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Arte

Los parámetros de una pintura llena de firmeza y convicción

  • La artista granadina María Teresa Martín-Vivaldi muestra en la galería Benot de Cádiz una exposición con su visión luminosa de la realidad

Detalle de la obra 'En la falda de la sierra'.

Detalle de la obra 'En la falda de la sierra'.

La pintura moderna plantea tantas incidencias creativas que es difícil mantener sobre ella unos criterios valorativos con respecto a su idoneidad y solvencia artística; máxime cuando el arte está hoy estructurado desde infinitos argumentos y todo puede ser susceptible de considerarse obra de arte importante con marchamo de suma trascendencia. Esto hace que exista un estamento muy inestable que produce gran desasosiego en quienes no están acostumbrados a las veleidades del arte – también en los que lo están–. En estos momentos se hace muy buena pintura; esto es algo que no tiene vuelta de hoja; incluso, los abanderados de la suprema modernidad y del arte no acomodado a los postulados de una expresión pictórica rigurosa y promotores de esquemas a veces imposibles, de esquivos planteamientos de escasa comprensión, quieren, ahora, subirse al carro de lo que antes ponían, sistemáticamente, en duda. El arte y sus valedores – críticos, galeristas, directores de centros de arte…– son así de cambiantes y lo que ayer no valía, para ellos, hoy es el culmen de la bondad creativa y panacea del buen hacer artístico.

Hace tiempo que María Teresa Martín-Vivaldi nos convence con una pintura de fuerza indiscutible, de apasionadas modulaciones cromáticas y sujeta a los postulados de la gran pintura de siempre. Marite es pintora de Granada; artista granadina de contrastada solvencia y en posesión de una trayectoria sustentada en el poder de la forma, en la conciencia de un expresionismo figurativo, ordenado desde el vibrante planteamiento de un color que estructura una realidad muy bien definida y acertadamente llevada a los esquemas de una figuración contundente, sin premisas para el efectismo y abierta a los mejores desenlaces de una plástica que ella formaliza clara y sin reveses.

En la ciudad de los Cármenes hemos podido contemplar su obra en varias ocasiones; incluso tuve el honor de seleccionarla para una exposición, organizada por el diario Granada Hoy, con motivo de su primer aniversario y de la que fui su comisario. En ella compartió espacio con los artistas que conformaban la historia reciente –pasada, presente y con clara posiciones de futuro– del arte que tenía a Granada como centro neurálgico impulsor. María Teresa Martín-Vilvaldi nos ofrecía un pequeño, pero sugestivo, conjunto de obras, donde sobresalía ese poder cromático que caracteriza su producción.

Ahora llega hasta Cádiz, una ciudad que sabe mucho de los buenos argumentarios que se producen en una pintura con muy buenos actuantes. Lo hace en una galería –desgraciadamente la única de la ciudad– que lleva mucho tiempo apostando por la pintura buena, esa que se sustenta en los postulados creativos bien construidos, en las formas poderosas que se alejan de las burdas experimentaciones sin sustancia y donde la pintura mantiene un vigor sin discusión alguna.

En el espacio expositivo que dirige Fali Benot se presenta esa visión luminosa de la realidad que la artista granadina consigue llevar hasta su extremo más expresivo. Una realidad cromática donde todo queda supeditado a un juego pictórico muy bien planteado en fondo y forma; donde el concepto plástico surge acertadamente aderezado desde el conocimiento sustancial del hecho artístico; donde la pintura no ha sido dejada al azar de una conciencia formal de cierto postulado automático –lo que a veces deja buenos argumentos pero donde, y es lo habitual, sucumbe una historia mal concebida desde el principio– y donde, en definitiva, la pintura aparece exultante, con los esquemas conformantes muy bien distribuidos y confeccionados para que establezcan su realidad artística definitiva.

Pero la pintura de Marite Martín-Vivaldi no es la traslación fiel de un bello modelo; esas argumentaciones fáciles son propuestas siempre fallidas por falta de sustancia artística de verdad. En su obra existe un profundo análisis de la forma, del propio estamento creativo, de la representación. En su pintura todo queda supeditado a la fuerza intrínseca de la materia plástica, a ese poderoso sistema –el color, siempre el color– que, a veces, deja en suspenso la propia ilustración y, en otras, se magnifica la realidad descrita. Hay como una medida rigurosa de lo que se pretende. Por eso, en las obras de esta artista la poderosa figuración se da la mano con el esencial desarrollo de una abstracción mínima pero exultante, básica y contundente a la vez. Todo ello proviene de una posición muy bien ajustada, donde continente y contenido unifican registros para un fin de clara exuberancia pictórica.

La exposición que lleva Fali Benot hasta su galería nos muestra la obra de una artista consolidada en los parámetros del buen hacer pictórico; una artista con amplísimo bagaje que, sin duda alguna, se posiciona en una figuración muy bien sustentada, sin alharacas ni extravíos; dejando constancia de la firmeza de una pintura que se abre a los postulados eternos de un arte que no necesita de extravagancia alguna para ofertar firmeza y convicción. Se trata de una pintura, al modo Benot –seria, rigurosa, sin guiños al sol, bien construida y descubridora de una artista importante–; ese que no deja resquicio alguno para equivocarse con ella.

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