Diario del Carnaval

Eduardo Bablé: “Estoy exprimiendo hasta la última gota porque ya lo estoy echando de menos”

El técnico de la Fundación Municipal de Cultura y presentador del COAC, Eduardo Bablé.

El técnico de la Fundación Municipal de Cultura y presentador del COAC, Eduardo Bablé. / Julio González

Durante casi tres décadas, Eduardo Bablé ha nombrado a las agrupaciones de nuestros amores sobre las tablas del Falla. Hoy, en su último Concurso como presentador del certamen, ya que pronto se jubila de su puesto de técnico de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento, le pido que me nombre su historia, que con su voz tan clara como cálida me relate algo, sólo un poco, de lo que han visto sus ojos desde la guarida en la que se refugia en la escena. “Los años pasan y pesan”, me dice antes de empezar a grabar, “pero lo voy a echar tanto de menos, tanto...”

–¿Cómo lleva su último Concurso como presentador del Falla?

–Más intenso que ninguno. Mira que siempre, al ser un Concurso tan largo, se vive con altibajos, pero éste lo estoy viviendo con una intensidad enorme. Me estoy despidiendo poco a poco de toda la gente, voy al foso, por los pasillos, también tengo mis momentos solo y luego, a modo general, está siendo intenso por las cosas que me dicen las agrupaciones. Gente que te agradece, que te dice que empezó con 4 o 5 años y que te conocen desde entonces, unas palabras que dicen..., que yo les digo, no decirme esto ahora, que tengo que coger el micro y me voy a echar a llorar... Está siendo muy emotivo. Además, por mi parte, dentro de ese ritual de despedida, me estoy haciendo fotos con todo el mundo, y las envío también para que tengan un recuerdo mío.

–¿Alguna cosa que le haya llegado especialmente?

–Son muchas. Mira, los otros días vino Kiki a la semifinal infantil y nos cogió al largo (Miguel Ángel Fuertes) y a mí y nos echó una foto muy bonita, la colgó en las redes, y lleva no sé cuántas visualizaciones y no se cuántos mensajes y son para leerlos...

–¿Cuándo empezó su ligazón con el Concurso?

–En Carnaval, la última vez que yo entré por la puerta principal del Teatro Falla con una entrada fue en el año 69. ¡Te lo juro!. Ya en el 70 vine con la comparsa de chiquillos ‘Fantasía juvenil’ y luego ya seguí concursando, no ininterrumpidamente, pero cuando no pues he sacado coros para la calle, ilegales, he hecho radio, he hecho prensa en Diario de Cádiz con las columnas musicales, he hecho televisión. De hecho el primer careto que se vio en Onda Cádiz en una emisión en directo fue el mío, entonces con Paco Rosado y Germán García haciendo la calle. Fue la primera emisión en directo, no sólo de Carnaval, sino de todo, que hizo Onda Cádiz. Y ya como presentador, pues no llega a los 30 años.

–¿Y cómo surgió eso?

–Pues se lo tengo que agradecer a Javi Osuna que fue mi antecesor, y a Carmen Pastrana, la gerente, que depositó la confianza en mí. Yo es que llevo 40 años presentando los espectáculos de La Tía Norica, que lo que hago es meter al público un poco en la historia de los títeres antes de que comience la función, y Javi iba mucho con su hijo, me veía cómo interconectaba con el público, y cuando él dejó el tema de presentar, le preguntaron y él dio mi nombre a Carmen Pastrana. Y lo que pensé que era para sólo un año, se ha convertido casi en tres décadas. Y aquel fue aquel famoso año del ojo, del que todavía tengo reminiscencias, y por lo cual no puedo llevar las lentillas de mi coro, porque yo me estoy tratando de veras lo que el coro tiene de ficticio, de glaucoma.

Eduardo Bablé. Eduardo Bablé.

Eduardo Bablé. / Julio González

–Sea con gafas o con lentillas, usted habrá visto de todo desde ese lugar donde usted se coloca en el escenario...

–De todo. He visto a la gente sufrir, reír, llorar de rabia, de impotencia, tíos como trinquetes hechos polvo y gente que, cuando ha caído el telón, se ha dado cuenta de su error de concursar ese año. Porque aquí nadie viene a reventar, aquí, a todo caso, vienen engañados, se ponen una venda, más tupida que la mía. He visto muchas cosas desde la guarida del cuarto de regidor, que es donde nos refugiamos del frío, porque no veas las olas de frío que hemos pasado aquí... Y ahí, en el pañol, donde están las herramientas y demás, en ese cuartito pegado a la subida y bajada de telón, allí tú ves pero la gente no te ve. De voyeur carnavalesco.

–Elíjame un momento disfrutado desde esa ‘ventana indiscreta’

–Pues uno de los momentos más emocionantes que he vivido es cuando 'La hermandad del MOPU', haciendo el camino', de Noly, Cárdenas y Peñalver, hizo el pasodoble que hablaba de mi madre, que vestía La Tía Norica. También el día que canté el tango que le hice a mi hija, que era pequeña, con 4 o 5 años. Y, bueno, he llorado con letras que ahí se han cantado, poquitas, pero sí, algunas me han hecho llorar. Y muchos momentos... Para dos y medio feos, tengo miles de millones de momentos buenos. Y, con el Largo, sobre todo...

