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“El incendio provocado del Reichstag salvó a Hitler de su caída en las elecciones de 1933"

Negro sobre negro

Fabiano Massimi profundiza en su última obra, ‘Los demonios del Reich’ en el ataca al Parlamento alemán, “el 11S del siglo XX” que acabó dando las llaves del poder absoluto al líder nazi

Fabiano Massimi. / Alfaguara

Fabiano Massimi (Módena, 1977) es uno de los escritores italianos que más éxito internacional están cosechando en los últimos años. Sus novelas El ángel de Múnich y Los demonios del Reich se han traducido a varios idiomas y se han vendido por miles. Esta semana Fabiano, cuyos libros son publicados en España por Alfaguara, ha concedido una entrevista a este diario para contarnos más detalles sobre su última obra.

–Los demonios del Reich sitúa la acción en lo que usted viene a denominar el 11S del siglo XX, el incendio del Reichstag, que marcó un punto de inflexión en el ascenso nazi. ¿Cree que de haberse podido evitar los sucesos del 27 de febrero de 1933 Hitler no habría sido capaz de atesorar tanto poder?

–Es difícil saberlo. La historia de los “y si...” es un juego interesante al que hasta Churchill jugó (ganando incluso el Nobel de literatura). Pero, como sostenía Umberto Eco, las hipótesis alternativas siempre son ciertas porque las premisas siempre son falsas. Lo que sabemos con certeza es que todos, en Alemania, creían que en las elecciones del 5 de marzo de 1933 el partido nazi perdería terreno. Hitler y su círculo más próximo estaban seguros de que su trayectoria política había llegado a su fin, salvo que aconteciera algo inesperado y traumático. Algo como el incendio del Reichstag.

–¿Se sabrá algún día quien prendió fuego al parlamento alemán?

–Me temo que no, aunque desearía que sí. Muchos documentos han quedado destruidos, muchos testigos han muerto en trágicas circunstancias (hay quien sostiene que el principal objetivo de la Noche de los cuchillos largos fue, precisamente, eliminar a los que sabían demasiado sobre ese asunto). Pero todavía mantenemos la esperanza de que, en algún lugar, todavía quede algo que nos permita aclarar definitivamente ese suceso. Sin duda, es curioso que, casi noventa años después, todavía no se haya encontrado una explicación convincente sobre un acontecimiento tan importante. Y tampoco cabe duda de que el único culpable oficial (a quien Los demonios del Reich está dedicado) fue solo un chivo expiatorio.

–En El ángel de Múnich su novela giró sobre el asesinato de Geli Raubal, la sobrina de Hitler, de cuya investigación se ocupó el policía Siegfried Sauer, que vuelve a protagonizar su última obra. ¿Qué ha cambiado en Sauer en el tiempo en que transcurren ambas acciones?

–En El ángel de Munich, Sauer era comisario y no conocía el amor. En Los demonios del Reich es un simple ciudadano que tiene que vivir de incógnito y que, tras su encuentro con Rosa Weiss, tiene el corazón roto. Cuando recibe la noticia de que su amada ha desaparecido en circunstancias peligrosas en Berlín, es él quien debe ir en su busca, pero sin la protección y las ventajas de una placa y sin conocer ni la ciudad ni sus riesgos. Sauer ya ha tomado conciencia de que el nazismo es un mal a evitar, pero las sombras de su pasado le impiden sentirse a salvo. En Berlín, con toda la crueldad que un novelista puede infligir a sus personajes, Sauer tendrá que enfrentarse a todas esas sombras, una por una.

–¿Por qué cree que siguen teniendo tanto éxito las novelas sobre la República de Weimar y la época nazi?

