Para Manuel Campo Vidal, cualquier reconocimiento a la capacidad de comunicación -el periodista recogía ayer la distinción Emilio Castelar a la eficacia comunicativa-, no es sino un "reconocimiento al poder de la palabra". Para ello, tomó como ejemplo la anécdota que Gabriel García Márquez utilizó en Zacatecas y en la que relataba cómo, cuando era un muchacho, un sacerdote le gritó "¡Cuidado!" justo antes de ser arrollado por una bicicleta. "¿Te has dado cuenta ahora -le dijo después- del valor de la palabra?".
Y recordó, también, las cuatro palabras que persiguieron al candidato Mitt Romney durante toda la campaña: "Dejad que la industria caiga", en referencia al poderoso conglomerado automovilístico de Michigan. O incluso el "puedo prometer y prometo" que pronunció Adolfo Suárez en 1977. O su frase: "Hemos cambiado las cañerías sin cambiar el agua", para explicar la Transición.
"La situación particular de este país necesita de palabras certeras, que contengan esperanza, tengan sentido y puedan sacarnos de la situación en la que estamos -desarrolló el periodista-. Más que nunca, dependemos del poder de la palabra: es lo que necesitamos, por ejemplo, para convencer y vender en el exterior, y el instrumento para recuperar la credibilidad en el ámbito político y en el periodismo".
Campo Vidal destacó, además, el valor de Cádiz como punto de referencia "inexpugnable al hablar de temas constitucionales o relativos a cuestiones de identidad". Coincidía así en su visión de la ciudad con el catedrático Antonio García Berrio, premiado con la distinción Emilio Castelar a la elocuencia retórica: "Hay ciudades que parecen haber sido puestas en el mapa el día antes de visitarlas, en el caso de Cádiz, esto no es así -comentaba García Berrio durante su intervención-. Cádiz, que ha sufrido tantos momentos de asedio y resistencia, es el corazón de España".
El profesor, crítico y escritor fue presentado por José Antonio Hernández Guerrero -miembro del grupo de Estudio de Retórica Actual- como un "maestro de la palabra", cuyas obras constituyen un "auténtico tesoro para todos aquellos que aún disponen de antenas de fascinación literaria" y una "especial habilidad para conectar con lectores y con oyentes".
"Escuchando a Hernández Guerrero -indicó Antonio García Berrio durante su intervención-, me ha parecido estar escuchando hablar todo el tiempo de un hombre que podría haber sido yo, pero que no he sido yo".
"Las palabras -continuó- terminan siempre desgastándose, pero a mí me gustaría utilizar aquí la más sencilla de todas y dar, simplemente, las gracias".
Junto a las distinciones Emilio Castelar a la elocuencia retórica y la eficacia comunicativa, el Ayuntamiento gaditano entregó ayer el galardón Eduardo Benot al rigor científico y lingüístico, que fue a parar a Isabel Paraíso Almensa. Además, en esta edición, se ha incluido el reconocimiento Eduardo Benot a la investigación y el arte de la traducción, que obtuvo Esteban Torre Serrano.
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