Diario del Carnaval

La cabalgata de las mil sonrisas

La cabalgata del humor, minutos después de iniciar su recorrido desde el colegio Santa Teresa, en La Caleta.

La cabalgata del humor, minutos después de iniciar su recorrido desde el colegio Santa Teresa, en La Caleta. / Jesús marín

Con muy poquísima vergüenza y con muchas ganas de fiesta todavía, y eso que Don Carnal camina ya hacia el fuego de una Cuaresma que en Cádiz siempre llega con unos días de retraso, medio centenar de grupos, charangas, familias, recorrieron ayer durante dos horas el casco histórico de la ciudad en una cabalgata del humor que el equipo de gobierno recuperó el pasado año y que en este ha contado con la novedad de conceder premios a los disfraces más ingeniosos, a esos donde se ve la esencia del gaditanismo.

El cortejo, que salió puntual del colegio Santa Teresa, lo abrió la batucada Tierra Percusión, que anunciaba con sus tambores la llegada de los grupos, cohesionados y sin cortes.

Cuatro gigantes y 21 cabezudos, clásicos de aquellas cabalgatas de intramuros que los más talluditos recordamos de nuestra infancia, con más carnavales que muchos Antifaces de Oro a sus espaldas, marchaban tras la batucada.

Entre los participantes, como no, el popular Paquito el del Mentidero disfrazado de cura y bendiciendo a diestro y siniestro; también alusiones a Andreita, la que le he caído encima a la chica sin comerlo ni beberlo; pasacalles con pequeños disfrazados de coches de choques, grupos de baile con animadas señoras con ganas de pasarlo en grande... Y también cinco pequeñas bateas con música incorporada donde se podía oír desde el machacón Despacito hasta sones caribeños.

A la altura de la plaza Argüelles se incorporó la comparsa batucada de Badajoz 'Cambalada', que, como ya hiciera el año pasado, acompañó a los participantes hasta su llegada, pasadas las nueve de la noche, a la plaza de San Juan de Dios, donde se realizó la entrega de premios y poco a poco, ante una muchedumbre variopinta, se fue disolviendo la cabalgata. Eso sí, todavía hubo quien siguió haciendo sonar su silbato como anunciando que no se rinde.

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