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neoliberalismo | polémica de el rubius

La serpiente que se comió tu dinero

  • El caso del ‘influencer’ es sólo un ejemplo más del calado del discurso neoliberal, que ataca la estructura del Estado del Bienestar  

  • Los sistemas tributarios se muestran anacrónicos ante prácticas fiscales desleales dentro de la propia UE 

Rubén Doblas, El Rubius, anunció recientemente su intención de residir (y tributar) en Andorra.

Rubén Doblas, El Rubius, anunció recientemente su intención de residir (y tributar) en Andorra. / M. G.

Asumo que quien lee esto no es un ser sobrenatural y que, como dirían en Macbeth, ha nacido de mujer. Bien, hola qué tal. Si su nacimiento se produjo en la sanidad pública, le regalaron a usted y a su madre 2.417 euros. Felicidades. Eso, si no hubo otras complicaciones, por ejemplo, una cesárea (4.576 euros). O bueno, olvidemos lo del parto. Puede que se rompa un brazo de mala manera y necesite hospitalización (5.746 euros), o que le operen de apendicitis (3.697).

Salgamos de la Sanidad. Educación. Es inevitable pasar por un aula, gasto que cuesta a las arcas públicas 5.988 por alumno y año en Infantil, 6.066 en Primaria. Más allá de becas y ayudas diversas, claro. Todo eso –no contemos pensiones, prestaciones por desempleo, etc– sale de lo que, más a gusto o a disgusto, pagamos al Estado. No es gratis. Y muy pocos podrían permitírselo de tener que afrontarlo directamente. Es el sostén de lo que conocemos como Estado del Bienestar: “Un concepto que surgió a partir de la II Guerra Mundial –recuerda Rafael Rodríguez Prieto, profesor de Derechos Humanos y Valores Democráticos en la Pablo Olavide de Sevilla–. El origen estuvo, por un lado, en el desbarajuste económico del 29, que habían visto era caldo de cultivo para los totalitarismos; y por otro, la amenaza de la URSS”.

El mismo Eisenhower, recuerda César Rendueles en Contra la igualdad de oportunidades (Seix Barral) pronunciaba en 1954 estas revolucionarias palabras: “Si algún partido político intentase abolir la seguridad social o la cobertura por desempleo y suprimir la legislación laboral o los programas agrícolas, nunca más volverías a oír hablar de ese partido. Por supuesto, hay un minúsculo grupo de disidentes que creen que esas cosas se pueden hacer. [...] Su número es insignificante y son unos imbéciles”.

“El nacimiento del Estado del Bienestar supuso un pacto social que permitió conciliar la democracia y la economía capitalista. Al mismo tiempo que el sistema permite el incremento individual de la riqueza asegura a los ciudadanos un nivel básico de bienestar –explica el decano del Colegio de Economistas de Cádiz, Javier Cabeza de Vaca–. Un grupo de personas aportan más que reciben y otros reciben del Estado más de los recursos que aportan y, a través de este mecanismo, se produce una redistribución de la riqueza”.

Esa conciencia generalizada fue un momento feliz, apunta Rafael Rodríguez Prieto, en la naturaleza “predatoria” que, hasta entonces, había mostrado el capitalismo.

Esta semana, el rostro más visible del universo influencer, Rubén Doblas, El Rubius, anunciaba su intención de irse a vivir a Andorra. Sus amigos (también del gremio) ya residían allí y sentía que, en España, lo crujían a impuestos. Sus ganancias anuales, que se estiman en millones de euros, lo situarían como un contribuyente del último tramo (47%).

Su anuncio vino a sumarse a una práctica que ejercen muchos otros rostros famosos entre, también, la defensa y excusas no sólo de seguidores, sino de las numerosas voces defensoras de la libertad de elección, contra lo abusivo de las tasas impositivas y lo injusto del “doble rasero”, o de quienes están seguros de que la fiscalidad traba el emprendimiento y el ahorro de los ciudadanos. Quizá no sean mayoría pero no son pocos, y no se creen imbéciles.

Al margen de la ideología, que se considere que el Estado ha de tener más o menos peso, el sistema impositivo es necesario por estructura. Especialmente, en este momento, en el que el gasto público se dispara por causa de la pandemia ”, añade Carlos Cruzado, presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha). No ayuda que deportistas y creadores de renombre busquen paraísos fiscales de distinta índole, “aunque se trata de una conducta elusiva, no evasiva –indica Cruzado–, pero tampoco ayudan a la conciencia fiscal campañas de muchas empresas que anuncian días sin IVA y demás”.

