"El mar de Cádiz y Huelva arroja menor cantidad de alteraciones climáticas"
antonio turiel | oceanógrafo
El área sudatlántica se salda por ahora con los mejores datos a nivel estatal, según un estudio puesto en marcha desde el CSIC
Antonio Turiel, experto en oceanografía física, acudió en Cádiz al encuentro de la Asociación Española de Teledetección

Antonio Turiel le habla de cómo las matemáticas forjan el mundo a una persona que cuenta con los dedos. Comprobar que la realidad responde a una armonía perfecta, que se puede desencriptar, te hace estar en un continuo estado de sorpresa, en maravillado pasmo. Uno intuye que la matemática del mundo se esconde en la cola de un guepardo, pero no ve más allá. Quizá ahí esté el motivo de que Turiel (León, 1970) se implique tanto, elevado a la máxima potencia, en el devenir de lo que nos rodea. Por eso, y por los hijos:“Al fin y al cabo, también tenemos una responsabilidad con ellos, yo también quiero que todo salga lo mejor posible”, dice.
En redes se mete en muchos charcos –”ya soy lobista de los fósiles, de las nucleares, de la energía verde...”–, lo que no deja de sorprenderle, porque en el día a día está a los océanos, a las corrientes, a sus mediciones. Es esta actividad la que lo trajo al XX Congreso de la Asociación Española de Teledetección (AET), celebrado esta semana en la capital gaditana. Entre otras cosas, Turiel habló de dinámica oceánica y de la información del estado del mar que se obtiene a través de superplantillas que combinan datos de teledetección de distintas variables. Es gracias a esta técnica, por ejemplo, que se ha descubierto que hacia 2016 los mares del planeta vivieron un cambio de fase que probablemente marque un punto de inflexión climático.
“Son datos –prosigue Turiel– facilitados desde anclajes permanentes, en zonas críticas, que dan una medida de la dinámica que sigue el desplazamiento de las corrientes de agua; y que nos señalan que el ciclo del agua planetario se está acelerando, se evapora más deprisa”. El especialista aclara que las conclusiones obtenidas no son proyecciones, sino que tienen un componente observacional.
Antonio Turiel es investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y experto en oceanografía física. Forma parte del Barcelona Expert Center, un centro de producción y distribución de datos por satélite que asesora a la Agencia Espacial Europea. Trabajan a partir de la información proporcionada por el satélite SMOS (siglas de Soil Moisture and Ocean Salinity), cuyos cálculos miden la salinidad del agua del mar y la humedad sobre el suelo –incluyendo masas de hielo–.
“Como todas las misiones de la Agencia Espacial Europea, se trata de un proyecto de muy largo recorrido –explica–. El satélite comenzó a transmitir en noviembre de 2009, con lo que este año cumplirá 15 en el espacio, lo que lo convierte en una apuesta muy bien optimizada”.
Turiel participa también –junto a investigadores del IEO-CSIC de Puerto Real–, en un estudio que analiza las condiciones climáticas imperantes en las seis demarcaciones marítimas del país.Según esta aproximación, el área sudatlántica –la que incluye la línea de Huelva y Cádiz– sería la que menos alteraciones presenta. Al otro lado estaría la franja cantábrica, que está viviendo una alteración estacional.
Con 3.000 veces más capacidad calorífica que toda la atmósfera, el océano es el factor climático más importante del planeta. “Digamos que el viento es un gato sujeto por un elástico a la pata de un elefante –ilustra Turiel, que debe sospechar que quien lo escucha cuenta con los dedos–. El gato estira, sube, baja, arma jaleo, llama la atención. Pero el elefante, que es el óceáno, se mueve y lo arrastra todo”.
LA ALARMA DE LA AMOC
Y la fuerza motora de nuestro elefante la marca la AMOC: la corriente interna del océano, que se mueve a golpes de salinidad y masas de frío y calor. A principios de este año, se publicó un informe que señalaba que la AMOC daba muestras de ralentización. Aunque sus efectos se dejarían sentir en todo el planeta, sería el continente europeo el que lo sufriría más directamente. La mitad de Europa quedaría cubierta por el hielo, siendo la parte meriodional una de las pocas –junto con otras zonas de norteamérica y mesoamérica– que se “salvarían” en el nuevo escenario. Si la AMOC se detuviera, sería “el fin del mundo. O del mundo humano, claro”, añade Antonio Turiel.
“Yo aún pienso que todo esto no tiene por qué estar escrito en piedra –puntualiza Turiel–. Hemos entrado en una fase crítica, pero todavía tenemos cierta capacidad de reacción.Ante un cambio de dinámica, siempre surgen mecanismos para intentar compensar y volver al estado anterior”. Un nuevo ejemplo para legos: “Imagina un poste en mitad de una levantera –desarrolla–. Al principio, empieza a oscilar como un loco de un lado a otro. Pero llega un momento en el que la resistencia se vence y se inclina a los lados, más lentamente, hasta que al final se cae. Digamos que estaríamos en la fase de oscilación. Aún es posible cierta contención, pero hay que dejar de empujar”.
ANATEMA Y CAPITALISMO
Dejar de empujar supone mentar el anatema del decrecimiento:“El pecado de decir que es imposible mantener el capitalismo –afirma Turiel–. Crecer por crecer es lo que quiere el sistema financiero. Pero crecer por crecer es la filosofía de un tumor”. Buena frase. “No es mía –dice–. Mis frases buenas no son originales y las originales, no son buenas. Esa tampoco es mía”.
Antonio Turiel ha hablado, y escrito, largo y tendido sobre el tema del agotamiento de los combustibles fósiles y la crisis de la energía (Petrocalipsis, Sin energía). Algo que se producirá no de forma repentina y a lo Mad Max, sino que –asegura– ya se está produciendo, a través de un proceso que puede durar décadas:“El famoso peak oil probablemente lo vivimos en 2005-6, y estamos viviendo de los restos: fracking y productos secundarios del petróleo, que también han tocado techo. El diesel, la sangre de nuestro sistema, también se está resintiendo deprisa. Por no hablar del uranio, que está cayendo en picado: de 2016 a 2022, ha caído un 23%”.
La cuestión de las renovables no resulta suficiente, al menos, planteada de la forma en que se ha hecho: a gran escala, pensada para suministrar grandes centros de producción, cuando debería cubrir demanda de cercanía (menos desperdicio) y en pequeño formato:“Todo igual no se puede, para algunas cosas parece que somos todo o nada cuando todos los modelos de transición son un collage –desarrolla–. También está la cuestión del tecnooptimismo, que estamos acostumbrados a hacer cosas prodigiosas, pero hemos levantado un modelo bestial, pensando en un crecimiento infinito con recursos finitos”.
La satanización del decrecimiento –en el imaginario, el nuevo comunismo– es una constante cuando “hasta el IPCC habla del decrecimiento como algo posible, pero luego ni se menciona cuando todos nos preocupamos mucho por el cambio climático”.
“Y además –añade– todo es cambio climático, todos luchamos contra el cambio climático, y sí, pero tenemos muchos problemas ambientales tan importantes como el cambio climático, capaces de ponernos del revés, y en los que apenas se pone la lupa: la crisis de la biodiversidad, del agua dulce, la acidificación de los océanos... Ya sabemos que hemos tocado seis de los nueve puntos de no retorno. No sé, lo mismo, con un poco de empeño, podremos alcanzarlos todos”, ironiza.
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