FÚTBOL | TERCERA Federación

Empate con sabor a derrota del Conil en Cartaya (2-2)

  • El equipo de Simón Carro deja escapar una renta de dos goles en los últimos compases del partido

La defensa conileña defiende una acción dentro de su área.

La defensa conileña defiende una acción dentro de su área.

Empate del Conil CF en Cartaya (2-2) que sabe a derrota después de que el equipo de Simón Carro dejara escapar en el tramo final una renta de dos goles cimentada hasta el minuto 51 a base de un fútbol serio y de aprovechar las carencias técnicas, físicas y psicológicas del rival.

A los 21 de partido, en una acción en la que llegaba en ventaja Mario, el futbolista se rompió de un latigazo en el muslo y dejó el camino expedito para Elías, que centró, rebotó en un defensa rojinegro y acabó en la red. Fue un drama del que no se recuperó el Cartaya en toda la primera parte. Mucha conducción, poco movimiento y el que hubo fue erróneo. Así acabó el primer tiempo, entre la preocupación y la zozobra.

El inicio de la segunda parte fue aún peor. Amate volvió a meterle otra vuelta de tuerca al once, quitó a Tavira y Fran Palma y metió a Vargas, que debutaba y a Rubén Cabeza. Ni aún así, porque a los seis minutos de la reanudación el Conil hizo el segundo. La mañana se puso gris y el Cartaya entró en trance. No había por dónde cogerlo.

Fue entonces cuando Amate se lio la manta a la cabeza y giró de curva saliente. O remontada o estrellarte, debió pensar el técnico. Wocjik y Miguel Fernández al escenario. Fuera Lolo y Novoa. Era apostar todo a la épica. Y a veces, apostar fuerte porque no te queda otra da resultado. Si ante el Ceuta, Ciudad de Lucena o Antoniano los empates supieron a derrota porque pudo ser mejor, la igualada ante el Conil sabe a gloria bendita porque el Cartaya estaba muerto y casi en la sepultura cuando tocó a rebato y resucitó.

Primero con una jugada de cine de Vargas, que arrancó en galope tendido y provocó un penalti que él mismo transformó. Minuto 78 de juego. Y luego con un centro-chut de Pepe que se envenenó, cogió al portero gaditano con la mente puesta en otro sitio y el balón se metió en su portería. Era el minuto 86 y de repente era otra vida y otro partido. Ahora el que entraba en trance era el Conil, que no alcanzaba explicación posible al desenlace.

El crecimiento local era de locura y el achicamiento visitante era una evidencia. Pero faltaba el tiempo, ese que es el único juez insobornable. En todo caso, el punto es de valor máximo. Por lo que representa y por lo que puede representar de cara al futuro. Recuperar ánimo y sensaciones, dejar atrás la ansiedad, con perdón de la palabra para todas las personas que desafortunadamente la padecen.

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