Cuando nos quejamos de nuestro IRPF parecemos “no ser conscientes” de que en otros países de la UE es mucho mayor: *Nuestro sistema tributario no es alto –insiste–. Respecto a que los impuestos sean una lacra al emprendimiento o al ahorro, vemos que las sociedades con mayores niveles de bienestar tienen presiones fiscales más altas, no entorpecen el crecimiento. Hoy día, tenemos tipos marginales del 50%, pero en los años 50-70 los había más altos... A partir de los 80, se empezó a establecer ese mito de que castraba el crecimiento, pero ahora se plantea lo contrario, mayor progresividad, ya que uno de los mayores problemas es el aumento del incremento de la desigualdad a consecuencia de esto. Se han estado mantenimiento mitos erróneos durante mucho tiempo”.  

Como recuerda Rodríguez Prieto, en la última década, la diferencia de salario entre quien gana más y menos en una empresa ha crecido de forma exponencial. Al mismo tiempo, ha ganado enteros el discurso neoliberal: el que no sólo es crítico ante los impuestos y abraza el “no le debo nada a nadie”, sino que pone a la voluntad (y libertad) individual por encima de todo, de todos.

Un parto, en la sanidad pública, tiene un coste de 2.417 euros; una apendicitis, 3.697 euros

Gran parte de lo que se denomina libertario no entronca siquiera con la tradición libertaria, pensadores como Adam Smith o David Ricardo admitían que debía existir una mínima organización social –desarrolla el laboralista Íñigo Molina–. En los últimos treinta años, se ha exacerbado mucho la cultura del individualismo, rompiendo lazos sociales y comunales para volvernos más tribales, de identificación, de los que piensan como yo... olvidando que eso siempre será una minoría y nos necesitamos todos, según situaciones y necesidades objetivas de cada uno y de la totalidad. Históricamente, esto se ha hecho para romper cualquier fuerza que pudiera tener el sindicalismo y destruir los discursos más sociales. Se desvirtúa incluso el concepto de empatía, que lo que ha de proveer es de la capacidad para ponerte en el lugar del que es distinto, no identificarte con él. Internet viene a exacerbar esa disociación, esa cultura del yo, porque la comunidad digital, en realidad, no existe: tu comunidad es aquella en la que aposentas el culo todos los días”.

De la mano va el uso y el abuso desvirtuado, por parte de la clase política muy especialmente, del concepto de libertad: “La idea de libertad absoluta está muy vinculada con el mercado capitalista, pero esa idea de libertad es un elemento que tiene poco que ver con la realidad porque todos estamos en gran medida condicionados por nuestras circunstancias –explica Rafael Rodríguez Prieto–. El concepto absolutizador de libertad es una ficción. La realidad es que la mayor parte de la gente tiene más opciones cuando viene de una familia con recursos económicos y contactos. Precisamente, esa es una de las grandes enseñanzas del feminismo, que la igualdad formal no existe si no tienes en cuenta las circunstancias específicas: no puedes combatir el patriarcado sin tener en cuenta la cuestión de clase, como sabían las anarquistas españolas, con propuestas que parecen hechas ayer: comedores, guarderías, publicaciones relacionadas con las mejoras de las condiciones de trabajo...”

“Yo sólo soy libre cuando todos mis semejantes también lo son y la libertad de elección no sólo no existe sino que no es igual para todos –añade Íñigo Molina–. Por eso, todo esto del discurso neoliberal es una fantasía, porque siempre hay un lobo más grande en el bosque. El hago lo que me da la gana no se predica ni siquiera en los conceptos anarquistas”.

Dentro de esa exaltación de la libertad, está la falacia de la libre elección que, para el laboralista ha puesto la guinda en el actual escenario de precariaje laboral, “aunque viene de algo muy anterior, del creerse especial, de esto ya lo arreglo con mi jefe. Nos vamos a la uberización a partir de ahí, de crearte la fantasía de poner tus horarios, de que eres tu propio jefe, cuando hasta los tribunales han decretado que tú no estás eligiendo nada”.

“No se puede abstraer a las personas de las condiciones y de los contextos en los que se desarrolla su vida, con lo cual, no todos partimos del mismo punto –prosigue Rodríguez Prieto–. Con ese pensamiento llegamos a una sociedad como la estadounidense, en la que vemos por ejemplo que en un mismo territorio, California, donde residen las grandes tecnológicas, además de la industria del cine, los hospitales están desbordados y aplicando triaje de guerra, y gran parte de la población no tiene posibilidades de desarrollo personal. ¿No sería la situación muy distinta si estas grandes empresas tributaran en su país, allí mismo?”.

En la última década, las diferencias entre salarios han crecido exponencialmente

Un mundo global exige soluciones globales –comenta al respecto Carlos Cruzado–. El caso de los youtubers, o de los famosos que no tributan aquí nos distrae respecto al enorme problema de las grandes firmas y de la baja tributación, por ejemplo, del sector digital: compañías que prestan servicios en países donde ni siquiera tienen presencia física”. Muchas veces, como sabemos, dentro de la misma esfera europea: “Países como Holanda, Irlanda, Malta y demás, con unas prácticas fiscales que preocupan hasta a la OCDE y a la UE, que toma medidas que llegan con dificultad. Lo que estamos viendo es que los sistemas tributarios se están quedando obsoletos en relación con todas estas circunstancias”.

