Elecciones

A contracorriente: ¿y si no hay que pactar?

  • Hasta la noche del 20-D, todo es posible: si hay una operación a la que deberíamos temer los medios, y los votantes, cada uno con nuestra cuota de responsabilidad, es a la 'operación despiste'

PRIMER fin de semana de campaña: todos informando y opinando de lo mismo; en los medios tradicionales y en los nuevos. Los partidos colocan sus mensajes estratégicos, desatan sus campañas del miedo y aguardan la respuesta del público. El círculo comienza y muere en el mismo punto: las expectativas de victoria y posición que van revelando las encuestas. Asesores y expertos diseccionan los sondeos, evalúan el impacto en los votantes y vuelta a empezar.

La resistencia (o no) del bipartidismo y la amenaza de un tripartito anti-PP ya ha monopolizado todo el discurso de la campaña olvidando que, por muy improbable que parezca, tan factible como la fragmentación sería lograr una mayoría absoluta. Como los números del Gordo, todas las opciones están en el bombo. Dicen los analistas (con sus intereses y sus cocinas) que las tendencias mandan pero, contra todo pronóstico, el líder conservador británico ya sorprendió hace sólo medio año poniéndolos en evidencia. David Cameron dejó perpleja a esa Europa que ha ido viendo caer gobiernos arrastrados por el tsunami de la crisis y dio a los tories una holgada mayoría absoluta en el Parlamento de Westminster mientras los laboristas de Miliband sufrían un gran retroceso y los liberaldemócratas de Nick Clegg se hundían. No acertaron las encuestas.

Rajoy no es Cameron pero, sobre el papel, no deberíamos descontar ningún escenario. Hace meses que Albert Rivera predica aquello de que "imposible es sólo una opinión" y la prudencia debería llevarnos a aplicarlo, al menos, en las cábalas que finalmente guíen nuestro voto. Lo digo por la operación despiste a la que parecen estar jugando los partidos. Desde Podemos han lanzado la Operación Menina contra Sáenz de Santamaría y en Ciudadanos han contrarrestado con la Operación Salvad al soldado Sánchez denunciando una estrategia encubierta para salvaguardarel bipartidismo. Todo está perfectamente medido y calculado pero tal vez se ha minusvalorado que la gente termina votando lo que quiere, que se le ocurre pensar por su cuenta y, en última instancia, que hasta las operaciones de desgaste pueden tener efecto boomerang.

Lo que han puesto de manifiesto las encuestas a lo largo de este año, lo que se ha acabado traduciendo en las campañas, es el abismo que se está abriendo entre lo que creemos saber, lo que ocupa el espacio en los medios y lo que pasa en realidad. La opinión pública es volátil, impredecible y cada vez más compleja. Los factores que hasta ahora teníamos en cuenta para maquillar las fotos fijas que los sondeos van realizando sobre el estado de ánimo de los votantes han quedado obsoletos y tampoco en los medios ayudamos mucho cuando acabamos practicando un periodismo uniforme y replicante. Nunca ha habido tal cobertura y lo triste es que no parece que hayamos ganado demasiado: el número puede ser un espejismo de diversidad, pero nunca un sinónimo de pluralidad.

En Sombras de libertad, comunicadores y activistas se alían para destapar el entramado de intereses, el intrusismo y hasta la corrupción que subyace en el funcionamiento de los grandes grupos de comunicación mundial. Sólo en EE.UU, cinco grupos privados controlan el 90% de los medios. Son cientos los canales por los que se difunde la información pero sólo unos pocos los que mueven los hilos... La crítica llega a las grandes multinacionales, a la CIA y el Gobierno Obama, a las cadenas y periódicos de referencia...

No hay que destapar conspiraciones ni llegar tan alto como se hace en el documental para preocuparnos por cómo funciona el sistema de la información y, sobre todo, para darnos cuenta de cómo han cambiado las reglas -y los riesgos- del juego. Más aún en un momento sensible como una campaña electoral en el que se dirime quién ostentará el poder. Uno de los puntos llamativos del escenario actual es que ya no somos los medios los únicos responsables. Cualquier ciudadano, con un móvil y acceso internet, puede participar con la intensidad que desee. Puede informar, opinar y liderar la conversación. Y puede contribuir al debate público tanto como a su distorsión.

Siendo realistas, ni en el PP creen que Rajoy logre una mayoría absoluta... Bien. Pero será así la noche del 20-D. Mientras, lo sensato sería no ser crédulos ni dejarnos manipular. Si hay una operación a la que deberíamos temer es la operación despiste. Los medios y usted.

trillo

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