que él también se agarró a algo, "a esta novela", para superar una pérdida, la de Héctor Colomé, la pareja sentimental de su madre durante 25 años. "Me aferré a la novela como Alice se aferró a la isla. Mamá todo esto es por y para ti", suelta a bocajarro en una hermosa declaración de amor donde también guarda un hueco para su padre, el que siempre le ha dicho que tiene "una flor en el culo" y con el que comparte su tendencia "a la reclusión", y para "su hermano", tilda en franca camaradería con el actor, Quim Gutiérrez, que en primera fila sonríe al amigo.

Con Giménez-Bartlett también surgió el feeling durante su segundo encuentro con la prensa. Ya hubo bromas entre los autores planetas. Él le pide un secador de esos que le regalan a ella en el súper. Ella le advierte que en el campo no hay muchos psicólogos en contestación a la intención del cineasta de irse de retiro. Hay risas, hay un comienzo de complicidad que les vendrá bien para la gira a la que pronto se tendrán que enfrentar.Y hay dos autores que se preocupan, concienzudamente, por quién y de qué manera lleva la voz cantante en sus obras. Así, el autor de El sueño de Alice intenta "que el lector piense que quien escribe la novela es una mujer", mientras que la creadora de Hombres desnudos toma "un recurso del teatro del siglo de oro y de la ópera" que es el de parar la acción y congelar a los personajes para que uno de ellos se dirija al lector. "Lo que ocurre es que en mi novela son varios los personajes que relatan en primera persona, hay varios puntos de vista, diálogos mezclados con monólogos interiores... Es un lío del carajo", resume, con toda naturalidad, Giménez-Bartlett que ya avisaba que "lo solemne" le "joroba mucho".

Narradores de historias, al fin y al cabo. Buceadores de la psique. "Yo he estado 15 años en psicoanálisis sacando mi mierda y al final lo mejor es hacerte amiga de ella", dice Sánchez Arévalo que parece escribir para eso de abrir heridas y cauterizarlas. "Mi novela se mueve entre el retrato social y lo psicológico pero, ¿no es así como nos movemos las personas, en medio entre lo que pensamos y lo que nos impone la sociedad?", reflexiona Giménez Bartlett.

Ganas de decir y cosas que decir. "No quiero ser un grito en el desierto", se confiesa el cineasta al que le ha costado verse de escritor y quien también ve una película en su obra (con Antonio de la Torre, cómo no, en un personaje que lleva su nombre y su Málaga en el dni) y que bien pudiera dirigir él "o Sam Mendes, David Fincher o Alejandro Amenábar" a quien ya ha mandado "tres o cuatro mensajes", ríe. De Hombres desnudos ni se plantea si habrá película o no, pero la expectación está servida si atendemos a las palabras de miembros del jurado como Rosa Regás, que se deshace en elogios, o Fernando Delgado que no se arruga al decir que es una de las novelas de las que "más orgulloso" ha estado en premiar.

stats