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Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT)

FIT de Cádiz: la experiencia vital de unos nuevos actores

Una parte del elenco gaditano de la obra ‘La velocidad de la luz’ antes de uno de sus ensayos en el castillo de Santa Catalina.

Una parte del elenco gaditano de la obra ‘La velocidad de la luz’ antes de uno de sus ensayos en el castillo de Santa Catalina. / Julio González

Nunca es tarde para hacer algo nuevo. Ni siquiera la edad es impedimento para afrontar proyectos antes inimaginables, y hacerlos además con el sosiego y la mirada experta de una dilatada y nada fácil existencia. Esto al menos es lo que demuestra la veintena de gaditanos de entre 65 y 85 años, la mayoría mujeres, que en esta edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT) se van a asomar por primera vez a una escena para protagonizar la obra ‘La velocidad de la luz’, un proyecto del director argentino Marco Canale que se apoya en este grupo de personas que contraponen su bisoñez actoral a una profunda experiencia vital, más de veinte experiencias vitales personales y únicas, que también forma parte sustancial de esta original pieza teatral.

Rafaela, Vicente, Manuela, Josefa, Maru, Isabel, Maruchi, Ana, María, Charo y Antonio (Rodríguez y Canto, puntualizan para diferenciarse) son los nombres de parte del elenco de este proyecto. Son los actores que están a punto de empezar uno de los últimos ensayos de la obra en el Castillo de Santa Catalina, de la mano de Canale y de su ayudante de dirección Beatriz Torres, y que se muestra como un grupo tan heterogéneo como unido, un conjunto de personas procedentes de distintas asociaciones gaditanas que el año pasado participaron en talleres teatrales dirigidos por Marco Canale, en un periodo de residencia artística en Cádiz, y que con el tiempo ha conformado esta novel, y aún no se sabe si efímera, compañía.

Marco Canale se asoma a una de las ventanas del Castillo de Santa Catalina. Marco Canale se asoma a una de las ventanas del Castillo de Santa Catalina.

Marco Canale se asoma a una de las ventanas del Castillo de Santa Catalina. / Julio González

Un proyecto, eso sí, que Marco Canale ya ha realizado antes en otros lugares. Una experiencia que comenzó en su Buenos Aires natal en 2017 y que después ha seguido cogiendo robustez en Alemania (Hannover), Japón (Tokio) y Suiza (Val D’Anniviers).

El proceso del proyecto ha tenido una base unitaria en cada uno de estos sitios, como la ha tenido Cádiz, pero el resultado ha sido tan plural como distintos y dispares han sido sus protagonistas y las sociedades a las que pertenecían y las historias vividas en cada sitio.

Tras aquellos talleres gaditanos, Marco Canale se hizo con un grupo de voluntarios destinado a dotar de armazón a un proyecto que comenzó con las historias de cada una de estas personas mayores, historias vitales surgidas de su experiencia y, sobre todo, de su memoria, de las vivencias que aún anidan en ese rincón del cerebro donde se almacenan, tantas veces como en un olvidadizo trastero, lo bueno y malo de una vida entera.

Estas vivencias integran la primera parte de la obra, en la que los espectadores que abonen una entrada se repartirán en cinco grupos de veinte personas: cada grupo visitará un determinado patio de una casa gaditana, cinco en total, donde se encontrarán con parte del elenco. Después, los cinco grupos coincidirán en la Caleta, lugar en el que se desarrolla la segunda parte de la obra: una ficción escrita por Canale que promete humor y también emoción. La agrupación gaditana Nuestro Padre de la Salud, con más de 60 músicos tocando en directo, pondrá la guinda musical con sus marchas cofrades.

“La obra -explica Canale- trabaja siempre sobre el territorio, en este caso sobre Cádiz, sobre qué cosas muestra la ciudad y sobre aquello que está más en las sombras. Y también se trabaja mucho sobre la memoria, mi vida y la de mis ancestros, y también sobre el paso del tiempo. La fe, si las personas mayores creen en la vida después de la muerte o no, si creen que nuestros muertos de alguna manera u otra nos acompañan o no. No es de una manera religiosa, pero sí es desde el misterio de la muerte, de lo que implica y de cómo las personas mayores se relacionan con ella. También se aborda la estancia de las personas mayores en residencias, a través de la historia de un grupo de amigas caleteras que se enteran de que una amiga suya está en una residencia... Es una historia que trata sobre un grupo de amigas, una familia y tres generaciones”.

Beatriz Torres, ayudante de dirección, trabaja con dos de los actores. Beatriz Torres, ayudante de dirección, trabaja con dos de los actores.

Beatriz Torres, ayudante de dirección, trabaja con dos de los actores. / Julio González

Acostumbrado a trabajar con personas de edad que tienen su primer contacto con el teatro, el director argentino tiene claro sus criterios en escena: “Se trata de trabajar con lo que la gente tiene y potenciar su desarrollo artístico a partir de la memoria; ellos escriben historias de su vida, pero también se trabaja con canciones, con bailes... Y todo no hace falta hacerlo bien, sino que se trata de expresar y con ese grado de expresión ver qué belleza se puede construir. No se trata tanto de buscar una perfección como de buscar una potencia”.

Entre el elenco, ilusión, mucha ilusión. Maru, Maruchi, María y los dos Antonio toman la palabra en nombre del colectivo para ensalzar la figura de Marco Canale, su sabiduría escenográfica y su forma de trabajar: “Un fuera de serie”. Destacan la oportunidad que se les presenta en el techo de sus vidas y las historias, “espectaculares”, que cada uno de ellos ha aportado en el grupo. También el colectivo, con una convivencia “maravillosa”.

¿Y nunca habían hecho teatro? “Bueno, yo sí -salta una de ellas entre las risas de todos-. Se lo he hecho a mi padre y a mi marido también. ¡No he matado yo gente en Cádiz!: decía que se había muerto alguien y que iba al velatorio, y en verdad me iba a comer con las amigas. Sólo a eso, a comer, a nada más”.

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