–Se da la circunstancia que se jubilan los dos, usted y el regidor de escena Miguel Ángel Fuertes. ¿Va a cambiar mucho la trasera?

–Yo conocí a Miguel Ángel en ese primer concurso en el que yo participé. Él estaba ya aquí con la misma edad mía, 10 años, pero agarrado a la mano de su padre, que era el regidor. Ya luego, de chaval, en los primeros coros que yo saqué, salía conmigo. Y él siempre dice que el que le ha enseñado a cantar he sido yo. Con Miguel Ángel es que es imposible llevarse mal... Y, bueno, con respecto a la pregunta, es que aquí lo que hacemos, sobre todo, es intentar dar apoyo y te diría que mucha terapia. A mí es que sólo me ha faltado refregarme los cupones como Don Rosendo. No te voy a contar la de instrumentos que he afinado yo, que si no lo afino yo no salen contentos, que como no vengas a darme un abrazo sale mal la actuación, participas en rituales de todas las hechuras... Y después también empiezas con el cachondeo para rebajar la tensión. Yo me acuerdo antes, cuando el control de sonido se llevaba desde dentro, lo que hacíamos era encender el de dentro y el de fuera no y empezaba a decir unas barbaridades, en plan, “con ustedes, el peor coro del mundo”. Imagínate, los de la agrupación, menos bonito, nos decían de todo... Cosas de reírse, Miguel Ángel asustando a la gente en el escenario... Y, bueno, delante mía está, como yo le digo, el confesionario, que es donde se meten los autores, y mientras están montando, pues nada, allí como Elena Francis, hablando de lo divino y de lo humano... Y las bromas que hemos gastado, pesadas algunas...

–¿Alguna confesable?

–A ver... Cuando empezamos a poner los cartelitos a las espaldas, que era el tiempo en el que entraban dos mil criaturas atrás, las radios entre las patas del teatro... Y había un cachondeo, otras edades, también... Y todo el mundo salía con el cartel a la espalda de “me cabe tela”. O cuando entró la primera impresora en el teatro, hicimos unas tarjetas chicas como si fuera de una casa de citas, y con los perfumes así de las primeras tiendas de 20 duros, el Largo perfumaba con el cachondeo a todo el mundo y, cuando no se daban cuenta, metíamos la tarjeta en las chaquetas, que tenían hasta un número de teléfono, falso obviamente. Y te digo que más de uno ha dormido por culpa de eso en el sofá y hasta en un hostal. En fin, hay muchas... Yo siempre digo que en el teatro debería haber una pantalla que, como entre actuación y actuación se hace tan largo, se viera toda la que se forma y cómo se mueve toda esa maquinaria. Bueno, los otros días empezamos a jugar un partido de fútbol, con la pelota de la chirigota del Cascana...

Eduardo Bablé, delante del Gran Teatro Falla en la plaza Fragela. Eduardo Bablé, delante del Gran Teatro Falla en la plaza Fragela.

Eduardo Bablé, delante del Gran Teatro Falla en la plaza Fragela. / Julio González

–También se trabaja tela. Se suda en esa escena en Carnaval...

–Tela. Los técnicos del Falla son buenísimos, y los artesanos, ni te cuento. Entre unos y otros ponen en pie cada noche mini sainetes. Y hay veces que ahí tenemos que meter mano todo el mundo. Los eléctricos ayudan a los maquinistas, y viceversa, y nosotros también lo que podemos porque hay gente que viene con montajes que son tela. Así, como dices, se suda, y con el frío, por eso luego caemos como pajaritos.

–Y en un certamen tan largo, ¿tiene algún cuidado especial con su voz?

–Claro y todos los años caigo... Este año estoy a base de Bucometasana, propolio de forma natural, ibuprofeno cuando me noto hinchazón y cuando ya tengo la voz de ultratumba venía el médico de la Cruz Roja y me mete un urbazón. Bueno y hubo un año que caímos todos malos por culpa de un producto de escarcha de purpurina que se mantuvo durante dos o tres agrupaciones, amén la porquería que traen los sacos de papelillo, que eso va todo para dentro, aunque yo me traiga mi bufanda o mi braga. Y, bueno, procuro no hablar mucho o hablar más bajo, con lo que me gusta a mí charlar. Y, bueno, en el coro me quité cada vez más de cantar también por eso.

–Justo le iba a preguntar cómo lleva esos días en los que es presentador y actuante.

–Estresado, y también eso recae en mi mujer Fina, que es mi alma mater, la que me pone todos los looks con los que aparezco y, bueno, el estrés lo compartimos. Días de cantar me tengo que llevar todo el material que voy a usar con el coro, el desmaquillante, la otra ropa, me cambio allí... Sí, es un número.

–Más los nervios por cantar...

