Cultura

Cuando la música promueve desarrollos paisajísticos

Antes de marcharse a Basilea para participar en VOLTA 9, uno de los proyectos expositivos de más interés dentro de la Feria BASEL por estar dirigido a los artistas emergentes y con más proyección, Carolina Alarcón y Julio Criado nos presentaron la obra de Simón Zábell, el artista malagueño afincado en Granada donde ejerce un entusiasta trabajo en su Facultad de Bellas Artes y donde forma parte de ese cuadro trascendente de artistas que, desde la ciudad granadina, se extiende por todo el territorio de la mejor creación que actualmente podemos encontrar.

La exposición en la galería sevillana nos vuelve a situar ante un Simón Zábell basando su obra en la música. Si hace un par de años lo vimos "interpretando" un curioso entramado pictórico basado en composiciones musicales desarrolladas en torno a la familia real de Hawai, poco antes de ser derogada la monarquía que existía en la isla y que aquella representaba. Ahora, lo musical está mucho más presente en la obra de Zábell, toda vez que una serie de registros relacionados con la música sirven de base material para asumir un proyecto creativo en el que intervienen muchos elementos de suma fortaleza plástica y estética.

El pintor malagueño centra su actividad en la obra Des canyons aux étoiles (De los cañones a las estrellas) del compositor francés Olivier Messiaen; un encargo que realiza, en 1972, para conmemorar el Bicentenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y que el músico compone tras la contemplación del paisaje del Gran Cañón. Simón Zábell, bajo la influencia musical de Messiaen, proyecta una especie de nuevo paisaje donde lo natural se funde con lo imaginable haciendo posible una nueva realidad cuya entidad creativa aporta nuevos elementos. Así nos presenta una serie de lienzos donde las partituras de Messiaen han sido grabadas con láser hasta perforar las telas. Junto a esos doce lienzos, el artista acomete un proceso pictórico mucho más ambicioso. Unas manchas de color fluorescente se disponen rítmicamente en un proceso de minucioso trabajo de descomposición cromática que formula una poderosa, expectante e inquietante, sensación óptica que desvirtúa la mirada y posiciona al espectador en una envolvente situación de absoluta emoción. Este proceso pictórico es llevado, de la misma manera, a lo tridimensional, aumentando, con ello, la propia sensación paisajística.

La muestra, resuelta museográficamente de manera rigurosa -algo muy habitual en los desarrollos expositivos de los jóvenes galeristas-, nos vuelve a plantear los ilimitados desarrollos artísticos de un Simón Zábell que, cada vez más, profundiza en más abiertos proyectos creativos; proyectos que siempre están estructurados desde una pulcra manifestación material para, desde ella, plantear infinitas circunstancias que llevan al espectador a un estado de ilimitada emoción y a contribuir a potenciar el elemento conformante con una cómplice mirada.

De nuevo Simón Zábell sintoniza con un estado musical que él asume para dotarlo de motivadoras circunstancias estéticas. Funde la música con la plástica y, con ellas, hace transitar al espectador por rutas comprometidas buscando posicionarlo en una nueva sensación llena de espiritualidad.

Muy afortunada es esta nueva comparecencia de uno de los autores que siempre nos ha sometido a supremos estados de emoción artística. Ahora continúa formulando su especialísimo compromiso con una música a la que extrae sus máximos argumentos para generar nuevas situaciones identificativas.

Galería Alarcón-Criado Sevilla

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