Fallece Nadine Gordimer, la escritora que intentó cambiar Sudáfrica
La autora, activista 'antiapartheid', era la máxima representante de las letras de su país En 1991 le fue concedido el Nobel de Literatura
La voz literaria contra el apartheid, Nadine Gordimer, falleció el pasado domingo a los 90 años en Sudáfrica, país en el que nació y por el que se implicó moral y políticamente en todas sus obras para lograr un cambio social.
Ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1991, la sudafricana se convirtió en la primera mujer que lo conseguía desde 1966 y en la principal representante contemporánea de las letras sudafricanas.
La activista antiapartheid falleció en su casa de Johannesburgo, al lado de sus hijos después de sufrir una breve enfermedad, según informó ayer a los medios su familia.
La escritora nació el 20 de noviembre de 1923 en Springs, una población minera cercana a Johannesburgo, hija de un judío letonio y una asimilada británica: "Me crié en el seno de una comunidad blanca segregada y, ya en mi adolescencia, vi que algo no funcionaba", contaba en una conferencia impartida en Barcelona en 2007, donde admitió que a los 18 años vio que "tenía más en común con los jóvenes negros que con los blancos, sólo interesados en las actividades de la comunidad blanca". A pesar de todo, Gordimer permaneció siempre en Sudáfrica y decidió no abandonar su país "en los momentos de desesperación". "Fue lo mejor que hice", afirmó en alguna ocasión la escritora, que siguió luchando siempre por la normalización de la situación social en su país.
Un régimen que la escritora comparó con "los brutales métodos de Israel en los territorios palestinos", con la diferencia de que durante el apartheid la minoría blanca no reivindicó una "sola pulgada de todo el continente africano", afirmaba en una entrevista con The Jerusalem Post en 2008.
Pero Gordimer fue una gran luchadora por los derechos humanos más allá de la realidad de su país. Pidió reiteradamente que la alfabetización se convirtiera en un "derecho inalienable": "Es la base de todo aprendizaje, porque el lenguaje fue y sigue siendo la capacidad milagrosa que hace único al ser humano dentro del milagro de la creación", reflexionaba. La importancia de la formación como clave para el desarrollo debía llevar a redefinir el concepto de pobreza, "ya que no pasa sólo por lo material, sino que debe incluir la pobreza de mente que genera el analfabetismo"; un problema que calificaba de "crimen contra la humanidad y contra la plenitud".
Gordimer soñaba con un futuro con "justicia humana extendida para todos", y consideraba que en esa lucha por un mundo mejor, los escritores tenían un papel fundamental, porque son "capaces de analizar los problemas más allá del análisis periodístico", y pueden y deben buscar el sentido de la barbarie y el terrorismo, y entender a los actores y víctimas de esos fenómenos. Precisamente por eso, Gordimer lamentaba la falta de compromiso social de los intelectuales de fines del siglo XX, sobre todo europeos, y defendía una literatura que contara "lo indecible" y expresara "lo impronunciable".
Su larga carrera como escritora arrancó con quince años, cuando publicó su primer cuento para la revista Forum. Pero, aunque en sus comienzos se decantó por las historias cortas, en 1953 publicó su primera novela, The Lying Days, que obtuvo una gran acogida en el mundo literario.
Con sus relatos cortos y novelas, Nadie Gordimer ha sido reconocida por todo el mundo como una de las voces más críticas y poderosas contra la segregación racial que sufrió Sudáfrica cuando la minoría blanca dirigía el país: "Algunas personas dicen que me dieron el premio no por lo que he escrito, sino por mi política. Pero yo soy una escritora. Esa es mi razón para seguir con vida", manifestó la escritora tras recibir el Premio Nobel.
Su lucha para lograr una nueva democracia en su país también le generó enemigos y provocó que el gobierno del apartheid prohibiera tres de sus libros: Mundo de extraño, La gente de July y La hija de Burger. En este último, Gormider exploraba los sentimientos divididos de una mujer blanca cuando su padre comunista es encarcelado por oponerse al sistema.
Pero, pese a las prohibiciones y censura que sufrió por parte del Gobierno sudafricano, la escritora defendería públicamente la liberación de Nelson Mandela y llegaría a formar parte del Congreso Nacional Africano.
De hecho, Gordimer y el desaparecido expresidente, icono de la lucha por la igualdad, mantenían una gran amistad que se consolidó cuando Mandela salió de prisión y pidió reunirse con la autora.
Fiel a su figura y su mensaje, la literatura de Gordimer ha terminado siendo un arma de defensa de los Derechos Humanos, contra la pobreza y la segregación racial en Sudáfrica. Gordimer nunca dejó de decir lo que pensaba, más allá de lo que la gente pudiera querer oír, porque como señaló: "La verdad no siempre es bonita, pero el hambre de ella, sí".
Por todo ello, la autora de obras como La historia de mi hijo (1990) y El conservador (1974), también fue distinguida con más de doce doctorados Honoris Causa, entre otros, de las universidades estadounidenses de Yale, Harvard y Columbia; además de la británica de Cambridge; la belga de Leuven; o la sudafricana de Ciudad del Cabo.
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