Batallas electorales

Bornos y los milagros de Hugo

  • Un joven historiador de Izquierda Unida ha logrado en cuatro años convertirse en un alcalde tan popular que el PSOE parece haber tirado la toalla y le pone en frente a un foráneo al que nadie conoce en el pueblo 

Juan, del bar Castillo, muestra sus célebres caracoles ante el palacio de Ribera.

Juan, del bar Castillo, muestra sus célebres caracoles ante el palacio de Ribera. / Fito Carreto

Ya les digo que todo esto de la España vacía es un asunto para tomárselo en serio. Es casi seguro que un porcentaje altísimo, casi absoluto, de la población de la provincia de Cádiz no ha pisado nunca ni pisará en su vida el Coto de Bornos, un asentamiento que en breve cumplirá 60 años, una de las últimas obras del instituto franquista de colonización. Se encuentra casi equidistante del triángulo formado por los pueblos de Bornos, Espera y Villamartín, en mitad de los campos.

Aquí se venera la figura de San Isidro labrador, un jornalero mozárabe capaz de multiplicar el pienso para las palomas y la comida de la olla, ambas capacidades muy útiles. En su honor cada 15 de mayo se procesiona al santo y los vecinos comen en la finca Las Pitas. Veo a niños (dos) jugando a la pelota en la calle. A esta hora, cuando se aproxima el momento de la comida, el Coto de Bornos es el pueblo fantasma que cabría esperar. No se ve un alma.

Curioseo en el tablón de anuncios del colegio público que, por supuesto, se llama San Isidro. Está publicada la hoja de admisiones. Para la línea de niños de tres años hay 25 plazas. Y hay 25 plazas vacantes. No se ha matriculado ni un solo niño. Sumo todas las líneas. En total el centro tiene 115 plazas y hay 60 vacantes. De seguir así este colegio acabará siendo como el colegio de La casa de la pradera con niños de todas las edades en la misma clase.

Aquí se obró un milagro, aunque no sé si Roma lo tomará por tal ni si su autor, por rojo, será merecedor de canonización. Hace veinte años se construyeron en la zona baja del asentamiento 22 casas pensando que era el momento de que un lugar como éste creciera. Entraron ilusionados los beneficiados de este éxito de la protección oficial y a los pocos meses las grietas crecieron en los muros y las flamantes viviendas fueron declaradas en ruina. Las casas en ruina más nuevas de España. “La gente se tuvo que ir a vivir de alquiler y siguieron pagando por casas en las que no podían vivir”, me cuenta un vecino al que cazo al vuelo.

Hace cuatro años ganó las elecciones un joven historiador, Hugo Palomares. Uno de los objetivos que se puso fue solucionar el problema de esas 22 viviendas, que se daban por pérdidas. Lo hizo con los fondos del PER, esos que gustan tan poco a los catalanes. Con 70.000 euros rehízo los cimientos de las casas y, además, generó 2.400 jornales. Hoy esas casas ya están habitadas.

Salimos del Coto de Bornos para llegar a Bornos en sí, donde nos recibe a la entrada la carpa del circo Donaldson, un circo de los antiguos y que, de hecho, parece bastante antiguo. Los carteles electorales de los tres contendientes cuelgan alrededor de la rotonda de entrada.

Pronto nos enteramos de que los rivales del alcalde, de Hugo, son gente con mucha moral. En el tabanco Paco nos dan la predicción: “Hugo va a barrer. Hasta la gente de derechas, que alguno hay, le va a votar. El que presenta el PSOE ni siquiera es de aquí, no sé de dónde es. Nadie le conoce. Y el del PP sí es de aquí, fue concejal. Me parece que sus padres tenían una tienda, pero yo creo que él estudió fuera. Pero no es tan conocido como Hugo. A Hugo todo el mundo le conoce”. Otro parroquiano me explica su popularidad. “Antes el Ayuntamiento, que estaba en la ruina pagaba tardísimo o no pagaba. Era un desastre. Hugo paga puntualmente a los proveedores al mes, como muy tarde”. Milagro.

El pueblo se ha puesto detrás de Hugo cuando Hugo lo ha pedido. Hugo lideró la oposición a que se construyera un circuito que estaba en el término de Arcos, pero justo al lado de Bornos. Hubo hasta una consulta popular. Entre todos lograron pararlo para enfado de sus vecinos arcenses. Contabilicémoslo como el tercer milgaro de Hugo.

Como me entero que se acaba de celebrar el concurso de caracoles y cabrillas, me paso por el bar el Castillo, junto al Palacio de los Ribera, ese señorial lugar inacabado de tintes renacentistas que es toda una rareza y una preciosidad. El Ayuntamiento ha rehabilitado las arcadas. Juan lleva el bar El Castillo y ha vuelto a ganar el concurso de caracoles pequeños. Los pruebo. Es cierto. Están exquisitos.Me explica Juan las cosas junto a la cabina y al buzón de Correos que ofrecen esa cándida y reconfortadora imagen de tiempo detenido. “Mi familia siempre ha estado en la hostelería. Mi padre tenía un hotel, pero eso era mucho trabajo y pusimos una discoteca que con la crisis dejó de ser un negocio. Así que pensé en esto, en un sitio de comidas. Se nota que la cosa va mejor y me va bien”.

Dice que en política lo malo es eternizarse. “Aquí tuvimos mucho tiempo de alcalde a Juan Sevillano, pero se hizo mayor y necesitábamos nuevas ideas. Hugo es joven y llegó con ganas de hacer cosas. Como lo de los caracoles. Pidió opinión, se reunió con nosotros. Pensamos en hacer una fiesta de la berza o del ablandao, que es muy de aquí.Pero era mucha cantidad. Los caracoles eran más manejables. Un éxito. Viene gente de todas partes. Es un ejemplo. Lo que quiero decir es que son ideas nuevas. Y la gente está contenta”.

Este sería el expediente milagrero de Hugo, aunque para el PP el milagro sería del dinero de Diputación. Su otro milagro sería el de la desaparición de población. Esa España rural que se vacía.

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