Arte

Cuando la forma se adecua a un claro concepto

  • Otra vez nos encontramos, esta vez en Aponiente, con el buen trabajo de Alfredo Zarazaga

Detalle de una obra de Alfredo Zaragaza.

Detalle de una obra de Alfredo Zaragaza.

Alfredo Zarazaga es ejemplo de artista inquieto cuyo trabajo se expande y supera toda dimensión espacial. Vive en el campo, muy cerca de donde el mar es más mar y menos playa, más naturaleza que destino estival. Su centro de operaciones es más taller que estudio; más campo de trabajo que despacho de ideas. Desde el portón de entrada a su casa, el universo Zarazaga se hace presente y muchas de sus obras se expanden por todos los amplios confines de un jardín, desde el suelo hasta las alturas, desde la tierra hasta los tejados. El trabajo confiere una escenografía especial a una existencia llena de pasión artística. La obra de Alfredo Zarazaga me llegó en una pequeña exposición colectiva en Costa Ballena hace unos pocos años en la que acogía pequeñas esculturas que adivinaban un más que determinante juego creativo. Después, Alfredo fue artista de la Sala Arteadiario de Jerez, mostrándonos una individual con un desarrollo plástico muy bien ambientado, desde todas las maneras expresivas, en una experiencia escultórica jugosa, atractiva y descubridora de un artista profundo, con muchos registros y sabiendo acondicionar las muchas y complejas exigencias que requiera la escultura moderna.

Aponiente es un emblemático establecimiento hostelero regentado por un mediático chef. Su lugar de emplazamiento es un antiguo molino de mareas, uno de los pocos que, ya, quedan. Como espacio expositivo deja mucho que desear –lógicamente su función está muy definida y bastante hacen sus dueños con ofrecer sus instalaciones para muestras temporales– por eso, en él, es bastante problemática la ubicación de obras de arte para su presentación. No obstante, se agradece el apoyo a lo artístico.

La exposición se desarrolla en tres apartados perfectamente diferenciados. Dos esculturas de mediano tamaño permiten adentrarnos por ese poderoso medio artístico de un escultor que sabe dar sentido plástico a la materia; materiales que juegan un papel fundamental en la conformación final de la obra y que Alfredo Zarazaga plantea con solvencia y dominio. La estructura plástica de las esculturas permiten definir un planteamiento conceptual que tiene mucho que ver con esta situación humana tan a contracorriente en la que nos encontramos y que continúa esa intención social que siempre se ha adivinado en la obra de este artista.

En la parte alta del espacio se nos ofrece un conjunto de pequeñas esculturas que cubren el pasillo de entrada al restaurante y que aparecen en una especial ambientación con muchas referencias evocadoras a lo que se sucede en el propio establecimiento. Son obras escuetas de conformación, forma de ejecución y sabia estructuración formal, que establecen una sutil realidad escultórica y que manifiestan una etérea ambientación llena de sentido artístico.

Y junto a la contundente y determinante plataforma escultórica, un conjunto de obras pintadas, que el artista titula ‘Habitantes del Corral’, haciendo alusión a los pequeños pescados que, todavía, existen en los Corrales de Pesca de Chipiona y que forman parte de una tradición de la zona. Cangrejos, camarones y pequeños peces que se recogían en la bajamar y que constituían modos de subsistencia para muchas familias. Alfredo Zarazaga los pinta, solos, fuera de su hábitat, sin aguar ni arena, dejando que manifiesten todo su esplendor expresivo y su potencial pictórico, que el artista magnifica con toda una sabia libertad.Otra vez nos encontramos con el buen trabajo de Zarazaga. Escultura y pintura que representan esa realidad –mediata e inmediata– donde todo queda supeditado a la fortaleza de una plástica maneja con minuciosidad para que, desde ella, un concepto, acertadamente ideado, descubra la actuación de un artista que no guarda nada para él y lo pone todo al servicio de un arte con buen registro y riguroso criterio formal.

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