–Porque esa época tan lejana está, en realidad, muy próxima a nosotros; es el espejo oscuro de unos tiempos igualmente inciertos, confusos, agitados y peligrosos. Mil veces, durante mis pesquisas para El ángel de Munich y Los demonios del Reich, me encontré pensando: “Esto ocurre todavía hoy” o “Yo también sentía lo mismo. Yo también tenía las mismas esperanzas y los mismos miedos”. Cuando estudiaba en la facultad circulaba un famoso libro en el que un gran historiador británico hablaba del siglo XX llamándolo “el Siglo Breve”. Entonces, todos estábamos fascinados con esa idea, pero hoy debo decir que, mirándolo bien, el siglo XX no ha sido breve en absoluto. Más bien ha sido un siglo largo, larguísimo, en el que todavía estamos atrapados. Fascismos, nazismos, totalitarismos de todo tipo nos acorralan desde todos los lados. Las crisis económicas, los nacionalismos y la incertidumbre política son unas constantes en Occidente. Por ello no debemos bajar la guardia. Hay que permanecer atentos. Y, volviendo a su pregunta inicial, a veces resulta más fácil recordar la Historia a través de una historia.

“Los gobiernos no van a olvidar lo fácil que ha sido encerrarnos en casa a todos”

–Tras el éxito internacional de El ángel de Múnich, ¿ha sentido más presión ante el teclado?

–No exactamente. O, mejor dicho, sí, pero no como esperaba. El ángel de Munich lo escribí a ciegas, sin un agente o un editor esperándome. Quería contar la historia de Geli Raubal y sabía que, siempre que no lo hiciera muy mal, podría conseguir publicarlo de algún modo (después de todo, se trataba de una historia excepcional, que llevaba décadas esperando que alguien la contara). Después, el libro alcanzó un éxito impensable que sigue generando premios, traducciones y contactos televisivos, por lo que me di cuenta de que yo no era el único al que le interesaba una novela de corte histórico-policiaco ambientada en ese periodo. El hecho de poder escribir otras novelas en la misma línea supone para mí un alivio y saber que hay editores dispuestos a publicarlas es una bendición. La verdadera presión es solo mía, es interior. ¿Cómo se escribe la secuela de un libro tan exitoso o, mejor dicho, tan justificado en sí mismo? No quería, como suele decirse, aprovechar el tirón. Si Sauer tenía que volver, quería que fuera por un motivo importante, muy importante, al menos tanto como el que lo llevó a investigar sobre Geli. Y cuando me topé con Marinus van der Lubbe entendí que ese motivo existía.

–¿Cuándo comenzó a investigar la época nazi y a personajes que cambiaron la historia del mundo?

–En realidad, no era un tema que me interesara demasiado. Creía que conocía hasta demasiado bien esa época terrible y zambullirme en ella era lo último que deseaba. Fue Geli quien me llamó, por así decirlo. Cuando encontré su historia fue como si una mano invisible me agarrara por el pescuezo y me pusiese ante un camino desconocido y absolutamente congenial a mí. De hecho, documentarme sobre el Múnich de 1931 primero y, después, sobre el Berlín de 1933 me resultó sumamente fácil. Quizás, sin yo saberlo, toda mi vida me había llevado allí. Y ahora quién sabe a dónde me llevarán mis nuevas novelas.

–Usted es italiano, un país que como Alemania o España sabe lo que es vivir bajo el yugo de un dictador. ¿No tiene la tentación de situar nuevas historias en su propio país con el fascismo como trasfondo?

–Sin duda, la tentación es fuerte. Incluso tengo guardado un argumento para cuando pueda contarlo. Se trata de una historia similar a las de Geli y Marinus; un hecho realmente ocurrido y muy poco conocido, que arroja una luz siniestra sobre la Italia de los años 40. El problema es que estoy demasiado metido en esa historia para poder escribir sobre ella, por lo menos de momento. Una cosa es hablar de hechos ocurridos en Alemania que están muy arraigados en mi vida, pero de los que me separa cierta distancia cultural; otra cosa muy distinta es contar sucesos italianos sobre los que mi propia opinión es necesariamente sesgada. Hay que tener mucho cuidado cuando se habla de uno mismo. En cierto sentido, las novelas alemanas me sirven para medirme.

