Jueves flamenco 2009 Gala inaugural

Templada noche de jondo

  • El Baluarte de la Candelaria acogió esta semana la primera noche de los encuentros de la peña de El Mellizo donde también participaron Aurora Vargas y Raúl Gálvez

Trompetas en el Carmen. Quejíos en el Baluarte. Frente por frente. La Alameda dividida. Pansequito, por las minas. La patrona del mar, mecida entre aplausos. El templo, el fuerte. Frente por frente. Primera noche de Jueves Flamenco. Noche templada de 16 de julio. Templada de temperatura. Templada de jondura. Sólo algunos detalles de calidad llegaron a sorprender al respetable que la noche del jueves quiso asistir a la primera gala de los encuentros flamencos organizados por la peña Enrique El Mellizo para escuchar a los cantaores Raúl Gálvez, Aurora Vargas y Pansequito.

Detalles. Repuntes hermosos como la cadencia por tangos del joven gaditano, el baile gitano, libre, de Vargas por bulerías, Panseco por sus alegrías, bellas y personales. Detalles caros como un cartel dedicado al desaparecido baluarte del cante de Cádiz, Chano Lobato, al que esta ciudad aún le debe un homenaje por derecho. En fin.

Durante la noche del jueves, el cantaor de El Puerto, quizás fue quien más satisfizo a los paladares exquisitos a través de sus maneras señoriales y su garganta en plena forma. Amén de Diego Amaya, claro. El maestro fue estremecedor. Tanto en el acompañamiento de José Cortés como de la cantaora. Diego desgarró, tronó, rió y lloró a las seis cuerdas. Impertérrito. Sin estridencias. Con su pierna cruzada y su rostro de estatua. Tan maravilloso que acaparó muchos de los vítores de la noche.

El entendimiento de Amaya con Pansequito fue natural. El cantaor de envidiable cabellera entró con porte elegante. La misma nobleza con la que impregnó su cante por Cádiz que, ya digo, fue lo mejor de su recital junto con el cante de las minas, un estilo poco agradecido pero que se adapta como un guante a su garganta larga. Y no es que cojeara en el resto del repertorio. No. Pero no llegó a emocionar, se quedó en la corrección. La soleá ganó en la traca final y la fiesta, en el compás, en su compás marcado por su palillo eterno. De todas formas, volvió a crecerse en el broche final de la gala con la juerga que montó con Aurora Vargas para cerrar el espectáculo.

La hermosa sevillana echó el cerrojo al cartel debut de Los Jueves con una actuación irregular pero muy inteligente. Demasiado acelerada en el cante por Cádiz, poco sosegada por soleá. Vociferada, demasiado. Y aunque la artista se diferencia por su oscura y arrebatada potencia vocal, brilla y destaca cuanto más templado mantenga el torrente. Pero, Vargas, comunicativa al máximo con su público al que conoce a la perfección, pronto se hizo dueña del escenario con el torbellino de su baile repleto de pureza.

Apenas un par de letras de tangos dieron pie al descubrimiento de lo completa artista que es. Ya no se sentó. En pie siguió con la cadencia del estilo silenciando su voz para que hablara su cuerpo. Orgía de volantes. Vuelo de abalorios. Caricias de pelo negro. Y el Baluarte se rindió. Con la misma intensidad se bebió las bulerías, a sorbos, de un lado a otro del escenario. Pero mejor, mucho mejor, al baile que al cante en la noche del jueves, que concluyó con unas vueltecitas con ánge de Rafael Junquera y El Eléctrico al compás marcado por Vargas y Panseco.

Antes, Raúl Gálvez inauguró el cartel de los Jueves Flamenco con un recital donde no faltaron sus laureadas alegrías, soleá, malagueña, tangos y bulerías. El cantaor, acompañado al toque de El Niño de la Leo, demostró un precioso color de voz que, además, destilaba calidad. Lástima que le faltó cercanía. Estuvo algo frío. Templada noche.

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