Provincia de Cádiz

en la tormenta

  • La fuerza de los temporales puebla las playas de la provincia de surfistas y aficionados al kitesurf. Hablamos con ellos, gente muy sensata: "Todo deporte de riesgo, claro, entraña un riesgo"

La capota de un día negro se cierra sobre la playa de Santa María del Mar. Está cogiendo aire un nuevo vendaval y la gente corre a refugio. ¿Todos? No, señor, todos no. Hay quien corre hacia la tormenta, no se la quieren perder. Llevan bajo los brazos tablas. En una costa con déficit de olas, la tormenta trae olas; también viento, maldita sea, pero el mundo no es perfecto. Decenas, centenares de surfistas, están encontrando olas en los temporales que nos visitan con la periodicidad de un primo lejano muy pelmazo. Olas. Sobre ellas cabalgan, se deslizan. Jinetes de neopreno en la tormenta.

Juan Carlos, fotógrafo, sonríe cuando se le pregunta por la asunción de riesgos. "Quienes practicamos deporte de riesgo necesitamos un mínimo riesgo porque si no, no tiene sentido hacer deporte de riesgo". Tras el juego de palabras, reconoce que "es un riesgo muy controlado. Te puedes llevar un tablazo o un buen revolcón contra una roca, pero el mar te expulsa. Puede pasar algo, sí, claro, pero sería muy raro".

La afición al surf se ha quintuplicado en los últimos años. Hay surfistas como setas. Borja, otro surfero en la tormenta, un surfero veterano, lamenta que "hay mucha más gente, pero las olas son las mismas. Y no es que aquí sobren las olas, pero qué le vamos a hacer, el mar es libre".

Esta pasión es una buena y una mala noticia para Mario Aguilar, uno de los virtuosos del arte de domar olas. Es buena porque es el representante de la marca de ropa de surf Quicksilver para Andalucía; es mala porque el tráfico en las olas es un caos y, en ese tráfico, hay mucha gente que no se sabe las reglas. "Antes todo era compadreo, pero ahora hay discusiones porque mucha gente no respeta los códigos, desconoce de quién es una ola". Y el semáforo en verde lo da el nacimiento de la espuma. Uno parte en verde, con la espuma en su momento y, a mitad de ola, se encuentra con un intruso. "A la tercera vez que te lo encuentras, le dices algo. Te ha fastidiado la ola, ni para ti ni para mí, y te has podido pegar un buen leñazo".

Aguilar mata el gusanillo en las tormentas de este invierno salvaje, pero no es su momento. "El surf, el gran surf, se hace en aguas como un plato donde surge una ola limpia". La provincia de Cádiz, donde el viento es impertinente e ingobernable, no es el lugar indicado. Por eso Mario escapa. Huye a Portugal, pero en Portugal no tienen tan buenos modales como aquí. "Sencillamente, si eres de fuera, no te dejan. Son sus olas y esas olas son para ellos". Por eso huye aún más lejos. En vacaciones coge cuatro aviones y un barco. Está cerca de Sumatra. Allí hay cruceros en exclusiva para surfistas y miles de olas. Olas para todos. Allí Mario es feliz.

El viento sí es amigo de Germán Peral, uno de los que pasa más tiempo en el agua bajo la furia del cielo, unas cuatro horas diarias enganchado a una cometa. Practica el kite surf, una modalidad inventada en Estados Unidos hace unos diez años y que permite el salto y el vuelo sobre el agua. Peral se lo vio hacer a unos franceses en Tarifa y se dijo: esto es lo mío. En la tormenta del pasado miércoles fue el único, con otro intrépido, que se aventuró en las aguas de Valdelagrana; el resto, se quedó en tierra. La tarde daba miedo. "Es una completa sensación de libertad, un estado de absoluta felicidad". Como en todo, Peral dice que el peligro es relativo. "Con un adecuado sistema de seguridad, en cuanto la cometa te controla a ti, lo que tienes que hacer es soltar el gancho y el mar te lanzará a la orilla. Y es cierto que tienes que saber cuál puede ser la reacción del viento. Es mucho más facil deslizarte con una cometa que con una vela de windsurf. En un mes puedes llegar a disfrutar de ello, con una vela de wind necesitas mucha más experiencia. Es una ventaja y un inconveniente. Gente con poca experiencia se adentra en el kite sin saber lo que es el barlovento y el sotavento, he visto gente dominada por la cometa, en claro peligro, que no se soltaban por no perder un equipo que le ha costado 2.000 euros. Pero esto ocurre en cualquier actividad humana. El desconocimiento te hace mucho más temerario".

La comunidad del kite está todavía consternada por la muerte de un joven la pasada semana. En el foro Valdela Kiters todavía se preguntan qué es lo que pasó, cómo su compañero no pudo soltar la cometa. En ese mismo foro se observa la belleza de este deporte en numerosas fotos, en recomendaciones que se hacen los unos a los otros. Un círculo social de gente con pasión por el viento y el mar. Miguel Ángel Benjumeda es un empresario que, entre otras cosas, lleva la firma Monokites, dedicada a la venta de los elementos para la práctica de Kitesurf. "Como tal, el kite tiene esa belleza, esa sensación tan placentera de cualquier deporte de deslizamiento. Es como un cross, en el que te deslizas sobre el agua y, de repente, zas, saltas. Es todo adrenalina". Al contrario que el surf, el kite se ha estancado en cuanto a practicantes. "Tuvo un boom, subió mucho, y ahora está un poco parado. Ten en cuenta que la practica del kite está prohibida en muchas playas en los meses de verano, lo que elimina el efecto llamada". No son los únicos impedimentos. Hay mucho más control sobre el kite. Si el viento supera los 80 kilómetros hora, la Guardia Civil no permite navegar. Pero sus practicantes más veteranos saben con lo que se enfrentan y entienden estas reglas. Tanto Miguel Ángel como Germán se sonríen cuando se les llama intrépidos. "No, intrépidos no. La naturaleza está ahí y la disfrutamos. También, ¿por qué no?, bajo la tormenta".

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