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La guarida de lo imposible

Antigua foto del Circo Price. Antigua foto del Circo Price.

Antigua foto del Circo Price. / Efe

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Cuando dejamos de creer en todo lo imposible, ahí sigue el circo. Su ritual ha de activar resortes profundos, porque es difícil escapar a su poder de evocación. La magia no existe. La magia existe. Las dos cosas son posibles en esa enorme caja de Schrödinger que es la carpa. En su proceso de depuración –como en tantas cosas que vienen de lejos–, el espectáculo ha ido desprendiéndose de sus aspectos más sórdidos –la exhibición humana bajo el epígrafe ‘monstruos de feria’, la explotación animal– hasta dejar desnuda la fascinación pura, algo de lo que probablemente fue pionero el Circo del Sol.

El circo sigue ejerciendo de umbral con lo fantástico. Luces, palomitas, caramelo. Control-Alt-Supr. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Niños de nuevo. Y si la carpa parece servir de paréntesis a lo que no tiene lugar en el mundo, por extensión también servirá de refugio a quienes no tienen lugar en el mundo.

Con todo ello juegan dos de los títulos que mejor le han tomado la medida al fenómeno. El más reciente, Miss Diciembre y el Clan de la Luna (Nórdica) se desarrolla en una mansión victoriana pero su protagonista (la adolescente Miss Diciembre) cuenta con un pasado abundante en funambulismos. Su pericia en el trapecio le hace ganar un puesto como institutriz en la casa de Míster Moonro, que lidera –bajo su condición de hombre del saco o señor de las sombras– el Clan de la Luna, formado por criaturas imposibles que podrían bien integrar toda una troupe imaginaria. Miss Diciembre tendrá que lidiar con sus miedos, con lo más oscuro del mundo (que reside precisamente más allá de las lindes de la casa Moonro) y con su pupilo, el incendiario Corvin, que tiene la cualidad de caminar con el fuego.

Antonia Munro (ella también es del clan) levanta con aparente facilidad en su primera novela los cimientos de un mundo que no sabemos sin tendrá continuación pero que, sin duda, lo merece: Miss Diciembre cuenta con una presentación aderazada con aventuras, ternura y puertas abiertas, en la que hacer recordar a los adultos qué (y cómo, y por qué) nos gustaba leer cuando niños. La novela, además, viene con galones: no sólo mereció en 2022 el Premio Strega a la Mejor Obra de Debut, sino que el Gremio de Librerías de Madrid le ha otorgado el Premio al Libro de Literatura Infantil del Año.

La carpa es refugio y paréntesis de lo que queda fuera del mundo

Por su parte, Umbriel acaba de sacar de la imprenta una nueva edición de El Circo de la Noche, el icónico título que Erin Morgenstern escribió hace ya doce años y que ha terminado convirtiéndose en un clásico de la fantasía contemporánea.

En el puente entre el siglo XIX y el XX, un millonario británico pone en marcha su empresa más ambiciosa: un circo como nunca ha habido otro. El Circo de la Noche “abre al anocher, cierra al amanecer” y recorre todo el mundo, sin avisar jamás de cuál será su próximo destino. Sus ingenios son incomparables, la habilidad de sus artistas, sublime: es el escenario perfecto, en definitiva, para ocultar la magia –la auténtica magia– a plena vista. Entre los habituales domadores, equilibristas y nigromantes, el público es incapaz de discernir que existen trucos –y ejecutantes– que no responden al humo y los espejos, sino al puro encantamiento. De hecho, el Circo de la Noche es el escenario en el que se va desarrollando, in crescendo, un duelo entre dos poderosos magos, títeres en una apuesta secular que suele saldarse con la muerte de uno de los practicantes.

Aunque ignorantes -o quizá no- de la realidad que se desarrolla dentro de la feria, el Circo de la Noche arrastra una caterva de seguidores alrededor del mundo. Y no es para menos, ya que bajo su carpa monócroma se esconde todo lo que usted quiso encontrar en un circo y no se atrevió a desear: una Casa de los Espejos que sólo revela parte de lo que ves, un laberinto hecho de naipes, un estanque de lágrimas al que arrojar piedras oscuras, un flamígero árbol de los deseos.

Con un esteticismo y una sensibilidad imposibles de abandonar, Morgenstern recrea en sus páginas el circo que todos hemos deseado habitar. Su poder es el del luscofusco: el de la ensoñación que toma forma. Nunca hubo mayor magia.

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