Crisis del Coronavirus / Vivir la pandemia en el extranjero

"En Cuba está habiendo un gran movimiento popular para frenar el coronavirus"

  • El portuense Rubén Sánchez Caamaño permanece en La Habana trabajando como director operativo de varias plantas de energía renovable 

  • Pasa el confinamiento con su familia en una ciudad bulliciosa cuyas calles han quedado vacías

Rubén Sánchez Caamaño (tercero por la izquierda), junto al ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, y técnicos cubanos.

Rubén Sánchez Caamaño (tercero por la izquierda), junto al ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz, y técnicos cubanos.

Aunque podría parecer que todos los españoles están regresando a su país de origen con motivo de la crisis del coronavirus, nada más alejado de la realidad. Muchos jóvenes que tuvieron que salir de España a raíz de la crisis de 2008 y que han desarrollado sus carreras en el extranjero se han quedado en sus lugares de acogida, donde siguen adelante con su trabajo y guardan el confinamiento que ya se aplica en medio mundo. 

Es el caso del portuense Rubén Sánchez Caamaño, licenciado en Sociología y técnico en Automatización, Programación y Control Industrial. Rubén tiene 38 años, pero pese a su juventud ha vivido y trabajado ya en varios países: Sudáfrica, Marruecos, República Dominicana e Irlanda, donde ha desarrollado, construido y puesto en explotación grandes plantas de producción de energías renovables (la de Marruecos, en Ouarzazate, es la mayor del mundo). 

Actualmente trabaja en Cuba, donde llegó hace casi dos años, para llevar adelante los proyectos de dos plantas de generación de energía: una bioeléctrica en Ciego de Ávila y otra fotovoltaica en la llamada Zona de Desarrollo de Mariel, donde hay varias firmas españolas. La crisis del coronavirus ha influido en su actividad a nivel operativo desde hace tres meses, ya que las empresas en las que trabaja, Habana Energy y Mariel Solar, tienen participación de capital chino. No obstante, en La Habana, donde vive actualmente con su mujer y su hijo, el confinamiento se decretó hace tres semanas, cuando el gobierno cubano comenzó a tomar medidas como el cierre de colegios y centros de trabajo, a excepción de los servicios esenciales, de los que él forma parte y que se mantienen activos.  

Desde que se estableció el confinamiento en Cuba la actividad de Rubén Sánchez Caamaño está mucho más limitada que antes. Como en otros lugares, ha tenido que recurrir al teletrabajo desde su domicilio o se traslada a una oficina cercana de la empresa, en la propia Habana. Cuando se tiene que desplazar a alguna de las plantas de producción eléctrica las medidas de seguridad para evitar contagios son muy fuertes y están supervisadas por los servicios de atención médica cubanos.

El escenario de La Habana en estas semanas son calles vacías y solitarias, excepto en los lugares donde los habaneros hacen las compras, donde las colas, en una ciudad habituada a ellas, son ahora muy extensas. La capital caribeña ha perdido su habitual bullicio: "Las calles están completamente vacías y no hay ni un alma. En un país que vive mucho en la calle la población mantiene las recomendaciones de estar en casa".

Una vez que se decretó el cierre de empresas y centros de enseñanza en la ciudad, también se clausuraron sus comedores, por lo que la gran preocupación de la población habanera es abastecerse de productos de primera necesidad. "El problema es que la disponibilidad de bienes y alimentos se ha recrudecido con esta situación", subraya Rubén, que lamenta además que el gobierno de Estados Unidos está obstaculizando la llegada de material sanitario desde China y es complicado encontrar productos esenciales en esta crisis, como alcohol, jabón o mascarillas y material de protección, que son casi inexistentes. Frente a esta carestía no obstante "ha habido un movimiento de iniciativa popular; las señoras mayores están haciendo mascarillas con elementos caseros y se están produciendo numerosas muestras de solidaridad entre la población".

Durante una visita a una de las plantas de producción, con Ramiro Valdés, un histórico de la revolución cubana. Durante una visita a una de las plantas de producción, con Ramiro Valdés, un histórico de la revolución cubana.

Durante una visita a una de las plantas de producción, con Ramiro Valdés, un histórico de la revolución cubana.

El Ministerio de Salud Pública ha movilizado también todos sus recursos, y además del personal médico y sanitario, cuenta con el apoyo de los estudiantes de todas las facultades de Medicina para incorporarse a los hospitales en caso de necesidad. Los responsables de salud comparecen a diario para informar de la evolución de la pandemia en el resto del mundo y en Cuba, donde observan con preocupación la situación de España. 

En cuanto a los compatriotas que siguen en la isla, al cerrarse los hoteles y limitarse los vuelos, la embajada española se encargó de la evacuación de los turistas, pero no presta tanto interés por los residentes que trabajan en el país caribeño, a los que atienden "por una ventanilla que está de cara a la calle. Nos hemos inscrito como que existimos, pero las comunicaciones son mínimas", señala Sánchez Caamaño.    

Supone no obstante un cierto alivio en su caso y el de otros españoles que al formar parte de las empresas asentadas en el área de desarrollo de Mariel, cuenten con el apoyo de esta Zona Especial.

En cuanto a su vida familiar en su domicilio habanero de Playa, su mujer, Giselda Hernández, de origen cubano, y su hijo Apolo Sánchez, de tres años, siguen el confinamiento a rajatabla. "La madre y el niño pasan todo el día en casa", reconoce. "Hemos hecho un calendario para toda la semana y tiene sus horas de tarea, de televisión y de juego". Como dato curioso, observa que "en las tres últimas semanas de confinamiento ha avanzado muchísimo. Está aprendiendo a leer y escribir y ha aprendido a montar en bici sin rueditas por la casa. Sin rueditas, ¿eh? Eso, el avance que ha dado, es el producto de tener que prestar más atención a tus hijos".

Con su familia portuense se comunica dos veces por semana y le informan de los pormenores del día a día en El Puerto. Atribuye la situación a la que se ha llegado en España a la "fuga de cerebros y a todo el proceso de deslocalización industrial", que ha impedido fabricar equipos de protección a gran escala cuando ha sido necesario producirlos. "Después de esta pandemia viene una época de cambios, no podemos vivir del turismo y el sector servicios, hay que tener la industria funcionando", concluye convencido.       

  

 

 

 

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