Literatura

Isabel Allende sobre 'Violeta': "Tengo la vida entera de mi madre en cartas"

  • La escritora chilena publica este 25 de enero 'Violeta', una novela en la que toma prestada la voz "cariñosa e irónica" de su madre para relatar la historia de una mujer que viene y se despide del mundo con una pandemia 

La escritora Isabel Allende.

La escritora Isabel Allende. / Ángeles Torres

Son 24.000 las cartas en las que se esconde cada matiz de la voz de Violeta. La voz “cariñosa, irónica, vibrante” y, a veces, “desapegada” de la madre de Isabel Allende que da vida a la última de las mujeres fuertes, invencibles y apasionadas creadas por la escritora viva más leída en español de todo el mundo. “Yo tengo toda la vida entera de mi madre en cartas porque ella me escribía todos los días”, explica la autora a los casi 120 periodistas de España, América Latina y Estados Unidos acreditados en la rueda de prensa telemática que pone de largo el nuevo libro de la chilena que sale este 25 de enero a la venta.

Sin embargo, aclara la escritora, Violeta no es la historia de su madre porque, “aunque tenía material de sobra”, cuando trató de escribirla entendió “que estaba demasiado cerca del personaje” y, sobre todo, “que mi madre era una mujer extraordinaria pero su vida no fue extraordinaria”. “Mi madre nunca pudo mantenerse sola, y estuvo sometida primero a su padre, después a su marido y, finalmente, fui yo la que pagó las cuentas. Nunca tuvo la libertad económica que yo siempre deseé para ella, y eso es lo que le di a Violeta. Porque no hay feminismo sin independencia económica”, sentencia.

Así, la mujer “bella, interesante e inteligente” que fue su madre (falleció antes de la irrupción de la covid en el mundo) y muchas de las “experiencias propias” de la turbulenta y magnífica vida de Allende configuran una novela que se mueve en un siglo. Porque Violeta del Valle, su protagonista, nace y se despide del mundo con una pandemia.

De 1920 a 2020 y, entre medias, una serie de acontecimientos históricos que, con más o menos intensidad, impactan en su existencia: la muerte del padre durante el crac del 29, la Segunda Guerra Mundial y los huidos a Latinoamérica, la Conferencia de La Habana y los años dorados de la mafia en Cuba durante la dictadura de Batista, el apogeo de las drogas, la lucha del movimiento feminista en pro de los derechos de la mujer y la promulgación del sufragio universal femenino, las dictaduras de los años setenta que remiten a las de Chile y Argentina, los vuelos de la muerte o, entre otros, la Operación Cóndor...

“Pero nunca se nombra a Chile, al igual que con La casa de los espíritus o Eva Luna, la novela no está localizada en un lugar concreto porque eso me permite mover las fechas si la historia lo requiere, si digo que es Chile, por ejemplo, no puedo colocar el terremoto en 2011, que es donde me viene mejor para la narración”, descubre sobre el país que lleva “dentro”, “bajo la piel” y que no se quiere “sacar” a pesar de que hace “40 años que no vivo allí”. “No me cuesta nada reconstruir cualquier parte del país en cualquier momento”, asegura.

Teniendo en cuenta esa soltura para tejer buena parte de la escena y esa familiaridad con la voz de la protagonista, no es extraño que Allende anuncie que no le ha costado “ningún esfuerzo” escribir esta novela. “Me costó dar con la idea de la carta, de hacerla como una larga carta en la que Violeta escribe a su nieto, porque al principio comencé a escribirla en tercera persona, pero me quedaba mucha distancia entre Violeta y el lector; pero después, todo fue orgánico, natural, el tono estaba ahí, en las cartas de mi madre, en la voz de mi madre”, relata.

Portada Violeta, de Isabel Allende. Portada Violeta, de Isabel Allende.

Portada Violeta, de Isabel Allende.

Quizás, el secreto está en “escuchar”. Escuchar a la historia que uno lleva dentro, con “la confianza de que puedes escribirla”, “sin camisa de fuerza que la ate”. “Yo me senté frente al ordenador un 8 de enero con una idea y con la confianza de a ver por donde sale esto”. Como siempre, según explica a los periodistas Allende que asevera que nunca “hay guión previo”, “ni plan”, “ni previsión”. Existe el “algo que contar” y los personajes se van introduciendo “según la historia lo necesita y, hay veces –detalla– que tengo que salir a la calle a buscarlos para hacerlos humanos y que no se queden en la caricatura”. “Para mí escribir es como lanzarse con una vela a un lugar oscuro y, poco a poco, va iluminando algunas zonas”, compara.

Así escribió esta Violeta, pero así, dice que también escribió La casa de los espíritus hace ahora 40 años. La novela que “le pavimentó el camino a las otras que vinieron después”. La novela que la hizo escritora. ¿O qué la hizo escritora? “El exilio, sin duda. Lo que me hizo ser escritora es que no pude seguir siendo periodista. Yo era periodista en Chile y era feliz. Eso se terminó cuando me fui de Chile y por muchos años viví en una especie de silencio forzado, que fue el no poder expresarme en el periodismo hasta que por una casualidad terminé escribiendo La casa de los espíritus”, rememora.

Desde entonces, y hasta ahora, Allende, que este año celebra su 80 cumpleaños, mantiene “la misma pasión” de siempre. Pasión “por escribir”, pasión “en el amor” que, apunta, se sigue viendo reflejado en sus novelas, “en las últimas, con parejas mayores, también” aunque en Violeta el lector encontrará diferentes tipos de amor y en diferentes edades de la protagonista.

“Muchos, por supuesto, de los que yo he vivido. A mí me ha pasado ahora que a los 77 años me casé un señor de origen polaco con el que no tenía nada en común y estas que nos pescó la pandemia encerrados por dos años ya y ahí seguimos viviendo, en nuestra eterna luna de miel”, habla sin tapujos (también como siempre) sobre su vida que comparte con Roger y con dos perros “en mi piso de una habitación”, sobre que “ya no va a reuniones de más de 6 u 8 personas”, sobre lo que le gusta el nuevo gobierno de Chile, sobre su feminismo militante sobre y que ha dejado “las colas interminables de firma de libros y la gira de presentaciones” porque nunca le gustaron. Isabel Allende es libre.

“Mi madre siempre decía que me exponía demasiado en mis libros pero yo sé que el único secreto que nos hace vulnerables es el que no se cuenta”, se despide una mujer que no le teme al tiempo: “No me considero vieja. Será que en el campo de la literatura no hay edad porque es una de las profesiones en las que se puede envejecer mientras tengas la cabeza bien”.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios