Con la Venia

Un museo evaporado. Por Yolanda Vallejo

  • Supongo que ocurrirá en todas partes, pero no en todas partes se tiene tanta memoria como aquí. Supongo que será porque nos contaron tantas veces el cuento de Pedro y el lobo, que nos resulta más fácil recordar cada una de las mentiras del pastor que la moraleja de la historia; total, cuando vino el lobo tampoco nos pareció que fuese para tanto. Se veía de venir, que se dice por aquí. Y por aquí, sabemos que todo lo que venga avalado por una maqueta termina en el museo de las maquetas –así como propuesta, un museo de las maquetas no estaría de más, sería hasta divertido–, o en el cajón de los proyectos fallidos, que son casi todos los que se hacen en esta ciudad. Es lo que tiene la realidad virtual, que cuesta poco dinero, y al final, qué quiere que le diga, no es lo mismo tirar a la basura una miniatura que una pérgola-mirador, por poner un ejemplo.

  • Por eso, que la Diputación Provincial haya decidido cambiar las reglas a mitad de partido tampoco me parece como para echarse las manos a la cabeza. Ya lo sabrá usted, después de cinco años, y tras haber adjudicado la obra y tras haber presentado la maqueta –esta vez era bidimensional– de lo que se suponía que iba a ser el asombro de Damasco, y un referente internacional de arte contemporáneo, tanto en el contenido como en el continente, la institución ha anunciado que modifica el proyecto inicial y que instalará en el antiguo instituto del Rosario un espacio de oficinas y dependencias «con la posibilidad de contar con espacios para pequeñas exposiciones» –sí, hombre, la capita de barniz cultural, que no falte, que aquí se arregla todo con un espacio expositivo– que nada tiene que ver con lo que se presupuestó en 2018. Tan poco tiene que ver, que de los casi dos millones y medio de euros de la inversión inicial, se ha pasado a los 3,8 millones, como si tal cosa. Es que todo ha subido mucho, dirá usted. Y es cierto, todo ha subido mucho, menos la credibilidad de las instituciones y de las personas que están al frente de las mismas, que cada vez está más devaluada. El actual gobierno de la Diputación parece haberse dado cuenta, después de cinco años, que en Cádiz ya existía un centro dedicado al arte contemporáneo, «por lo que no parecía lógico duplicar el esfuerzo inversor». Es lo más normal del mundo, claro. Cuando uno hace un proyecto de un espacio cultural de la envergadura del fallido museo de arte contemporáneo no se informa de si hay algo parecido, ni siquiera si hay demanda para lo que oferta, ni tampoco si es oportuno para una ciudad como la nuestra. Lo lógico, en la lógica de nuestros gestores públicos, es anunciar a bombo y platillo que Blacamán ha llegado con sus fuegos de artificio, sin pararse a pensar que Blacamán ya es un viejo conocido y que nos sabemos, casi, todos sus trucos. 

  • Y por aquí, resulta que tenemos memoria y, sobre todo, tenemos hemerotecas. Repaso aquella presentación de la, entonces, presidenta de Diputación, Irene García, acompañada de la diputada provincial de Turismo y la de delegada territorial de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, que desvelaba el futuro del antiguo instituto del Rosario. Aquí, señores, tienen ustedes «un ambicioso pero racional» proyecto de dinamización social, cultural y turística; aquí, los novedosos sistemas de climatización y refrigeración del inmueble; aquí, la cubierta solar fotovoltaica «que permitirá la producción de energía limpia para el consumo del edificio», aquí la magnífica colección de arte contemporáneo –bueno, tampoco es para ponerse así–. Un museo totalmente domotizado que «permitirá controlar en todo momento las condiciones de temperatura y humedad de las salas que albergan las obras de arte»; un auténtico pelotazo financiado con fondos de la Diputación y de la Agencia andaluza de energía. Venga ya, que venga el lobo de una vez y se coma a estas ovejas, pero que no nos entretengan con más tonterías, ni con más maquetas.

  • «Adiós leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero» que diría Samaniego. Adiós, museo de arte contemporáneo, adiós aplauso del alcalde –»no me queda más remedio que aplaudir esta iniciativa»–, adiós proyectos. Qué loca fantasía, se lamentaba la Lechera. Qué despropósito, diría yo. Un disparate más que sumar a Valcárcel, al Centro Cultural Reina Sofía –lo de hacer oficinas parece que no es nuevo, ni demasiado original–, al edificio del antiguo Rectorado, al nuevo hospital, a la ciudad de la Justicia, al pabellón Portillo, a la estación de tren –ya no me acuerdo bien de qué es lo que iba allí–, o a Puerto América, con sus columpios y toboganes y sus niños –y niñas– de cartón pluma. 

  • Leyendo entre líneas, que es como mejor se lee, el proyecto del museo de arte contemporáneo –o como se fuese a llamar– no engañaba a nadie. De hecho, que las primeras obras pusieran de manifiesto la cantidad de problemas estructurales que tenía el edificio era un claro síntoma de que esto no iba a llegar a ninguna parte. La 'cubierta evaporativa' estaba enviando señales que pocos, o casi nadie, supieron interpretar entonces. Al final, todo se ha evaporado, todo ha quedado en nada, como casi todo en esta ciudad. 

  • Supongo que ocurrirá en todas partes, aunque no en todas partes las ovejas son tan mansas como aquí. Estamos a tres meses escasos de las elecciones municipales y a partir de ahora, empezará la barra libre de las promesas que no se van a cumplir, y todo lo que nos cuenten, nos sonará de antes, y lo peor es que nos dará igual. 

  • Fíjese si no hay nada nuevo, que ha vuelto a abrir el Holiday.