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Flamenco

Rebujito de música electrónica

Una imagen del concierto de Ravecalé.

Una imagen del concierto de Ravecalé.

Sala Milwaukee en el patio interior, mesa mezcladora, ambiente de tarde y juventud con ganas, comienza Ravecalé. Suenan sonidos electrónicos mezclados con una selecta colección de los maestros del flamenco, de aquellos discos de pizarra hasta el presente. Todo conjugado al ritmo terciario, más bailable.

No soy muy entendido, pero algunos la denominarían “música pastillera”. Esa que hacen sonar especialmente tras cerrar los locales nocturnos y que los más jartibles bailan hasta que el cuerpo aguante. Ravecalé... música para una rave mañanera tras una noche-finde de desfase.

La música hace bailar a la multitud, viéndose también algún que otro baile, muñecas, zapateo y abanicos. Un espectáculo-fiesta que, para un aficionado como el que escribe, le satisface viendo una juventud bailar entre lo más beat, hip hop y lo más puro del flamenco como protagonista principal en la mezcla musical: rebujito de música electrónica, que bien podría llamarse 'flatronics'.

Perrate y Árbol, en el Castillo de San Marcos. Perrate y Árbol, en el Castillo de San Marcos.

Perrate y Árbol, en el Castillo de San Marcos.

Llega la noche y con ella lo más esperado para los amantes del género flamenco. Perrate al cante y Árbol a la instrumentación. Voy al escenario del patio del Castillo, donde el cantaor utrerano sufrió para aflorar su flamenco ante un amasijo de sonidos ocurrentes, ecos maximizados, todo mezclado con electrónica experimental.

Comienza con cantes de trilla, denominados camperos, de aquellos que se cantaban en labores de campo a palo seco. De fondo la instrumental con sonidos absorbentes que tapaba el cante y ya empezó a desilusionarme. El protagonismo de la música tapaba al cantaor. Entre sonidos de todo tipo de percusión, interpreta solea, y sigue en la misma línea, la voz acallada por la música sin poder disfrutar del verdadero protagonista flamenco: El cante. No me encandila, esperaba el plato fuerte y me quede con hambre, lo definiría con un dicho popular... “mucho arroz para tan poco pollo”.

Bulerías que no logran acompasar la música y el cante. Improvisaciones que no llegan a cuajar. Seguiriya, suena un grito rajador para romper y reconducir el espectáculo: “Tiriti, tiri, ti, ti...” comienza bien en la madre del cante profundo. Perrate, a veces con baquetas en mano y otras con sus manos, queriendo hacer compás sobre un cajón flamenco. Árbol en la batería y con el teclado. Intentan llevar el ritmo de doce tiempos, sin lograr hilarlo y consiguiendo unos sonidos fuera de compás. Varias fueron las veces que Perrate se quejó de que no se escuchaba a sí mismo, falta de retorno, que iba a ciegas.

Una máxima del cante flamenco es que el que lleva la batuta es el cantaor y los músicos buscan la integración. Y aquí Árbol quiso dar sombra a Perrate, muy probablemente acostumbrado a utilizar música enlatada para sus mezclas... obteniendo un resultado que dejó mucho que desear.

Empieza a llover y decido marchame sin saber cómo terminó. Sin más, termina la jornada con más pena que gloria, y como lo viví lo relato.

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