–Leyendo Los demonios del Reich he tenido la sensación de que estaba ante una novela con más ritmo literario que El ángel de Múnich. ¿Esto tiene que ver con la tensión de la inminencia del atentado, con la madurez de Sauer o es algo que le ha ido marcando la propia trama conforme avanzaba?

–Yo diría que las tres cosas a la vez, porque mientras escribía Los demonios del Reich las tenía presentes. Como decía antes, no era fácil escribir una secuela de El ángel de Múnich, en primer lugar por razones morales, pero también por una cuestión estética y literaria, ya que se supone que un escritor va evolucionando entre un libro y otro, y que las novelas posteriores deben subir el listón con respecto a las anteriores. No estaba interesado en el copiar y pegar. No excluyo que lo haya hecho en otras novelas o que lo vaya a hacer en el futuro (la repetición de un modelo narrativo es reconfortante y fundamental, véanse los casos de Maigret o Jack Reacher), pero la serie de Sauer está destinada a evolucionar al mismo ritmo que su protagonista y la política alemana. La presión de un atentado inminente impuso a la novela un ritmo y un lenguaje algo más tensos que en la novela anterior y puedo adelantarle que el tercer Sauer tendrá un compás aún más marcado y tenso. A Sauer le esperan tiempos oscuros y tendrá que sobreponerse.

“La República de Weimar, aún con sus defectos, fue un gran ejemplo de democracia”

–Mientras escribía la novela asaltaron el Capitolio en EEUU. ¿Qué se le pasó por la cabeza?

–Es increíble que usted lo mencione porque yo mismo lo hago a menudo, cuando presento Los demonios del Reich en público, trazando un paralelismo (para mí, inquietante) entre la presentación de una novela sobre el incendio del parlamento alemán y el intento de los radicales de Trump de conseguir el mismo resultado asaltando el parlamento de los Estados Unidos. La República de Weimar, aun con todos sus defectos, fue un gran ejemplo de democracia y civilización. Berlín era la capital mundial de las libertades personales; una cuna de artistas, científicos y pensadores; un faro tecnológico y moral. Sin embargo, bastó con un incidente para arrojarla al abismo del totalitarismo más abyecto. Nadie se lo esperaba, como no lo esperamos hoy. Pero ¿estamos realmente seguros de que no puede volver a ocurrir?

–Dice al final del epílogo de la novela… “A veces uno tiene la sensación de que incluso hoy en día para pasar de la democracia más avanzada a una pesadilla totalitaria se necesitaría muy poco: un accidente, un pretexto, la menor distracción”. ¿Está hablando usted de una pandemia que sirva de excusa para recortar las libertades a los ciudadanos?

–También, sin duda. El epílogo de la novela, al igual que toda la sinopsis y los cinco primeros capítulos, los escribí durante el primer confinamiento, cuando parecía que el mundo estaba a punto de acabarse. Ya ha pasado un año y medio y parece que ciertos excesos apocalípticos se han calmado, pero si algo tengo claro hasta yo que me he vacunado a la primera y he mantenido siempre cierto optimismo, es que los gobiernos mundiales no olvidarán tan pronto lo fácil que ha sido encerrarnos a todos en casa, despojados de derechos considerados fundamentales, aunque por una causa totalmente justificada. Esta vez ha ocurrido para algo bueno. ¿Y si mañana ocurriera para algo malo? Los instrumentos están allí. Estemos muy en guardia.

–¿Habrá nuevas aventuras del agente Sauer próximamente?

–Depende de lo que se entienda por pronto. Por el momento, estoy trabajando en una novela ambientada en los mismos años y lugares, pero que no tiene a Sauer como protagonista. Tras un final como el de Los demonios del Reich, tanto él como yo sentíamos la necesidad de parar un momento y darnos un respiro. El tercer episodio de la serie ya lo tengo perfectamente construido y no veo el momento de ponerme a escribir, pero los tiempos los dictan los editores. ¿2022? ¿2023? Lo importante, para mí, es que Sauer llegue a su último destino antes de 2031. Tengo planes muy precisos para él y si los lectores me siguen se lo pasarán muy bien.

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