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patrimonio Los vínculos entre las tierras cántabras y El Puerto a través de los Cargadores a Indias

Nuestra Señora de las Caldas, en la Casa de los Leones

  • Una imagen de la virgen cántabra, de cuya entronización se cumplen ahora tres siglos, ocupa una hornacina en el edificio construido en el siglo XVIII por Jacinto Díaz de Celis

El presente año 2012 se cumplen tres siglos de la entronización de Nuestra Señora de las Caldas en el retablo del altar mayor del santuario, una vez terminado de dorar el mismo con su estilo barroco e influencia plateresca.

Como es bien conocido en el Valle de Buelna (Cantabria), esta imagen fue venerada a lo largo de los siglos en una pequeña ermita que existía junto a las aguas termales de dicho lugar hasta que en 1605 los vecinos del pueblo de Barros se la entregaron a los dominicos de Santillana del Mar, que el día 19 de marzo de 1683 la trasladaron a lo que entonces sería un nuevo templo y convento en la ladera de la montaña, actual Santuario de Nuestra Señora de las Caldas que desde el día 6 de septiembre de 2001 es Bien Cultural con Categoría de Monumento en la Comunidad Autónoma de Cantabria.

Muy grande ha sido la devoción a la Virgen de las Caldas desde entonces en todo el Valle de Buelna y la propia Cantabria, existiendo en el santuario enterramientos de personas ilustres durante siglos, lo mismo que una hospedería que servía de retiro en la etapa final de la vida tanto a religiosos como a civiles que la elegían para tal fin.

Durante la Guerra de la Independencia padeció el expolio de las tropas francesas y después su cierre total con motivo de la exclaustración de mediados del siglo XIX, siendo defendido con ahínco por ambos ayuntamientos del valle hasta conseguir su reapertura al culto.

Pero la devoción a esta Virgen de las Caldas traspasó fronteras muy lejanas hace ya mucho tiempo. No resulta novedoso, y menos en la actualidad gracias a internet, cómo en el entonces Reino de Indias existían lugares con su advocación. Sin duda alguna fueron cántabros quienes en el éxodo y búsqueda de mejores formas de vida la llevaron en su corazón hasta lugares muy recónditos del planeta.

No tan lejos hoy, en la propia península, los famosos jándalos hicieron lo propio con su Virgen de las Caldas. Bien lo sabe el comercio de Andalucía, heredero de los muchos cántabros que emigraron allí en siglos pasados.

Es el caso de El Puerto de Santa María, donde se dice que una parte considerable de la inmigración nacional procedía de la cornisa Cantábrica. Concretamente los santanderinos, conocido como los montañeses, constituyen un grupo cualitativamente importante, numeroso y bien definido con fuertes intereses colectivos, integrante de un potente y activo gremio cuya presencia se hará sentir en la vida local. Eran por lo general pequeños comerciantes en establecimientos de comestibles y tabernas encargados de buena parte del abastecimiento del mercado local. Los más afortunados económicamente eran también almaceneros de bacalao y semillas.

Un comerciante destacado en esta ciudad andaluza, lo mismo que en Morón de la Frontera, era en el siglo XVIII Basilio Fernández-Cavada y Campuzano, natural de San Felices de Buelna (Mata), de cuyo concejo fue a finales del mismo alcalde mayor y Justicia Ordinaria, perteneciendo igualmente al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.

También se tiene perfecta constancia en El Puerto de Santa María cómo desde los orígenes de la empresa americana la ciudad desempeñó un papel destacado que llegó a su apogeo en el siglo XVIII. Volcada al comercio con América se convirtió en un importante puerto exportador y en enlace entre el interior y las colonias de ultramar. Durante este periodo de esplendor aumentó la población, en parte por los movimientos de inmigración. Atraídos por la intensa actividad mercantil, se instalaron en la zona numerosos comerciantes procedentes de otras regiones españolas y también del extranjero. Entre ellos destaca el poderoso colectivo de Cargadores a Indias, pero junto a ellos existen otros grupos de medianos y pequeños comerciantes.

Uno de los Cargadores a Indias a través del Puerto de Cádiz en los comienzos del siglo XVIII era del Valle de Buelna. Contrajo matrimonio con una hija del personaje principal de esta actividad en El Puerto de Santa María y está siendo motivo de estudio en tal faceta de intenso tráfico portuario entonces hacia América.

Precisamente esta era la actividad de Jacinto Díaz de Celis, natural de Torrelavega, que llegó al Puerto de Santa María sobre 1760 y algunos años después comenzó a construir la denominada Casa de los Leones, considerada como la más representativa de las casas barrocas de la ciudad y uno de los ejemplares más característicos de la arquitectura civil del barroco gaditano. En una hornacina flanqueada por columnas salomónicas alberga la imagen de la Virgen de las Caldas y sobre ella la paloma, símbolo del Espíritu Santo. Especialmente la fachada ha sido motivo de inspiración para numerosos pintores que la han representado con distintas técnicas y visión personal. También es conocida como la Virgen de la Placilla.

De la imagen se destaca que es de autor desconocido y está realizada en terracota policromada. La advocación es de origen montañés, muy arraigada desde época medieval en todo el cauce del Río Besaya y en los alrededores de Torrelavega, población de la que era originaria la familia Díaz de Celis. Tomaría su nombre de unos manantiales de aguas termales cercanos. En cuanto a su presencia en la hornacina de la fachada, no sabemos si se debe exclusivamente a la devoción particular de los dueños de la casa o si tuvo alguna vinculación con el importante y compacto gremio de montañeses". En cuanto a la definición del conjunto del inmueble se resalta que "la monumental y grandiosa fachada es el elemento más identificativo y sobresaliente desde el punto de vista artístico. Se caracteriza por el dinamismo, teatralidad, efectos claroscuro y profusión ornamental propios del estilo barroco en una época ya avanzada.

Finalmente se hace hincapié en que la casa fue rehabilitada a finales del siglo pasado y concluidos los trabajos en el año 2000 se ha recuperado el edificio y su estructura, restaurándose los elementos más definitorios, especialmente la fachada, galerías, patio y núcleo de escalera, respetándose todo en su adaptación a establecimiento hotelero.

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