Balbo y Emilio Flor, la conjunción perfecta para trasmitir el amor al teatro

El Teatro Pedro Muñoz Seca, lleno hasta el paraíso, fue testigo vivo de una juventud portuense que trasmite verdad y que debe ser considerada y arropada por el Ayuntamiento como se merece

Una imagen del elenco tras la representación.

Ficha artística:

Versión y dirección: Chema de la Flor

Ayudante de dirección e ilustrador: Efraín Cruz

Iluminación: Adrián Varo (Director Grupo Teatro de calle “El Carromato”)

Sonido: Pelayo García Seco

Escenografía: Marcos Mora

Vestuarios: Antonio Matiola

Atrezzo: Manuela Peregrina

Maquillaje: Chiara Ceccolin

Música Original: Toni Ramos (profesor IES Juan Lara)

Reparto: Aymara Romero (Praxágora); Efráin Cruz (Blépiro) y Manolo Morillo (Vejestróbile) y Coro: Alumnos de centros educativos (12 a 17 años)

Cincuenta años dan para casi todo. O así lo siento cuando cultivo mi amistad con Emilio Flor -alma mater de Teatro Balbo- y observo que esa y no otra es la trayectoria de una vida dedicada a la enseñanza y trasmitida a sus alumnos a través del teatro como manda. Además de su pasión por las humanidades. Según releo en alguna publicación, entre 1974-75, Emilio (Catedrático de Latín), creó el grupo, que a lo largo de los primeros años utilizaría los nombres de Histrión y Baco.

Y es el 17 de Mayo de 1991 en una representación, en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, cuando definitivamente recibe el nombre de Balbo, en recuerdo a una ilustre familia que contribuyo en las reformas romanizadoras, de la antigua ciudad de Gades.

A decir de Emilio “nuestro principal objetivo es divulgar la cultura grecolatina para que los espectadores conozcan y aprendan a distinguir en nuestra propia sociedad los orígenes de nuestra cultura, y que nuestros alumnos aprendan a hacer teatro”. Siempre inculcó “su deseo eterno” : ´El teatro como educación, compromiso, crítica, cultura, y desenfado. Retomando el propósito del ilustre gaditano Balbo el Menor: transmitir el teatro. Buscamos evocar palabras de reencuentro con el pasado que hagan esponjar piedras y rocas antiguas con el aire de la brisa gaditana…´

De un tiempo a esta parte, con la Fundación Osborne que los arropa, y el IES La Arboleda que aporta su lugar de ensayo (por las dificultades burocráticas y económicas para que las salas de ensayo del teatro municipal sean accesibles), Teatro Balbo sigue afianzando su progresión y su madurez y es un referente en el panorama nacional.

Los actores Manolo Morillo y Efraín Cruz.

Lo que vivimos la otra noche en el Teatro Municipal (incluida en el XXXIV Festival de Teatro de Comedias), fue la representación de “La Asamblea de las Mujeres" una de las comedias más ingeniosa de Aristófanes. Con suficiente dosis de ironía y constantes guiños al púbico. Nos condujo -con risas ante la impotencia-, al grado de corrupción actual. Y de la mano, al descredito de la clase política.

La obra trata sobre un grupo de mujeres encabezado por Praxágora, que ha decidido que las mujeres deben convencer a los hombres para que les cedan el control de Atenas. Ellas disfrazadas de hombres, se cuelan en la Asamblea y votan la medida. Convencen a algunos hombres y se aprueba.

La obra comenzó con aires de chirigota y una puesta en escena divertida y fresca. Música, bailes, canciones de aquella manera y erotismo moderado, pusieron el ritmo a una representación pulcra en los tiempos, en las formas y en el ritmo.

El texto, con imaginativa versión de Chema de la Flor, cobra actualidad al ser fiel reflejo de situaciones políticas que padecemos en la actualidad. Aristófenes se sirvió de esta “revolución femenina”, para poner en solfa a los gobernantes atenienses. Ya decía Valle-Inclán que “Sobre la eterna noche del pasado se abre la eterna noche del mañana…

En la interpretación, el elenco responde bien en general. Jóvenes estudiantes, aficionados del teatro grecolatino, dan vida y recrean esta comedia, que no dejó a nadie indiferente. Las risas inundaron la sala y los aplausos de el numeroso público que llenaba el teatro, pusieron de manifiesto que la magia de Talía sigue viva. Más que nunca. Y que debemos apoyar y mimar.

Entre los actores destacaron Manolo Morillo -Vejestróbile- (mostrando su oficio teatral y su versatilidad en dar vida a personajes de comedia o de tragedia. Caricatos o serios). De repente, aparece en el escenario vestido de mujer, con excelente humor, ajustados movimientos y trémula voz. Su “solo” en escena con Efrain Cruz (Blépiro) no tiene desperdicio. O puede que sí, en cuanto a los inoportunos gases de este último. Cundió la risa y se vislumbro la comedia en estado puro. Soberbios.

Como protagonista de la noche, sin duda, la joven Aymara Romero (Praxágora) que se sube al escenario llena de vitalidad. No para de gesticular, envolviendo el transcurrir de la obra con escenas de fresca inspiración y con cierto aplomo a pesar de su juventud. Se deja la piel en el escenario. Un diez, sin rodeos.

Para terminar esta crónica (alguna cosa quedó en el tintero), debo decir que durante la representación volé por la sala de la mano de Emilio Flor y sus discípulos. Todos ellos trajeron ese aire fresco y oportuno que nos transporta a otros paisajes, a otros mundos. La otra noche, tras bajar ese telón imaginario, camino de casa, me acordé de aquella certera frase de Federico García Lorca: “Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”.

Larga vida a Emilio Flor y al grupo Teatro Balbo.

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