Negro sobre negro
‘La araña’, alta literatura nórdica
Arte
Cuando se anuncia una exposición de Paco Pérez Valencia, incluso antes de que se vea, el espectador aficionado sabe que se puede encontrar con cualquier inesperada situación; eso sí, transgresora, fuera de lo corriente, inquietante; relatos, sin más, de una existencia comprometida, visiones de un mundo apasionante, de una sociedad conformada con infinitos matices. Además se sabe de antemano que lo real, en su obra, va a estar condicionado por una filosofía de vida; filosofía de vida especial, distinta, a favor, sin cortapisas, con amplios registros conceptuales que dejan entrever el universo apasionado y apasionante de un artista total, diferente, ni mejor ni peor, sino todo lo contrario; es decir Paco Pérez Valencia en estado puro. Porque el artista sanluqueño –Sanlúcar, siempre Sanlúcar en Paco– desde siempre ha suscrito una realidad artística poco habitual. Nunca se ha atenido a una norma, ni a nada ni a nadie. Es viajero de muchas etapas, de infinitas singladuras, de muchos horizontes; viajero a Ítacas visibles e invisibles, posibles e imposibles; de sensaciones, de emociones, de sabios encuadres experienciales. Paco nunca te va a dejar indiferente. Su obra es como es él; se la puede discutir, te puede gustar más o menos pero, siempre, sabes que es una obra salida de ese laboratorio de loco maravilloso que es capaz de crear un espécimen artístico, diferente, que cuesta bastante hincarle el diente, que no sabes muy bien a qué se atiene pero sí que es algo que te pellizca el alma. Al fin y al cabo eso es de lo que se trata en este universo donde hay demasiadas cosas iguales. Lo de Paco no es como lo de nadie. Es obra de Paco, distinta, valiente, rotunda, sin medias tintas. Obra de ayer, de hoy; incluso, quizás, de un mañana incierto. Obra sin tiempo, sin edad, sin presente, siempre con más futuro para soñar con ella, para pensar con ella, para sentir con ella.
Ahora expone en su galería de Sevilla; esa que se abre donde termina el Muro de los Navarros y se hace presente la Puerta Osario. Lo hace con esa obra personal donde tienen cabida los más dispares argumentos; esos que son Paco, que salen del corazón de Paco y que llevan a Paco inmersos en sus fórmulas, en sus textos, en sus telas, en sus esquemas; que son retazos de ese argumentario inequívoco donde se plantea la particular filosofía de un artista que no se queda sólo en los meros planteamientos artísticos, en la apasionada forma plástica, en los recursos de una estética que es un absoluto compromiso con la existencia, con la sociedad, con los demás.
La muestra en Di Gallery insiste en ese Paco Pérez Valencia abierto, sin restricciones, hacedor de todos los tiempos artísticos, impulsor de mensajes que son retazos de existencia; provocador de infinitas circunstancias. Ese Paco Pérez Valencia que no es artista de un único argumento, que muestra su trabajo a cara descubierta, que hace traspasar los límites de lo que se supone que es políticamente correcto en un arte al que él impone algo más que una expresión artística. Nos encontramos con sus famosos papeles pintados y escritos, gritos que claman vida, eslóganes que manifiestan la necesidad imperiosa de manifestar lo que ocupa un alma comprometida. También esa pintura que se hace figurativa para expresar una gran variedad de situaciones o que suspende el relato de lo concreto para situarse en una apasionante gestualidad llena de pasión cromática; una pintura que está muy por encima de los postulados duales de figuración-abstracción para situarse en un estamento expansivo, lleno de contundencia formal y abierta conceptualidad.
La obra de Paco Pérez Valencia suscribe esa realidad artística amplia que lo caracteriza. Dibujo, pintura, personalísimos estamentos intervencionistas, desarrollos espaciales que nos sitúan en posiciones de esencia museográfica, esa faceta que es consustancial con el artista y que, además, abre nuevas vías por donde circular bien provisto de un compromiso artístico distinto que descubre a un autor diferente. En definitiva, la puesta en escena de un artista capaz de llevar la esencia del arte a sus posiciones más extremas.
En esta exposición está la esencia de Paco Pérez Valencia; en la muestra está la vida de Paco, lo mínimo y lo que aparece desmedido, lo íntimo y callado y lo que es un grito de agonía. En la exposición convive la pintura con muchas más cosas, la que desarrolla los momentos pasionales y los que pinta la dulzura sutil de un verso lleno de color. Segmentos creativos donde adormecen guiños, donde la voz se hace estentórea o susurrante, donde la fuerza de la forma juega en un corro de sublime belleza, donde el texto – siempre el texto – transcribe un deseo, una palabra que duele, que transpira, que abre los horizontes. Es la obra de Paco Pérez Valencia la justa medida de lo imposible.
De nuevo una comparecencia de Paco Pérez Valencia absorbe los sentidos. La mirada sólo ha servido para abrir las exclusas del alma, para que la fuerza ingente del gesto se haga pasional sentimiento, para que la plástica oferte infinitamente más que lo que la vista descubre. Una vez más la pasión creativa se pone de manifiesto en una obra total donde todo se abre a los límpidos sentimientos de una verdad artística, la de Paco Pérez Valencia.
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