Cultura

Fantasmagorías del Segundo Imperio

Precisamente por haberse mantenido en los márgenes del materialismo ortodoxo, como un extraño compañero de viaje que fue observado con desconfianza incluso por sus protectores de la Escuela de Frankfurt, Walter Benjamin sigue ofreciendo un perfil iluminador que se eleva muy por encima de las viejas batallas dialécticas. Rescatado entre los borradores inconclusos de Benjamin tras su oscuro suicidio en Port Bou, El París de Baudelaire recoge lo que ha quedado de su ensayo Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge del capitalismo, ya exhumado por Jesús Aguirre en la época dorada de Taurus y destinado en principio a formar parte de un Libro de los pasajes que tampoco traspasó la condición de proyecto.

Está claro que el prologuista de la edición alemana de 1974, Rolf Tiedemann, cuya introducción se recupera en la edición argentina de Eterna Cadencia, habitó un mundo todavía dominado por los rigores del escolasticismo marxista, que ya no es el nuestro ni tampoco, por fortuna para sus lectores, fue del todo el de Benjamin. Ocurre así que nos sentimos mucho más cercanos al espíritu del autor que escribe las notas sobre Baudelaire y su época en la década de los 30, con economía y lucidez admirables, que al de su meritorio editor y esforzado exegeta, al que pierde una verbosidad erudita pero alambicada e inhóspita.

La obra restituida se compone de varios textos, El París del Segundo Imperio en Baudelaire (1938) y Sobre algunos temas en Baudelaire (1939), a los que se suman un excelente preliminar -París, capital del siglo XIX (1935)- y una colección de notas y fragmentos -Zentralpark- en las que el pensador profundizaba en su objeto de estudio. De ellos emergen dos figuras, la del gran poeta de la modernidad que trascendió la insuficiente categoría de maudit para erigirse en certero observador de la sociedad de su tiempo, cuyas "fantasmagorías" captó con precisión visionaria, y la del genuino intérprete que supo explicar lo esencial de un escritor demasiadas veces reducido a caricatura.

Walter Benjamin. Trad. Mariana Dimópulos. Eterna Cadencia. Buenos Aires, 2012. 288 páginas. 21 euros

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios