Crimen de Zahora: Pavos, gallinas y el Winchester de Luis para acabar con todo
La Guardia Civil baraja como hipótesis probable que Eduardo murió tras recibir varios disparos en la cabeza de un rifle y una escopeta de su vecino, con quien mantenía disputas desde hacía años
Una disputa vecinal, posible motivo de las dos muertes de Zahora
El lunes amanece tristón en Zahora. Un manto de nubes altas encapota un cielo grisáceo. Aunque la pena no sólo se advierte elevando la vista. Las caras de los vecinos de la pedanía barbateña reflejan su pesadumbre. Siguen en shock. El golpetazo ha sido brutal. Más por la violencia que por lo inesperado. Porque, quien más quien menos, califica a Luis, el presunto autor de los disparos que acabó el sábado con la vida de Eduardo y que luego se pegó un tiro, de “conflictivo”.
Eduardo, por contra, era un vecino querido en Zahora. Casado y con dos hijas universitarias llevaba, a sus 57 años, una vida tranquila cuidando de su huerto y de sus animales que se veía alterada de manera frecuente por las discusiones con su vecino José Luis, de 58 años, más conocido como Luis El Cachila, que, junto a un hermano y una hermana, era dueño de una muy popular venta de la zona, negocio que actualmente tienen alquilado.
El ruido que los animales de Eduardo generaba parece el origen de las desavenencias entre ambos. El canto de los gallos volvía loco a Luis. Y los decibelios subieron más cuando un pavo decidió acabar por la vía rápida con una gallina. El cacareo de unos y otros parece que enfureció a Luis, aunque algunos lugareños advierten que nadie se echa al monte con un par de escopetas por unas aves escandalosas. Claro que Luis, advierten, “era muy suyo para estas cosas”.
Cuentan que arrastraba problemas con el alcohol y que arreciaron después de que su pareja, una mujer de nacionalidad británica con quien había tenido un hijo, le abandonara llevándose al niño. La personalidad taciturna de Luis se hizo más visible. También su irascibilidad, acrecentada por el jaleo que causaba el corral de Eduardo. El viernes pasado la DGT le retiró el carnet después de que la Guardia Civil volviera a pillarlo conduciendo bajo los efectos del alcohol.
A primeras horas del sábado, Luis vuelve a su casa después de pasar la noche en la Feria de Medina. Como casi siempre viste un pantalón verde de camuflaje, un pantalón de cazador. Porque Luis tiene licencia de armas. Aseguran algunos vecinos que llevaba tiempo jurando que le iba a pegar dos tiros a Eduardo. El día anterior a la tragedia llama por teléfono a su ex pareja y le anuncia que se va a quitar de en medio.
La mañana del sábado, tras llegar de Medina, encuentra a Eduardo en la Venta Curro desayunando y se enzarzan de nuevo por culpa de los pavos, los gallos y las gallinas. Eduardo intenta que la cosa no pase a mayores y se marcha a casa. Se pone a trabajar en el huerto. Allí es donde su mujer lo encuentra, debajo de una hamaca, pasadas las dos de la tarde. Tiene varios disparos de una escopeta del calibre .12 y de un rifle calibre .22 en la cabeza. Un Winchester. Como los de las películas del Oeste en las que los vecinos se lían a tiros por un quítame allá esas pajas.
La mujer de Eduardo llama a la Guardia Civil. Al llegar les pone sobre la pista del vecino conflictivo que ha jurado acabar con la vida de su marido. Los agentes inician la búsqueda por el sitio más lógico:la casa de Luis. Allí encuentran dos fundas de armas largas, de una escopeta y un rifle. También unas manchas de sangre que los exámenes toxicológicos deberán determinar si pertenece a Eduardo.
Varias patrullas beneméritas empiezan a peinar la zona pero las batidas se interrumpen por la falta de luz. Al amanecer del domingo se reanudan. Unos agentes del puesto de Medina pasan junto al camping San José cuando suena un tiro. Se tiran al suelo. Allí, parapetado tras una mesa grande, está Luis. Buscan refugio. No saben si ha sido un disparo de advertencia o si se ha dirigido contra ellos. Poco después resuena otra detonación aún más fuerte. De escopeta. Luis se ha volado la cabeza. El drama se ha consumado. Apagado el eco de los disparos, Zahora se suma en un silencio de muerte.
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