El acusado de dejar morir a su madre en El Puerto: "No pedí ayuda por cabezota, quería hacerlo todo solo"
Peritos que examinaron el cuerpo de la fallecida, de 88 años, declaran que parecía "una víctima del Holocausto" y que tenía lesiones "compatibles con la mordedura de un roedor"
"Gloria pesaba 33 kilos, no le daba de comer ni de beber"
"No pedí ayuda por cabezota, quería hacerlo todo solo". Ésta fue la respuesta que ofreció el hombre acusado de dejar morir a su madre, de 88 años, en su domicilio de El Puerto tras ser interrogado por los miembros de jurado sobre el motivo por el que no solicitó la asistencia de los Servicios Sociales o de cualquier otra persona externa para procurar a su madre una atención adecuada, habida cuenta que se trataba de una mujer de avanzada edad totalmente dependiente.
El procesado, que declaró este lunes en la Audiencia de Cádiz y que sólo contestó a las preguntas de su abogado y del tribunal popular -no así de la fiscal-, manifestó que había dedicado toda su vida a cuidar a su padre y a su hermano, ambos invidentes. "Yo era su Lazarillo", afirmó.
Aseveró también que se hizo cargo de su madre. "Ella podía andar con ayuda. Se levantaba de la cama para ir al salón, donde se sentaba en una butaca a ver la televisión". Sobre el ictus que la progenitora sufrió en 2004, señaló que "se recuperó totalmente" y por eso "hacía vida normal". No fue hasta dos o tres meses antes de su muerte, el 29 de marzo de 2022, cuando empezó a perder movilidad, apostilló.
Cuando el estado de salud de Gloria, la víctima, empeoró, el encausado explicó al jurado que le daba de comer "puré de calabaza y agua con una jeringuilla" y que el día que "no quiso abrir la boca" y "escupió la comida", el 28 de marzo de 2022, llamó de inmediato al 112, aunque "la ambulancia tardó más de una hora en llegar", añadió. Gloría falleció horas después en el Hospital Santa María de El Puerto. Según las forenses que realizaron la autopsia, la causa del fallecimiento fue una muerte violenta asociada a una falta de cuidados y a una desnutrición severa que desembocó en un fallo multiorgánico.
Cuestionado por las úlceras de presión que tenía su madre, una de las cuales era tan profunda que dejaba ver el hueso, el acusado testificó: "Yo no soy un cuidador, no sabía que tenía que mover el cuerpo. Tampoco sabía cómo curarle las heridas, las desinfectaba con algodón y agua oxigenada como podía".
"Una víctima del Holocausto"
Antes de la declaración del procesado, que solicitó intervenir en último lugar, se desarrolló la prueba pericial con la testifical de varios forenses, entre ellos, el que se encargó del levantamiento del cadáver de Gloria en el hospital de El Puerto, toda vez que los médicos que la atendieron activaron el protocolo policial y judicial ante el pésimo estado de la anciana.
Este experto afirmó que la víctima sufría una caquexia extrema así como múltiples lesiones por escaras en las zonas de apoyo, algunas necrosadas, y "una atrofia brutal" en el fémur por falta de alimentación (sólo la piel cubría el hueso). "Parecía una víctima del Holocausto nazi", ejemplificó. "Llevaba meses sin comer y consumió sus propios nutrientes para sobrevivir".
Asimismo, indicó que tenía "lesiones traumáticas en las manos y en la cara, concretamente en la zona del ojo izquierdo y en el labio, compatibles con un golpe o una caída".
Tras mostrar varias fotografías del cuerpo de Gloria a los miembros del jurado, el perito aclaró que las manchas que recubrían parte del cuerpo de la víctima "eran de suciedad". "Perdón por la expresión, pero es mierda. Durante el tiempo que la mujer estuvo hospitalizada, tres turnos diferentes se encargaron de asearla con toallas jabonosas y, aún así, seguía sucia. Si frotaban más, la lesionaban", advirtió.
El forense trajo a Sala también numerosas imágenes de la vivienda donde convivían madre e hijo. En ellas aparecían las distintas estancias de la casa completamente repletas de basura y objetos acumulados por el suelo. Llamó la atención el perito sobre el cuarto de baño, muy sucio y con una bañera con agua negra estancada. "Un verdadero desastre", lo calificó el perito.
"El hueso quedó expuesto en una úlcera"
En la tercera sesión del juicio con jurado al procesado por dejar morir a su madre, declararon además las dos médicos forenses que realizaron la autopsia de la fallecida. A nivel externo, ambas reiteraron el cuadro de caquexia extrema que padecía la mujer. "Tenía 88 años, medía 1,47 y pesaba 33 kilos; su índice de masa corporal estaba en 15,1, esto es, por debajo de 16, lo que desvelaba una desnutrición severa".
Hablaron igualmente de las úlceras de cúbito necrosadas provocadas por un encamamiento prolongado. Una de esas lesiones ulcerosas, la de la cadera derecha, alcanzó tal grado que "el hueso quedó expuesto, había, literalmente, un agujero", afirmaron.
Se refirieron también al hematoma en el ojo izquierdo producido por un mecanismo contuso y a la falta de higiene. "No era simple suciedad, sino costra adherida a la piel".
Las forenses detallaron que Gloria tenía el estómago deprimido y que la región derecha del mismo presentaba una mancha verde, "un fenómeno precoz de putrefacción originado por la desnutrición".
La anciana, especificaron las peritos, tenía también "lesiones en las manos compatibles con la mordedura de algún animal, un roedor, que estuviera en la casa".
A nivel interno, las expertas apuntaron que los pulmones tenían trombos sanguíneos en diferentes estadíos y que había líquido en la cavidad torácica. "La mujer, por tanto, estuvo sufriendo a raíz de una deficiencia respiratoria", determinaron.
Las médicos forenses recordaron que Gloria tuvo un ictus en 2004 y que, desde entonces, nunca fue valorada por un médico. "Ni una vacuna, ni una analítica, ni una visita a Urgencias... No había un parte de ella desde hacía 18 años".
Sabía discernir entre el bien y el mal
Por último, este lunes prestó declaración en la Audiencia de Cádiz la psiquiatra que elaboró el informe de imputabilidad del acusado en mayo de 2023. Esta profesional dictaminó que el procesado no padecía a la fecha de los hechos ninguna patología psiquiátrica ni ningún trastorno o afectación que le impidiera discernir entre el bien y el mal. Sus capacidades intelectivas, dijo, no estaban alteradas.
"Él comentó que su madre era muy tozuda, que no quería ir al médico y que por eso no la llevó. Además, normalizó la situación de falta de higiene y se acostumbró a ese nivel de suciedad por un problema cultural y social, pero no psíquico", afirmó la doctora. "El nivel cultural del acusado era bajo, si bien podía y sabía comprender los hechos reprochables; también la necesidad de unas acciones tan básicas como alimentarse o asearse", concluyó.
Tanto la fiscal del caso como el abogado defensor elevaron a definitivas sus conclusiones: la acusación pública se mantuvo en su petición de prisión permanente revisable para el encausado como responsable de un delito de asesinato, mientras que la defensa planteó la absolución al valorar que en este asunto se produjo un fallo de todas las administraciones.
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