Festival de Música Española Manuel de Falla

Ruibal, color cálido del sur

  • El artista portuense cumple con el festival y protagoniza en el Falla el concierto que suspendió en la pasada edición, arropado por el quinteto de cámara Totem Ensemble

El portuense Javier Ruibal, durante su concierto del sábado en el Gran Teatro Falla.

El portuense Javier Ruibal, durante su concierto del sábado en el Gran Teatro Falla. / Fito Carreto

Una buena entrada de público en el Teatro Falla, el segundo día del Festival de Música Española de Cádiz, acogió al cantante portuense Javier Ruibal, que llegó con historias que contar. La primera de ellas, su satisfacción por estar en el emblemático coliseo gaditano, que es “como estar en el sofá de mi casa”, para poder cumplir con el compromiso fallido del pasado año, donde tuvo que cancelar la actuación, y también para poder cobrar, porque el FMEC le ha respetado el contrato del año pasado, guardándole un sitio en la programación que ha coincidido con la jornada de reflexión electoral. La segunda, la explicación del formato de la actuación, muy diferente de lo que estamos acostumbrados a ver en sus conciertos, pues estuvo arropado por el quinteto de cuerdas Totem Emsemble, y por su hijo Javi Ruibal a la percusión. Seis músicos más el cantautor, a la voz y a la guitarra.

Con un traje de hechuras cálidas, cosido con primor para las cuerdas de las maderas de un quinteto clásico de cámara, por el arreglista Javier López de Guereña, el maestro Ruibal se sintió pletórico, colmado de maestría musical, en un constante ir y venir de los sonidos de su guitarra y los de las cuerdas del resto de los músicos. Y en ese entorno, Javier lo dio todo, poniendo la voz como si tuviera veinte años, y hablando con su público, con la seguridad de quien tiene muchos años de juglar, de poeta, de compositor.

El concierto comenzó con un solo de violín que se fue transformando en quinteto, para dar finalmente paso a la voz de Ruibal, sin palabras, como un instrumento más, para acabar esta introducción musical de nuevo con el violín.

Inmediatamente presentó su segunda canción, para hablar de las playas del Sur: “Agualuna, llévame allí, donde tu piel fue escarcha para mis manos…”. La guitarra de Javier Ruibal se iba integrando con el resto de la orquesta y su voz se iba sintiendo acompañada de esa mezcla cálida de las maderas maduradas con el tiempo, y el sonido brillante de su guitarra, mezcla de verso y flamenco. Siguieron los temas Dama de mis días, Viñera de postín, ésta última dedicada a las señoras de la Viña, cocinando sopas de pobre, con manos de santa…

Su tema Black Star Line vino precedido de la narración de una historia de traficantes de esclavos, de continentes y de emprendimientos frustrados. Por tu amor me duele el aire, Lejos del mar, tema final de la película del mismo nombre, y A Morente, fueron sonando en las tablas del Falla, para dar paso a una de hippies, aliñada de explicaciones de tiempos pretéritos: Y la noche afuera.

La recta final del concierto, que no tuvo interrupción, aunque los músicos salieron y entraron, según las canciones, continuó con Por malo que sea el ron, Para llevarte a vivir, El niño del Serengueti, Por la puerta de Elvira, El náufrago del Sahara, Aurora y para concluir Isla mujeres.

La música y las canciones de Ruibal retratan sonoramente el murmullo de las olas de La Caleta, bamboleando en un arrullo, las olas que van y vienen, siempre, día tras día, con la marea. Sin tsunamis. Sin maremotos. Sin estridencias, cargadas de poesía, sentimiento y de vida.

Un concierto esperado (un año), que registró una buena entrada de público, que lo pasó estupendamente viendo a un Ruibal arropado por la calidez de los colores del sonido de las maderas de un quinteto de cuerda.

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