–Sí, pero eso este año, como es tan especial, es distinto. Hasta un pase que odio, como es el de cuartos, lo he disfrutado mucho porque trato de exprimirlo todo, porque veo que se me agota el tiempo, exprimir hasta la última gota del jugo... Ya lo estoy echando de menos.

–¿Hasta el día de la Gran Final, que es cuando le vemos? ¿Cómo lleva la carga anual que le dan?

–La carga supera la pena, siempre. Pero es verdad que menos bonito me han dicho de todo, aunque, siendo justo, también me dicen muchas cosas buenas que te pones hasta colorado. Pero el cachondeíto que se tiran con los looks que traigo, sobre todo los fotógrafos, entre ellos los del Diario de Cádiz, que me hacen unas perrerías y me las envían por whatsapp en medio de las funciones... Y, bueno, alguna vez que otra al público le ha dado por mí, como le da por otro, y nada, agua y ajo. No te puedes enfrentar, aunque a veces me he tenido que contener de decir algo pero, bueno, luego piensas que el público es soberano y que te expones al estar en un hábitat público. Con todo, como siempre digo, yo formo parte del show, pero yo no soy el show.

–Entiendo que no siempre es fácil

–Así es, pero no sólo con respecto al público. Mira, yo aprendí el primer año porque, a pesar de todos los buenos consejos de Javi, pagué la novatada. En febrero, todos los carnavaleros sacamos nuestro Mr. Hyde, y el que diga que no, es mentira. Y, nada, ya ese primer año empezaron las comparativas: “quillo, a mi comparsa le has dicho bonita al presentarla, pero a la de aquel le has dicho buena...” En fin, esas cosas, así que aprendí para el siguiente, aséptico total, así se llama esta agrupación y es de tal y tal. Y con todo hay quien te dice, pues a tal agrupación la has presentado con más ganas. Que ya le tienes que decir, mira que a este le presenté a las nueve de la noche y a ti a las seis y cuarto... Hasta eso, hilan lo que no te puedes imaginar, hilan finísimo. Pero así somos todos los carnavaleros en el Concurso, y yo lo comprendo todo porque sé de la situación tensa en la que se ven.

–Hay cosas que no cambian, pero otras habrán mutado. Dígame alguna.

–Te voy a decir una que ha cambiado a mejor. De tener que estar todo el día llamando la atención al público, en los niños, sobre todo, en los últimos años estamos sorprendidos del comportamiento exquisito de juveniles e infantiles . De los niños y de las familias, tanto previo como posterior a cantar.

–¿Y en adultos? ¿Ha cambiado la temperatura del teatro? ¿Para bien, para mal? ¿Más público de fuera, más público de dentro?

–Es difícil la valoración. La gente de Cádiz no puede llenar esto todos los días al precio que está. Vienen mucha gente de fuera, y que sigan viniendo, porque todo euro que entre en Cádiz es bienvenido. Mira, recuerdo un autor, no te voy a decir el nombre, pero un autor top, que cuando cerró cortinas se enfadó mucho, gritando, diciendo que el público estaba frío. Yo me fui para él y le dije, “te recuerdo que la gente que está aquí se ha pasado tres días debajo de un plástico, aguantando mares, para venir a verte. Así que frío no puede estar, otra cosa es a lo que estamos acostumbrados”. A ver, es cierto que puede que falte calor, últimamente, pero creo que hay más atención. La gente viene a escuchar las coplas. De hecho, la gente manda a callar a quien está diciendo cosas o a quien aplaude fuerte antes del final de un pasodoble, porque la gente quiere escuchar lo que dicen las agrupaciones. Hay pros y hay contras porque es tontería ocultar que aquí se ha pasado de una afición, la afición al Carnaval, a muchas aficiones, las de las distintas agrupaciones, y hay gente pues que viene a animar la suya.

–¿Vendrá al Falla, de civil, en el próximo Carnaval?

–Sí, vendré, tengo acceso porque soy Antifaz, aunque nunca he hecho uso de ello. Y, bueno, si mi coro y mis manos me lo permiten, seguiré colaborando con la música de mi coro. Es que yo creo que en nuestra época era afición, pero ya creo que el Carnaval no es afición sino que es genética, los gaditanos lo llevamos ya en el ADN. De hecho, tengo ahí un par de proyectos que tienen que ver con el metacarnaval para poner en pie, cuando pase el Carnaval, me jubile y mi mujer y yo nos hartemos ya de comprar mantitas de los autobuses del Imserso, los pondré en pie. Pero, en definitiva, no quiero que terminemos de hablar sin decir que siento que he tenido mucha suerte y que he sido un privilegiado por este honor de tantos años. Me llevo muchos recuerdos, muchos amigos y, voy a hacer una confesión, también me llevo una colección un tanto fetichista que he estado haciendo durante todo este tiempo. He guardado cosas sin importancia que se han quedado en el escenario de los tipos: un botón, algún panfleto que hayan tirado, una mijita de una tira dorada del disfraz.. Pequeñas cosas sin importancia pero que me recuerdan a ese mágico escenario del Falla.

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