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"El silencio sobre la guerra servía para saltar los traumas y para salvar la vida"

José Jurado, durante un momento de la entrevista.

José Jurado, durante un momento de la entrevista. / Jesús Marín

–’Soldados y padres’ (Fundación Lara) tiene la peculiaridad de ser un ensayo “vivo”, que cuenta con la colaboración de los hijos de los protagonistas, poetas como Joan Margarit o Llamazares. ¿Cómo ha sido la experiencia?

–Aunque he tirado mucho de hemeroteca, como es lógico, lo que quería era centrarme en la repercusión que todas aquellas historias del pasado habían tenido en el ahora, y para eso interesaba que fueran los propios implicados los que contaran cómo viven hoy ese recuerdo,cómo pesa en ellos esa memoria. Me interesa también que el lector proyecte esa reflexión sobre su propia vida.

–¿Ha tenido ya algún feedback al respecto?

–Pues la verdad es que sí, un montón de correos o comentarios en redes porque, en definitiva, la línea es una línea común: las consecuencias del pasado, lo queramos o no, sobre nuestro presente.

–La selección reúne a nueve poetas, ¿por qué precisamente estos nombres?

–Bueno, pues lo esencial era que fueran autores vivos cuyos padres hubieran sido soldados durante la Guerra Civil. Todos ellos han dejado, al menos, un poema escrito sobre esa circunstancia, que era lo que más me interesaba, la memoria poética, que suele ser más selectiva y en la que, además, muchas veces las implicaciones y recuerdos quedan reducidos a un símbolo: el capote en el caso de Margerit, las muletas en el de Jacobo Cortines... Nuestra memoria es selectiva y lo poético también lo es. Desde luego que hay autores que se han acercado a la Guerra Civil desde el ensayo o la narrativa, pero me interesaba la poesía porque creo que va más a la esencia de las cosas. Es una reducción de los recuerdos, las sensaciones y los conflictos.

–Curiosamente, muchos de estos autores se acercan a toda esta complicada experiencia ya desde la edad madura, al haber cumplido 40 o 50 años

–Empezamos a querer conocer los relatos de la familia cuando ya hemos sido padres o cuando nuestros padres han muerto. Por eso, muchas veces, el diálogo no es posible. También la trayectoria lógica es que de joven quieras ser rupturista y diferente, el clásico matar al padre.

–Otro de los elementos comunes a todos ellos ha sido el silencio. El mutismo respecto a lo que sucedió.

–Todas las teorías del trauma juegan en esa perspectiva. Si ha sido derrotado, el silencio no es sólo para no revivir un trauma tremendo, sino también como una forma de mantener oculto el estigma de haber sido republicano y rojo, y salvaguardar la vida y la dignidad. Como una defensa.

–Luego hay casos como el del los familiares de Trapiello, que vivían en un estado de continua preocupación convencidos de que “les harían a ellos lo que ellos habían hecho a otros”. ¿Hasta qué punto cree que la Transición fue producto del miedo?

–La sociedad funciona realmente por la política del miedo, como tan bien cuenta Isaac Rosa en El país del miedo. En la Transición yo creo que fue por lo que se guió todo el mundo: mejor perder algo, se debió pensar, a perderlo todo.

–De todos estos silencios de los que hablábamos, el que más llama la atención es el de Gustavo Durán Martínez, el padre de Jane Durán. Vivió tres vidas.

–Su historia es la que más me ha impactado, porque parece de película. Su figura es la de un dandi, sofisticado, tocando el piano. Y luego, cuando estalla la guerra, no sólo se truncan sus expectativas (cosa que le ocurrió a todos), sino que se convierte en miliciano y desarrolla una carrera militar de muy alto nivel. Yo creo que toda la inteligencia y el método que él usaba para componer y para la música, la usa luego en desarrollar estrategias militares:de hecho, es uno de los mejores estrategas del conflicto, algo reconocido incluso desde el bando nacional, por la capacidad mental que pone en la guerra. Tras el conflicto, escapa a Reino Unido (donde impartió una conferencia sobre la guerra española, una de las dos veces que se sabe habló en público sobre el conflicto en su vida), y después a Estados Unidos. Durante mucho tiempo, sin embargo, pesó sobre él la sombra de haber sido comunista y el espionaje soviético, que nunca se pudo demostrar, siendo investigado incluso en el macarthismo.

–Dice que, en gran medida, este ensayo va sobre el proceso de búsqueda, sobre la construcción de la identidad personal. ¿Qué ocurre –a nivel personal y nivel colectivo, como sociedad– si no se conoce con exactitud el pasado?

–Pues creo que, en ambos casos, sucede algo similar a lo que pasa en los episodios de amnesia: la amnesia te puede llevar a la felicidad pero el recuerdo, la verdad, te lleva a la lealtad contigo y la coherencia ética, quizá a no dar lecciones, a no actuar como si surgiéramos de la nada.

–El hecho de que todos podamos sentirnos identificados con gran parte de las vidas y circunstancias que aquí se presentan, sirve para hacer ese ejercicio con uno mismo. Aunque haya alguna que otra caja de música.

–De alguna forma, creo que estos testimonios pueden ser un remedio para ayudarnos a conocernos y que no suenen esas cajas de música.

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