El mensaje vitalista de la Yeya Ana
Una isleña de 107 años recibe su segunda vacuna contra el Covid
A sus 107 años, la vecina de La Isla Ana María González anima a la población a vacunarse tras recibir su segunda dosis: "No duele nada, nada, de verdad"
San Fernando/"No duele nada, Tere, pero nada, nada, de verdad. Anímate”. A través del móvil, Ana María González Sánchez le muestra a su amiga su satisfacción tras haber recibido el pasado sábado su segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus. Y en esa conversación hay dos cosas que le sorprenden: la primera, que casi no sintió la inyección en el brazo, y la segunda, la de gente que había visto esperando para vacunarse en el centro de salud de San Fernando donde fue citada por el Servicio Andaluz de Salud. "Aquello estaba rebosando de gente", explica. Y Ana María se expresa a la perfección, y eso que tiene 107 años de vida.
Sí, la cifra está bien, 107 años, porque nació el 31 de enero de 1914. Y todo el que se entera de su edad se sorprende, por su longevidad, claro, pero sobre todo por el magnífico estado de salud que luce. Hasta el propio personal sanitario del centro de salud donde fue vacunada, el de La Ardila, tenía que mirar dos veces su ficha. "Son una gente estupenda, pero cuando se enteraban de la edad que tenía, se quedaban fríos", resumía la Yeya Ana, como la llaman sus familiares, al volver ese mismo día a casa.
Con su segunda dosis en el cuerpo, Ana María lo celebró con su gente como más le gusta, brindando con una copita de fino chiclanero que suele tomarse a la hora del aperitivo y al que le echa una mijita de moscatel para darle su toque dulzón.
Este capricho, al que suele acompañar un poco de queso o un poco de jamón, no tiene contraindicación médica alguna. Tampoco lo tienen las hamburguesas o las porciones de pizza que come con satisfacción cuando visita la casa de algunos de sus nietos. Y es que, aunque parezca mentira, la Yeya Ana no tiene tratamiento alguno, si acaso una pastilla para evitar que a veces se le hinche un poco el pie, "aunque la toma cuanto se le antoja", aclara su nieta Mila Rodríguez, que en todo momento elogia el sentimiento vitalista del que aún disfruta su abuela.
La Yeya Ana es, seguro, la persona más longeva que reside en San Fernando. Eso como mínimo, porque no debe haber muchas personas mayores que ella en el resto de la provincia de Cádiz y de Andalucía. Pero la edad no impide que esta isleña de adopción se desenvuelva perfectamente por su casa, se mantenga en pie sin mucho esfuerzo e incluso se dé algún paseo por la calle cuando el tiempo lo permite y, lógicamente, siempre con compañía y con su mascarilla.
La Yeya Ana es, además de una superviviente, un ejemplo de superación. Nacida en Medina Sidonia aunque afincada en San Fernando desde su infancia, Ana María González Sánchez era la mayor de cinco hermanas. Y en cierto modo puede decirse que fue una emprendedora porque desde muy joven trabajó como delineante primero en la desaparecida Fábrica San Carlos y luego en la Compañía Sevillana de Electricidad, todo ello en una época en la que el acceso de las mujeres al mercado laboral era muy residual.
Precisamente el hecho de que se volcara en su profesión puede que influyera en que se casara más tarde de lo que era habitual en esos años, ya con 26 años. Fue entonces cuando Ana María contrajo matrimonio con José Manuel Silva López, un artesano y pintor muy conocido, tanto que tras su fallecimiento en el año 2000 recibió una calle a su nombre en San Fernando, en la zona de Camposoto.
Ana María González vivió casi toda su vida con su marido y sus dos hijas (Ana y Mari Pepa) en la calle San Cristóbal. Allí se confirmó como una experta bordadora y demostró igualmente sus habilidades culinarias. Pero tras enviudar primero ella y dos años después su hija Mari Pepa, decidió trasladarse al domicilio de ésta, en la calle Las Cortes, donde hoy sigue residiendo y donde recibe la atención de toda su familia, incluidos sus diez biznietos.
Si la teoría de los científicos es correcta, dentro de apenas tres días la Yeya Ana ya estará inmunizada contra el Covid-19, porque el sábado se cumplirá una semana desde que recibió su segunda dosis. Ese día esta señora con cara de buena persona podrá coger de nuevo su copa de fino chiclanero con un pelín de moscatel y brindar para celebrar que le ha ganado también esta batalla contra el coronavirus. Su enésima batalla ganada.
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