Ejemplos como Facebook, Google o Amazon no ayudan a abogar por las bondades del sistema fiscal cuando cualquier persona que tiene un bar tributa en su país más que ellos –reflexiona Rafael Rodríguez Prieto–. Lo que es tremendo es que la Unión Europea permita esas prácticas incluso dentro de sus fronteras, y no proteja a sus estados miembros de que se produzcan escenarios como el sandwich holandés. El corazón, la razón de ser de la UE debería ser defender a sus ciudadanos y apostar por el modelo social si no, vamos mal”.

Desde Gestha, Carlos Cruzado añade que “otra de las excusas que se suele emplear frente al régimen fiscal es el derroche, los casos de corrupción... “y ahí estamos de acuerdo, pero la solución no es no pagar”. Una queja común, en efecto, junto a la pérdida de progresividad: “Parece que se ha olvidado que hay que invertir de acuerdo a las necesidades de la población, en vez de establecer una guerra entre distintas autonomías a ver a quién baja más los impuestos”, apunta Rodríguez Prieto.

Javier Cabeza de Vaca repasa todos los pellizcos que cualquiera de nosotros termina depositando en la gran hucha estatal, ya que “no sólo se paga el IRPF, también pagamos las cotizaciones a la Seguridad Social, IVA, IBI, Impuesto de Circulación, Impuesto Primas de Seguros, tabaco, alcohol, hidrocarburos, sucesiones y donaciones, transmisiones patrimoniales... La carga impositiva que soporta un ciudadano es elevada”, concluye. Precisamente por eso, ya que con estos impuestos se financia el Estado del Bienestar, sería “muy importante” que el Estado hiciera “un uso adecuado de los ingresos públicos y que controle con el mismo celo ingresos y gasto público”.

Carlos Cruzado, presidente de Gestha: "Estamos viendo que los sistemas tributarios se están quedando obsoletos”

“Para mejorar la conciencia tributaria –continúa– es necesaria una mejora de la relación entre ciudadanos- políticos, y sobre las prestaciones que recibe del Estado y el cumplimiento de las obligaciones tributarias por los agentes de su entorno. Los privilegios, la corrupción, desvío o el mal uso de los fondos públicos desincentivan al ciudadano”, que actúa por “coerción”, no por un convencimiento real.

“Se habla de la importancia de la Educación para la Ciudadanía, cuando lo realmente eficaz sería formar no sólo en valores, sino en cómo funciona la realidad, en las herramientas que te permitieran negar argumentaciones falaces, ver cómo funciona el mundo, y qué sirve y qué no –desarrolla Íñigo Molina–. Lo primero que tenemos que asumir es que la estrategia evolutiva del ser humano es la comunidad, y está totalmente vendido solo”.

Gran parte de la narrativa del self-made man y del triunfo de la voluntad cala, es obvio, entre la gente joven. “Y el sistema está tan bien montado –prosigue– que les permite sostener esta fantasía de que pueden solos, porque ellos lo valen, que uno es su holograma y el mundo es algo totalmente independiente, ajeno, sin darse cuenta de que sus padres no son millonarios y de que ellos no son El Rubius, ni Messi. Las redes sociales le han metido la quinta al individualismo y la mayor parte de los chavales no tienen, no ya preparación, sino mecanismos mentales para hacer frente a muchas cosas. No tienen la capacidad de hablar con el de la mesa de al lado, aunque te caiga mal, porque hay que hacer algo porque estamos jodidos”.

Las grandes empresas aplauden el discurso neoliberal, pero sus CEOs no se lo creen: ellos sí que conocen el mecanismo perfectamente. A los obreros del siglo XIX nadie les enseñó nada, pero sabían lo que era tener un objetivo común y defenderse entre ellos. Pero ahora eso no va a ocurrir, o les va a costar mucho. Hemos descendido en el nivel de comprensión de la realidad al nivel de una tribu de neardentales”, añade. Hasta Kipling, ese señoro del XIX, les enseñaba a los niños que la fuerza del lobo es la manada; y la fuerza de la manada, el lobo.

“Este año –comenta Rafael Rodríguez Prieto– celebramos en la Universidad Pablo Olavide el centenario de uno de los grandes que hicieron un discurso completamente contrario al individualismo, Kropotkin, que subrayó que la evolución se desarrolla a partir de la cooperación. Esa idea del apoyo mutuo debería ayudarnos a orientar la acción política actual porque, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, las nociones de individualismo absoluto y meritocracia en abstracto no son más que una condena hacia la desigualdad”.

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